Petrobras necesita una red más amplia
La salida de la presidenta de Petrobras. Maria das Graças Silva Foster, y otros jefes marca un decisivo, aunque tardío, paso de la presidenta Dilma Rousseff para abordar una debacle que ha socavado la credibilidad de Brasil con los inversores globales.
Una investigación sobre el gigante petrolero descubrió un esquema de sobornos en el que los contratistas de Petrobras presuntamente cobraron miles de millones extras y luego los canalizaron a ejecutivos y políticos brasileños, entre ellos miembros del propio partido de Rousseff. Los inversores siguen esperando que Petrobras cuantifique los costes relacionados con el escándalo, que podrían ascender a miles de millones de dólares.
Ni Rousseff ni Foster, han estado implicadas personalmente en el caso, pero Rousseff presidió la empresa durante la mayor parte del tiempo en que la supuesta corrupción tuvo lugar. Y su estrecha amistad con Foster, y el apoyo público que esta ha recibido, han llamado la atención.
La cúpula de la petrolera brasileña se reunirá el viernes para nombrar una nueva dirección
La cúpula de Petrobras se reunirá el viernes para nombrar a una nueva dirección. Se verá tentada a mirar hacia adentro, a candidatos como el líder de Vale, Murilo Ferreira, o el ex presidente del Banco Central, Henrique Meirelles. Sin embargo, la dirección de Petrobras tiene que ir más allá de las fronteras de Brasil. Un ejecutivo petrolero respetado a nivel mundial, como el ex jefe de Anadarko, Jim Hackett o Andrew MacKenzie, de BHP Billiton, aportaría una valiosa perspectiva y un conocimiento de las mejores prácticas de la industria para una empresa que necesita ambas. También enviaría una fuerte señal de que Brasil se toma en serio la reconstrucción de la confianza entre los inversores.
Brasil tendrá que luchar para atraer al candidato adecuado para remodelar Petrobras y convertirla en una compañía petrolera importante, relativamente libre de la interferencia del gobierno.
Dar a un líder internacionalmente creíble una libertad tan amplia es probablemente un puente demasiado lejano para Rousseff, pero es la mejor oportunidad de Brasil para dejar atrás esta crisis.
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