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Columna
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¿Quién está al mando en Francia?

El gobierno francés no tenía motivos para comprar una participación del 20% en Alstom. Podría haber observado cómo su intervención en la adquisición de los activos energéticos del ingeniero francés por General Electric había dado sus frutos. La presión de París obligó a GE a reelaborar su oferta, dando a Francia una voz decisiva en el futuro de los negocios nucleares de Alstom. Con esa concesión asegurada, no había una buena razón para hacerse con la principal inversión de Alstom, el grupo de construcción y telecomunicaciones Bouygues.

La mala razón para hacerlo fue que el presidente François Hollande tuvo que hacer una concesión a su ministro de Economía, Arnaud Montebourg, que apuesta por el intervencionismo a la antigua usanza. Es cierto que el Gobierno francés no ha gastado nada de dinero –ha obtenido una opción de compra de dos tercios de la participación de Bouygues en los próximos 20 meses, a un precio relativamente alto, o al precio de mercado después–. Puede que el gobierno nunca llegue a comprarlo, y la nacionalización parcial de la que Montebourg se jacta nunca llegue a suceder.

En cualquier caso, el conjunto del acuerdo envía una señal preocupante sobre la incapacidad de Hollande para dirigir y mantener a sus ministros rebeldes bajo control. Aturdido por los terribles resultados de su partido socialista en las elecciones al Parlamento Europeo el mes pasado, ha estado en gran parte ausente del mercado nacional y de la escena internacional.

Parece que el presidente Hollande se contradice y deja que sus ministros se encarguen del espectáculo

Su ex mujer y actual ministra de Energía, Segolene Royal hizo que las acciones de EDF se desplomaran la semana pasada por la abrupta cancelación de un incremento en las tarifas eléctricas previsto para julio. El aumento previsto había sido acordado por el anterior primer ministro después de unas arduas negociaciones con EDF. Así que parece que el presidente de Francia, simplemente se contradice a sí mismo, y deja que sus ministros se encarguen del espectáculo.

Los inversores han visto reforzados los signos de división del Gobierno y la incoherencia. La economía francesa no mejorará mucho este año, a pesar de los auténticos, pero graduales y criticados intentos de reforma. No es de extrañar que los niños vean la oportunidad de hacerse con el control de la clase.

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