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La OTAN se queda sin enemigos

Pobre OTAN. La alianza militar nacida para la guerra fría pensaba que con Vladimir Putin había recuperado el ansiado enemigo con el que justificar su existencia. Nada más lejos de la realidad, a juzgar por la política de Barack Obama.

El presidente de EE UU, en su breve paseo por el cuartel general de Bruselas (el 26 de marzo), ha dejado claro a los belicosos civiles que dirigen la OTAN que el reloj de la historia no tiene marcha atrás y que la guerra fría no va a volver.

"Entiéndanme, no vamos a entrar en otra Guerra fría", proclamó Obama, tras reunirse con la cúpula de la OTAN, en el Palacio de Bellas Artes de Bruselas en un discurso dirigido "a la juventud europea".

El presidente recordó a esos jóvenes, algunos de ellos nacidos después de la caída del muro, que "a diferencia de la época de la Unión Soviética, Rusia ya no lidera ningún bloque de naciones ni ninguna ideología global". Y añadió que Ucrania no pertenece a la Alianza Atlántica y ésta, por tanto, no tiene ningún papel en esa crisis.

Por si el mensaje no había quedado claro, 48 después de la visita de Obama la OTAN tuvo ya que anunciar el nombramiento de un nuevo secretario general, como adelantó ayer La Vanguardia.

Washington, de común acuerdo con Berlín, neutraliza al secretario actual, el danés Anders Fogh Rasmussen, que desde el comienzo de la crisis de Ucrania se había decantado por los países partidarios de responder a Moscú como si todavía existiera la URSS.

Rasmussen seguirá en el cargo hasta el 30 de septiembre. Pero la creciente sombra de su sucesor, el noruego Jens Stoltenberg, le impedirá asumir cualquier tipo de protagonismo. Quizá por eso, el míércoles pasado, el saludo de Obama al danés sonó ya a despedida y a agradecimiento por los servicios prestados.

Para colmo, el perfil del nuevo secretario general apunta hacia una beligerancia a favor de la democracia y el estado de derecho que nada tiene que ver con la retórica de bloques del siglo pasado, cuyo supuesto regreso se celebraba estos días desde medios como The Economist o The Wall Street Journal.

Europa de la defensa

El segundo mensaje de Obama en su gira europea tampoco pinta bien para la Alianza Atlántica. El presidente de EE UU ha instado a los aliados del Viejo Continente a mejorar su capacidad de defensa, que no solo quiere decir gastar más, como lógicamente interpretan los vendedores de armas, sino también gastar mejor y de manera coordinada.

Europa gasta 387 euros per cápita en defensa, frente a los 1.610 de EE UU. Gran diferencia. Pero, además, gran parte del presupuesto europeo (193.000 millones de euros en total) se desperdicia en duplicidades de personal y equipamiento.

La administración estadounidense parece harta de acudir en socorro de una Unión Europea cuya política de defensa sigue planteada como si todavía fuera probable una guerra entre las dos orillas del Rin.

Poco a poco, la fragmentación se va superando. Y ya es muy habitual cruzarse con militares en el edificio Justus Lipsius de Bruselas, sede del Consejo de la UE. Una vez que la Unión disponga de una verdadera política exterior y de defensa, los socios europeos podrán gestionar crisis como las de Ucrania (que las habrá) sin tener que pedir el apoyo de Washington a través de la OTAN.

Por si alguien tampoco había entendido las distancias que Obama quiere marcar entre la UE y la OTAN, el nuevo secretario general de Alianza procede por primera vez de un país que no es miembro de la Unión Europea.

Solo 24 horas antes de que se hiciese público el prematuro relevo de Rasmussen todavía se oía en Bruselas que la secretaría general de la OTAN debía ser para alguno de los candidatos de la UE. Una premisa que se ha revelado tan obsoleta como la de quienes pensaban que la OTAN tendría que hacer frente a partir de ahora a un nuevo Pacto de Varsovia o, como excusa menor, a un Pacto de Sebastopol. Parece que no será así. Al menos, mientras Obama ocupe la Casa Blanca.

Foto: Mural en la tienda de Abercrombie & Fitch en Bruselas (B. dM., 1 febrero 2014).

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