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Columna
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Los apuros del rublo y su banco central

El rublo, la moneda rusa, ha perdido un 13% desde el comienzo del año frente al precio de referencia de dólar y el euro, y la caída se ha acelerado en los últimos días. Los inversores globales parecen haberse dado cuenta de que la única forma de que el gobierno de Vladimir Putin tenga que enfrentarse a las sanciones occidentales es abandonando toda pretensión de liberalización económica.

Eso obligará al Banco Central de Rusia a actuar, después de que ya admitiera que la inflación de este año, en más del 7,5%, no alcanzará su objetivo oficial del 5%. El aumento de los tipos de interés una vez más –la tasa de referencia se encuentra en el 8% tras su tercera subida este año– sería el fin. Pero el gobierno presiona al banco central para que haga lo contrario, con la intención de ayudar a una economía estancada.

Así, las peticiones conflictivas de mercados y ministros podrían contribuir a que el banco central ruso a mantuviera su notable independencia. Pero también pone a sus altos ejecutivos en un aprieto. Estos intentan resistir las peticiones de unos tipos más bajos, pero también tienen la esperanza de defenderse de los intentos de los miembros del gobierno de forzarlos a utilizar sus reservas con el fin de ayudar a amortiguar el golpe de las sanciones occidentales.

La cuestión es cuánto tiempo podrá el banco central ruso seguir haciendo lo que considera correcto

El tiempo que podrá resistir la presión el banco central de Rusia y seguir haciendo lo que considera correcto es la duda que asalta a todo el mundo. Vladimir Putin ha pedido a los bancos que reduzcan los tipos de interés con el fin de ayudar a las empresas, lo que podría interpretarse como una llamada indirecta para que el banco central haga lo mismo.

La depreciación del rublo ayudará al menos al gobierno a equilibrar su presupuesto –ya que la mitad de sus ingresos vienen en dólares del petróleo–. Mientras tanto la inflación también está siendo bombeada por la prohibición de los productos occidentales, como alimentos y ropa, que Putin impuso como represalia contra las sanciones.

Parece que la economía ha entrado en una etapa en la que está más allá del alcance de los banqueros centrales, por muy competentes que sean.

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