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Columna
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La política lleva a Francia a la deriva

Francia se ha hundido un poco más en la parálisis política con la investigación por corrupción contra Nicolas Sarkozy. El ex presidente, que niega los cargos, ha sido puesto bajo investigación formal por intentar convencer a un juez del más alto tribunal francés para que le mantuviera informado sobre una de las muchas investigaciones judiciales abiertas por su comportamiento.

Toda la clase política francesa está contaminada por una larga serie de escándalos de corrupción. La popularidad del presidente François Hollande se encuentra en mínimos históricos. No parece capaz de controlar ni a sus ministros, ni su mayoría parlamentaria. La segunda mayor potencia europea va a la deriva hacia el estancamiento económico justo cuando necesitaría un gobierno fuerte para convencer a los franceses de la necesidad de una reforma.

Los dos principales partidos políticos están demasiado centrados en sus problemas como para aportar mucho al debate público. Así que los franceses están atrapados en la espiral de la austeridad y sin perspectiva. El gobierno ha optado por concentrar sus esfuerzos en intentar cumplir con los objetivos de déficit impuestos por la UE a través de recortes de gastos y aumentos de impuestos específicos. Esto tendría sentido si la economía se encontrara en pleno auge pero es contraproducente cuando la tasa de desempleo se mantiene por encima del 10%, a la vez que el PIB continúa sin apenas crecer –solo un 0,7% este año, según el instituto nacional de estadísticas–.

El país necesita un gobierno fuerte para convencer a su población de la necesidad de una reforma

Francia necesita que se debata sobre, entre otras cosas, la liberalización de los servicios, el peso del sector público en la economía, y una reforma del sistema tributario. Eso solo puede suceder si el gobierno es respetado y la oposición es fuerte.

Los mercados aún no están preocupados. La bolsa ha subido hasta un 4% este año –en consonancia con la de Alemania, y más que la de Reino Unido–. La rentabilidad de los bonos del gobierno se encuentra en mínimos históricos, y los diferenciales con los bonos alemanes a 10 años se han reducido a la mitad desde su máximo de enero.

Los inversores saben que la economía francesa ha resistido mucho tiempo a los intentos de los sucesivos gobiernos de ponerla de rodillas. El aguante no debe darse por hecho.

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