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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Geopolítica e inversión en una Tierra plana

El hecho de que la Tierra sea plana en términos económicos globaliza lo bueno, pero también lo malo; globaliza la competitividad, la circulación de los recursos financieros buscando oportunidades y la democratización de la tecnología; pero globaliza también los efectos perversos de los fenómenos conflictivos, que únicamente restan a la estabilidad económica y al crecimiento. La condición plana de la Tierra como concepto de teoría económica, término acuñado por el periodista y economista norteamericano Thomas Friedman, es relativamente reciente, pues se trata de un fenómeno que irrumpió en las relaciones productivas, comerciales y financieras en el siglo XXI, y siempre de la mano de la universalización del uso de la tecnología en las comunicaciones. E igualmente reciente es el efecto mariposa que en todas las zonas del mundo tiene una decisión trascendente en uno de sus puntos más remotos. Nunca como ahora los conflictos geopolíticos generaban tanta, tan rápida y tan proporcionada repercusión en las decisiones económicas en todos los puntos del globo ajenos a aquel en el que se producen.

Esta semana las Bolsas han encajado un duro correctivo por el temor cada vez más extendido a que la recuperación mundial que está en marcha se quiebre por la concurrencia de una serie de acontecimientos contractivos, unos previstos y otros no. La duda sobre la fortaleza del crecimiento, que ha mostrado muchas debilidades en muchas zonas del planeta tras la crisis financiera de los años pasados, ha vuelto a aparecer redoblada cuando a decisiones económicas esperadas se ha sumado el riesgo de conflictos geopolíticos de dimensiones desconocidas. El cruce de sanciones comerciales cada vez más consistentes entre Rusia y Occidente (EE UU y Europa) a consecuencia de la guerra en Ucrania ha sido el aviso más explícito de que la estabilidad económica no es permanente y de que puede surgir una nueva recesión mundial cuando unos cuantos países avanzados siguen sin haber salido de la última.

Aunque todos los enfrentamientos armados son igual de dañinos y censurables, pocas veces ha habido tantos a la vez y en zonas históricamente tan calientes como ahora: Irak, Libia, Gaza, Siria, Ucrania..., aunque el tenebroso recuerdo de la Gran Guerra que arrancó hace ahora cien años y sus perversos efectos debería servir como acicate a la diplomacia para cerrar heridas y minimizar los daños colaterales en sociedades y economías. El propio presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, siempre cauto en sus comentarios, ha alertado ahora del riesgo sobre el crecimiento, algo que ya el último informe del FMI insinuaba, y que se ha trasladado, como un giro de expectativas, de inmediato a los mercados financieros.

Estos acontecimientos bien podrían cambiar el calendario de retirada de estímulos monetarios y fiscales que la Reserva Federal mantiene en EE UU, y que vence este mismo otoño, así como acelerar la ejecución de algunas de las decisiones que en parecidos términos ha anunciado el BCE para Europa. Si a ello se sumase un examen limpio de la banca europea antes de que el BCE asuma la supervisión única en la zona euro, podría devolver cierta estabilidad a unos mercados financieros que han entrado casi todos en pérdidas anuales en la renta variable, mientras que el dinero se ha vuelto a refugiar en la seguridad de los bonos más estables, los alemanes y los suizos.

Sin obviar los efectos que puedan derivarse de los problemas de Ucrania o de Gaza, y que nadie a estas alturas niega, los analistas siguen asegurando que la tendencia estructural alcista de las Bolsas no ha cambiado. La intensidad del ajuste ha podido estar en parte condicionada por el hecho de que algunos de los más importantes índices mundiales (el alemán, el norteamericano) estaban en máximos históricos, y ha bastado una pequeña espoleta para desatar las ventas. En todo caso, ahora casi todos están, al menos en Europa, en pérdidas anuales, mientras que las estimaciones de beneficios de las compañías siguen siendo muy positivas si se consolida la recuperación en Europa. En tal caso, siempre con la cautela debida, los precios actuales de las empresas son una oportunidad a estudiar para quien busque inversiones a largo plazo. Hay que recordar que el mejor aliado de la Bolsa ha sido siempre el crecimiento de la economía.

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