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Columna
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Esto no es un rescate

La nueva agenda de reformas de Atenas debería ayudar a Grecia, pero podría perjudicar al partido gobernante Syriza. Las reformas marcan algunas de las casillas preferidas por países como Alemania, pero los compromisos por los que Syriza fue elegida –terminar el plan de rescate y revertir la austeridad– quedan por los suelos.

La lista sigue a un acuerdo el 20 de febrero de los ministros de Finanzas de la zona euro para que Atenas delinee su propio programa de reformas. Esto se ha interpretado como un preludio para la liberación de fondos por parte de los acreedores de Grecia y la negociación de un tercer rescate. Sin embargo, parecía difícil conciliar las demandas de la zona euro con las que Grecia estaba obligada a cumplir en los rescates anteriores y las promesas electorales del primer ministro Alexis Tsipras de acabar con la austeridad y revertir las reformas.

Los acreedores europeos podrían encontrar defectos en muchos compromisos griegos. Las propuestas siguen siendo vagas. Es fácil hablar de promesas como tomar medidas drásticas contra la economía sumergida, pero no es algo nuevo. También está la cuestión lo que puede lograr Tsipras. Tiene que demostrar a la zona euro un progreso tangible en abril para liberar a unos 7.000 millones de euros de ayuda. Aún no está claro cómo se financiará Grecia hasta entonces.

Las propuestas griegas han recibido una respuesta poco entusiasta por parte del Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo. Pero los gobiernos de la zona euro y sus parlamentos nacionales harían bien en sancionar la agenda de Tsipras. Por un lado, la prueba de un cambio de dirección enfriará el apoyo a los partidos populistas en Europa. Además, el movimiento podría acelerar una reestructuración de la política griega, si Tsipras rompe con la línea dura de su partido y forma un gobierno más centrista. Puede que quede un camino complicado, pero Europa debería ceñirse al primer ministro griego.

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