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Columna
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La moneda única no es el problema

Ojalá no hubiera euro. Muchos inversores, y un buen número de políticos, piensan así. Lo culpan de los males actuales de la economía de la zona de la moneda única, principalmente por la forma en que funciona. Exageran.

No hay debate sobre los problemas. El PIB de la eurozona fue igual en el segundo trimestre que en el primero. La tasa de inflación se ha reducido al 0,4%, preocupantemente baja cuando la deuda pública combinada del bloque asciende al 93% del PIB.

Esto no es lo que los líderes esperaban cuando establecieron una sola moneda respaldada por muchos gobiernos. Para que funcionara, acordaron un sistema complicado con una flexibilidad limitada tanto en política fiscal como monetaria.

Un arreglo diferente podría haber acelerado la recuperación desde la recesión de 2009. Una autoridad presupuestaria única podría haber promovido unos déficits fiscales más expansivos y un mejor gasto específico. El banco central podría haber impulsado más con estímulos monetarios.

La historia de los miembros del euro invita a ser cautos antes de culpar a la divisa de la situación actual

La devaluación de la moneda y los abultados déficits estimulan la actividad, al menos por un tiempo. Pero, a pesar de las afirmaciones de algunos economistas, los efectos están lejos de ser seguros. En relación con el máximo previo a la crisis, el PIB se ha recuperado tan rápido en la zona euro como en Reino Unido, que ha acumulado déficits mayores y ha llevado a cabo estímulos monetarios.

La historia de los distintos miembros del euro también sugiere cautela a la hora de culpar a la divisa. Las naciones de la Europa periférica tenían instituciones débiles, industrias poco competitivas, sectores financieros con problemas y unos mercados laborales disfuncionales mucho antes de la llegada del euro.

Además, las pérdidas por la inflexibilidad tienen que compararse con los beneficios de la integración económica europea, donde la moneda única fue una parte principal. El proyecto europeo ha traído economías de escala y una mayor movilidad laboral. Sin el euro, la región en su conjunto estaría en una situación aún peor que la actual.

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