Las herramientas del BCE, al límite
Los 400.000 millones de euros en préstamos dirigidos del Banco Central Europeo están diseñados para aliviar crisis crediticia en Europa, pero no está claro que vaya a funcionar. La culpa no es del BCE: es hora de que los gobiernos hagan más.
Hay pocas dudas de que el BCE tiene que actuar. La inflación está muy por debajo del objetivo, el crecimiento del crédito es anémico, y los costes de la financiación aún son divergentes en toda la zona, especialmente para las empresas más pequeñas que no pueden acceder a los mercados de bonos. La nueva operación de refinanciación dirigida a largo plazo del BCE ofrecerá préstamos a cuatro años a un tipo fijo del 0,25%, lo cual puede mejorar notablemente la rentabilidad.
La financiación es solo una parte del problema. Los bancos acaparan capital antes de las pruebas de estrés de finales de este año, y pueden ser reacios a conceder préstamos a las empresas con altas tasas de morosidad. Según Moody’s, las tasas de impago de las pequeñas empresas siguen estando en más del doble de su nivel de 2008. Y la demanda de crédito sigue siendo débil. La reducción de los costes de financiación ayudará, pero no causarán una avalancha de nueva demanda.
Los bancos acaparan capital antes de las pruebas de estrés y pueden ser reacios a conceder préstamos
Algunos observadores creen que la compra de valores respaldados por activos (ABS, por sus siglas en inglés) sería más eficaz, haciendo que la deuda de las empresas evite a los bancos. Pero el mercado de ABS no es la panacea: es pequeño, y está fuertemente regulado. Por otra parte, el BCE tendría que comprar una gran cantidad de activos para elevar los precios de los bonos, con el fin de hacer más atractiva la titulización de los créditos a pymes que los créditos bancarios.
Solucionar los problemas de capital y demanda va más allá del mandato del BCE. Las compañías podrían acceder a más financiación si tuvieran una mayor confianza en el éxito de las reformas económicas, y si los gobiernos acordaran impulsar una expansión a través del crecimiento fiscal. Con la rentabilidad de los bonos en mínimos históricos, hay margen para que la zona euro financie la inversión pública en algunos países. Los gobiernos deben recoger el testigo del estímulo.