Extracción de rentas, versión irlandesa
La relación epistolar del Banco Central Europeo con los países rescatados debería estar ya en manos de más de un politólogo, por aquello de cómo funcionan las relaciones de poder en las democracias del siglo XXI. Conocíamos la carta de Trichet a Zapatero, en la que sugería una serie de medidas de corte estrictamente político tan vinculadas al mandato del BCE como los criterios de aplicación del fuera juego posicional en la Champions League. Zapatero respondió con otro movimiento de ajedrez en esta democracia orgánica: cambiar la sacrosanta Constitución en agosto.
La carta publicada hoy por el diario Irish Times arroja algo más de luz a una más que evidente sospecha: Trichet forzó la mano de Irlanda amenazando con cerrar el grifo del crédito a la banca del país. La banca irlandesa funcionaba en aquel terrorífico 2010 con los préstamos de emergencia ELA, con la que el sector compensaba las fugas de capitales y que era el cordón umbilical que mantenía al sector con vida.
En cuatro breves puntos, Trichet explicó al ministro de Finanzas irlandés Brian Lenihan que no autorizaría más dinero para la banca salvo que Irlanda pidiese un rescate que incluyese ajustes de gasto público, reformas estructurales y reestructuración financiera, coordinados por la famosa troika. Añade Trichet que sería el Gobierno irlandés quien, con los fondos disponibles más los inyectados por Europa, rescataría al sector financiero, y quien garantizaría también los préstamos del BCE.
La alternativa era conocida por todas las partes implicadas. No era una quiebra de la banca, al estilo islandés, sino un corralito al estilo argentino previo a una salida del euro. O, en el mejor de los casos, un semicorralito al estilo chipriota. Si Lenihan no se rendía, millones de irlandeses deberían correr al banco antes de que se echase la persiana. Hay recomendaciones que se parecen bastante al chantaje, si bien conviene precisar que Lenihan llevaba más de 10 días negociando el rescate.
Lenihan, claro está, dobló la mano. Como la doblaron en Grecia y Portugal, y en menor medida España. En Italia Berlusconi intentó aguantar el pulso y, simplemente, el poder legislativo cambió el gobierno.
La historia no acaba ahí. Porque luego vinieron las negociaciones sobre el rescate en sí. Los detalles, donde Lenihan recibió la segunda dosis de medicina europea. Esta vez el objetivo no fue tanto proteger la solvencia del BCE sino, en aras de la estabilidad financiera, defender a los acreedores de la banca irlandesa.
Las comunicaciones de esa segunda parte del rescate no son, aún públicas. Morgan Kelly contó que, la semana posterior al rescate y durante las negociaciones, el FMI propuso quitas de 30.000 millones para los acreedores de la banca irlandesa (dos años antes el propio Lenihan había avalado toda esa deuda), pero tanto el BCE como el Tesoro de EE UU vetaron la opción. La información la confirmó el propio gobernador del banco central, Patrick Honohan, hace un mes, en un libro de memorias. En posteriores negociaciones de los tramos del rescate Dublín intentaría aplicar estas quitas, encontrándose siempre con el veto de Trichet.
El mensaje no era solo para Dublín. También para Madrid; en 2011 empezaban a verse las orejas del lobo, y la señal de una quita para la banca irlandesa habría desatado todas las tormentas sobre España. Habría sido mejor, desde luego, para el contribuyente irlandés y, posiblemente, para el español, que al final pagó por Bankia y similares. Cabe pensar que el pánico invadió, también, a un BCE que se veía con pocas herramientas para parar una crisis financiera descontrolada y en varios países a la vez. Pero el efecto final fue, simplemente, que quien pagó las deudas contraídas por unos banqueros irresponsables no fueron quienes les prestaron dinero sin preguntar qué hacían con él, sino quienes tuvimos la desgracia de compartir pasaporte.