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Columna
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La mayor batalla para Hong Kong

Mientras decenas de miles de manifestantes liderados por estudiantes han salido a las calles de Hong Kong para exigir la reforma electoral, la mayoría de sus 7,2 millones de residentes han huido. El sufragio universal se merece el apoyo del público, pero el desgaste gradual del estado de derecho y la libertad de expresión suponen una mayor amenaza para la prosperidad de la ciudad. Es poco probable que estas preocupaciones lleven a una confrontación con Pekín.

Pese al número de asistentes, las protestas estudiantiles no han logrado atraer la participación del resto de la ciudad. Una razón puede ser el pragmatismo. El rechazo de China a la nominación pública de candidatos para las elecciones de 2017 a jefe ejecutivo se interpreta en gran medida como un cambio de sentido en el compromiso de Pekín con la Ley Básica, cuasi constitución de Hong Kong. Pero para muchos, las propuestas son mejor que nada.

El miedo también influye. Preocupa que haya una dura represión por parte de Pekín si la situación se complica. El líder de Hong Kong ha tenido que asegurar públicamente a la ciudad que el despliegue de fuerzas del Ejército Popular de Liberación, situadas en Hong Kong, es innecesario. Las comparaciones con las manifestaciones de la Plaza de Tiananmen hace 25 años refuerzan aún más esta ansiedad.

Pese al elevado número de asistentes, las protestas no han logrado atraer al resto de la ciudad

El verdadero problema es que lo que realmente podría enfadar a las clases medias no está en la corta agenda del movimiento Occupy.

El compromiso de la región con el estado de derecho y la libertad de expresión choca cada vez más con China, pero la respuesta del continente a las protestas hasta ahora ha sido censurar las referencias en los medios sociales al movimiento.

El movimiento Occupy ha demostrado al mundo que la protesta pacífica es posible, aunque tal vez no haya conseguido cambiar el destino de Hong Kong.

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