Reorganización en las empresas chinas
Los accionistas privados podrían traer disciplina a las más o menos 150.000 empresas de propiedad estatal china. No hay duda de que estas compañías, que generan una rentabilidad sobre activos de aproximadamente la mitad de sus rivales del sector privado, necesitan ayuda. Las recientes sacudidas en CITIC Group y Sinopec han echado el balón a rodar. Pero para alcanzar la eficiencia real, las empresas estatales tienen que pagar tipos de mercado.
Las expresiones de moda reformistas como “capital social” y “propiedad mixta” se han vuelto omnipresentes. Ciudades de Harbin a Zhuhai prometen vender participaciones en proyectos y empresas a inversores privados. El gobierno de China afirmó el 23 de abril que abriría 80 proyectos de infraestructura para la inversión privada. La idea sensata es que el capital privado aporte más eficiencia y mejores rendimientos.
El verdadero problema, sin embargo, no es solo que estas empresas sean propiedad del estado, sino que su capital es demasiado barato. Los cuatro mayores bancos del país, que dominan los préstamos a las compañías estatales, cobraron de media menos del 6% para los créditos en 2013. Sin embargo, las pequeñas empresas privadas están preparadas para pagar más del 15%.
El problema no es que las compañías sean propiedad del estado, sino que su capital es demasiado barato
Eso es más difícil de solucionar. Los propios bancos gozan de una financiación demasiado barata, en forma de depósitos con un tope del 3%, lo que significa que también carecen de disciplina. La gestión es el otro problema: la jerarquía del partido comunista implica que los responsables de las entidades son esclavos de los dirigentes de las empresas públicas.
Los grandes bancos de China, que en su mayoría cotizan en bolsa y tienen inversores extranjeros, son en sí mismos pruebas de los límites de traer a accionistas privados. Si China quiere eficiencia, lo que importa no es solo quién es dueño de sus empresas descomunales, sino también quién las financia, y a qué precio.