El grifo del crédito se abre para la pyme
Uno de los efectos más perniciosos y difíciles de erradicar de la crisis ha sido la larga sequía del sistema crediticio y su incapacidad para irrigar la economía real, esto es, el tejido empresarial. Ello ha llevado en repetidas ocasiones al Banco Central Europeo (BCE) a poner en marcha medidas para impulsar la reapertura del mercado crediticio y facilitar que las empresas pequeñas –las más débiles en capacidad de negociación– puedan financiarse a costes razonables. Según los últimos datos de la entidad, ese objetivo ha comenzado a cumplirse. Los tipos de interés que los bancos aplican a las pymes en España han caído un 25% en los últimos cinco meses, hasta terminar el mes de octubre en el 3,7%. Se trata del tipo medio aplicado a préstamos de entre uno y cinco años e inferiores a un millón de euros, que hace solo cuatro meses era un 25% más caro y que en 2012 llegó a situarse en el 6,6%.
Esa evolución vertiginosa ha reducido mucho el diferencial entre los costes de financiación de la pequeña empresa española y los que abonan las compañías de otros países de nuestro entorno. Ello supone mejorar la capacidad competitiva de nuestras pymes, que en los momentos más virulentos de la crisis de deuda soberana y en los peores rigores de la sequía crediticia han estado en desventaja a la hora de competir. No es casualidad que el diferencial entre los costes de financiación de las pequeñas empresas haya caído de forma paralela al de la prima de riesgo española. A todos esos datos hay que sumar también los del Banco de España, que apuntan a un aumento de algo más del 16% en octubre en cuanto a concesión de nuevo crédito a pymes.
Cómo recordaba ayer el secretario de Estado de Economía, Íñigo Fernández de Mesa, estas cifras confirman que la fragmentación de los mercados que lastra la economía europea ha comenzado a reducirse y con ella las diferencias en los costes de financiación de las empresas. En ese proceso han incidido diferentes factores. Por un lado, las medidas extraordinarias aprobadas por el BCE, cuyo presidente, Mario Draghi, ha insistido hasta la saciedad en la necesidad de canalizar el crédito a las pymes, dado que integran más del 90% del tejido empresarial europeo. Por otro, la inyección de confianza que han supuesto los test de estrés a las entidades financieras y los pasos que Europa está dando para implantar la unión bancaria. El objetivo de ese proceso, que debe estar finalizado en 2016, es cuádruple: romper la fatal vinculación entre deuda soberana y deuda bancaria, proteger los depósitos, reducir la fragmentación de los mercados y evitar que el peso de las futuras crisis bancarias vuelva a recaer sobre el hombro de los contribuyentes. Con esos mimbres la tarea es consolidar la llegada del crédito a los capilares del tejido empresarial y apuntalar con ello el proceso de recuperación.