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Columna
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Juncker, blanco de los líderes europeos

La mayoría de los gobiernos de la UE fueron derrotados en las elecciones al Parlamento Europeo el 25 de mayo. Después de la fuerte presencia de movimientos en contra de Europa y de los inmigrantes, el partido conservador del primer ministro británico, David Cameron cosechó el 20% de los votos de Reino Unido. Los socialistas del presidente francés, Francois Hollande, se hicieron con un miserable 14%. En toda Europa, muchas de las dolorosas lecciones de los comicios aún deben ser plenamente comprendidas. Pero parece que las élites de la UE han llegado a una sola conclusión: Jean Claude Juncker no debe presidir de la Comisión Europea.

Políticos y expertos siempre dispuestos a deplorar “la falta de legitimidad democrática” de las instituciones europeas están ahora intentando encontrar una razón para negar la victoria al único hombre que puede –débilmente, pero con seguridad– afirmar haber “ganado” las elecciones. Ninguna de las razones para negarle el puesto tiene sentido.

Para Reino Unido, el ex primer ministro de Luxemburgo es uno de esos temidos “federalistas “ que quieren reforzar los poderes de la Comisión Europea, en lugar de devolver algunos de ellos a los estados miembro, como Londres y algunas otras capitales piden. Para otros, Juncker carece de carisma, y, como veterano de la UE, representa a la generación de políticos que debería dejar paso a nuevas caras.

Para Reino Unido, el ex primer ministro de Luxemburgo quiere reforzar los poderes de la Comisión Europea

Por supuesto, Juncker no es exactamente el gran candidato que se podría desear. Por otra parte, son los gobiernos que constituyen el Consejo Europeo quienes harán la elección final –el papel de los legisladores europeos es aceptar o rechazar la opción–. Sin embargo, los dos principales partidos del parlamento dejaron claro hace mucho tiempo que querían que sus candidatos a la presidencia de la comisión los guiaran durante las elecciones.

Los conservadores ganaron. Juncker es su hombre. Puede que la participación haya sido baja y que los partidos de protesta hayan sacudido el barco, pero esa es la realidad. Puede que los votantes pueden hayan sido pocos en número, ignorantes y desinformados, pero han hablado. Es hora de seguir adelante, nombrar a los nuevos comisarios, y empezar a hablar de lo que realmente importa: la agenda europea para los próximos cinco años.

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