Más flexibilidad en el entorno virtual
Los posgrados online crecen de forma imparable
Los másteres virtuales están especialmente orientados a profesionales en activo, aunque, como matiza Luis Usera, consejero de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), “las escuelas de negocio también imparten sus cursos presenciales en formato executive, es decir, los fines de semana”.
Eugenio Lanzadera, secretario general de la UDIMA (Universidad a Distancia de Madrid), señala que cada vez es mayor el acceso a este tipo de formación de personas más jóvenes, “recién graduadas y en periodo todavía de formación, que compaginan el posgrado, por ejemplo, con prácticas en el extranjero o idiomas”.
“Normalmente, el alumno tipo es alguien que quiere realizar una formación que no pudo efectuar en otro momento o bien alguien que quiere progresar profesionalmente”, apunta Salomé Abril Martorell, directora gerente adjunta de la Universidad Carlos III de Madrid. Se caracteriza además por tener unos conocimientos informáticos mínimos.
La formación online solía asociarse con estudiantes que residían en zonas alejadas de los centros universitarios, recuerda el vicerrector de Docencia y Aprendizaje de la Universitat Oberta de Catalunya, Carles Sigalés, “pero la realidad demuestra que uno de los factores determinantes es el tiempo disponible que tiene el estudiante”.
Algunos cursos pueden comenzarse en ocho fechas distintas del año
En todo caso, cada vez son más los alumnos extranjeros: “En algunos programas son ya el 46%”, afirma Daniel Serra, director académico del Instituto De Educación Continua (IDEC) de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.
¿Son eficaces los cursos a distancia? La cantidad de trabajo necesaria es similar a la de los presenciales (y también el número de créditos), pero es fundamental que el alumno sea muy responsable, puesto que habitualmente compagina los estudios con el trabajo y la familia.
“La cuestión clave no es tanto el número de horas de dedicación sino a qué se dedica ese tiempo”, puntualiza Serra. El compromiso se les supone a los alumnos, que suelen pagar su máster y quieren aprovecharlo al máximo.
El mayor problema puede ser, indica Eugenio Lanzadera, “la sensación de aislamiento que a veces asola al estudiante, y que es causa de buena parte de los abandonos”. Ahí es fundamental el papel del profesor, aun en la distancia.
La cantidad de trabajo necesaria es similar a la de los presenciales
Según Cristina Villalonga, coordinadora de Metodologías y Tecnología de la Universidad Nebrija, “debe motivar a su alumnado, haciendo uso de las diferentes herramientas virtuales que tiene a su disposición: videoconferencias, chats, foros, wikis, blogs, etc.”.
Se trata también de fomentar el diálogo entre los propios alumnos y la creación de grupos de trabajo. Ahí pueden tener incluso una ventaja respecto a los presenciales, puesto que “las tradicionales clases magistrales generan más pasividad en los alumnos”, según Sigalés.
A cambio de esta distancia física, los másteres online ofrecen más flexibilidad, y permiten que el estudiante gestione su propio tiempo, evitándose los desplazamientos. Además, “si su horario es incompatible con algunas de las clases puede asistir a ellas en diferido”, afirma Luis Usera, de la UNIR, cuyos cursos son todos online o semipresenciales.
La flexibilidad afecta incluso a la duración de los cursos. La Carlos III, una de las pioneras en los másteres online, empezará a impartir el año que viene cuatro que podrán comenzarse en ocho fechas distintas del año, y con una duración de ocho o 18 meses, según se desee.
En cuanto al número de alumnos, no hay grandes diferencias entre los cursos virtuales y los reales. En la Universidad Nebrija, por ejemplo, ambos tipos de cursos tienen el mismo número: entre 25 y 30. En la Udima, que solo imparte cursos virtuales, están entre 70 y 100.
Casi todas las universidades cuentan ya con cursos online. Al igual que en el sector presencial, abundan los másteres de económicas o empresariales, pero también hay de energía, salud, RSC o recursos humanos. En ciertos casos, como los vinculados a la salud u otras materias en las que la práctica es determinante, requieren clases presenciales.
“Sin embargo”, matiza Lanzadera, “sin perjuicio de reconocer la ventaja de la enseñanza presencial en estas disciplinas, es posible hoy día, a través de laboratorios virtuales, pizarras electrónicas y simuladores, adquirir unos conocimientos similares”.
¿Cómo diferenciarse en un mercado cada vez más global y competitivo? Además de los aspectos puramente académicos, también hay que cuidar los detalles técnicos: en la Carlos III destacan la importancia de que expertos en formación online participen en el diseño de los cursos, y que la plataforma de estudio sea fácil de manejar.
La competencia de los MOOC
El crecimiento de los MOOC (cursos online masivos y abiertos) supone una cierta amenaza para los posgrados tradicionales. “No podemos negar que plantean nuevos retos y nos llevan a reflexionar sobre nuevas maneras de enseñar y aprender”, reconoce Cristina Villalonga Gómez, de la Universidad Nebrija.
“Bajo mi punto de vista, la gran ventaja de los MOOC es la apertura y flexibilidad del conocimiento, aunque el modelo pedagógico puede ser mejorable, ya que en muchas ocasiones en ellos impera la unidireccionalidad. En un contexto de redes, es necesario buscar la interacción y creación de comunidades de aprendizaje flexibles y participativas”.
Los profesores se dedican de forma más personalizada al estudiante en los posgrados que en los MOOC, más orientados al autoaprendizaje.
Hay otras diferencias, como señala Daniel Serra, de la Universidad Pompeu Fabra: “Los MOOC van dirigidos a un público masivo (casi ilimitado, en muchas ocasiones) y muy heterogéneo; mientras que los másteres y posgrados que ofrecemos las escuelas son cada vez más personalizados y especializados”.
Además, permiten obtener titulaciones oficiales, cosa que no siempre aseguran los MOOC; suelen tener una duración mayor que estos y abarcan conocimientos más extensos.
En todo caso, las instituciones que ofertan posgrados también suelen ofertar MOOC, como es el caso del UPF. “El objetivo es que se complementen con los másteres mutuamente”, explica Serra.