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La Esma hace un listado con las advertencias básicas

Cuáles son los productos complejos que hay que conocer bien al invertir

Operadores en la Bolsa de Nueva York.
Operadores en la Bolsa de Nueva York.Reuters

El supervisor europeo Esma (European Securities and Markets Authority) ha publicado un documento en el que advierte del peligro de invertir en productos financieros “complejos” porque “conlleva ciertos riesgos y posibles inconvenientes que pueden no ser aparentes o fáciles de entender”.

En un documento titulado “Riesgos de las inversiones en productos complejos” publicado el pasado viernes y difundido hoy por la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), la Esma ha confeccionado una relación de productos financieros “que deben ser considerados complejos.

Entre ellos ha señalado a los bonos de titulación de activos, las obligaciones convertibles o subordinadas; certificados, “contratos por diferencia”, pagarés vinculados a activos, productos estructurados y “warrants” -opciones-.

La autoridad supervisora europea también ha indicado que los productos “complejos” se pueden reconocer por otros detalles, como ser un derivado financiero o incorporar un derivado (un derivado es un instrumento financiero cuyo valor se basa en el valor de otro instrumento financiero, o de otro activo o índice financiero subyacente, como divisas o tipos de interés).

Además, pueden tener “activos o índices subyacentes de difícil valoración, o cuyos precios o valores no están disponibles al público”, o “un plazo fijo de inversión con, por ejemplo, sanciones en caso de retirada prematura que no se explican con claridad”.

Los productos financieros complejos pueden utilizar “múltiples variables o aplicar fórmulas matemáticas complejas para determinar la rentabilidad de la inversión o garantías o protección del capital de carácter condicional o parcial, o que pueden desaparecer en caso de que se produzcan determinados supuestos”.

La Esma ha detallado cuatro tipos de riesgo de este tipo de productos “complejos”, como el de liquidez, consistente en “no poder vender el producto fácilmente si es necesario hacerlo antes de su vencimiento” o hacerlo con “un importante descuento respecto al precio de compra (y, por lo tanto, perdiendo dinero), o incluso que no sea capaz de venderlo”.

El “riesgo de apalancamiento” surge cuando se invierte endeudándose y especialmente en el caso de los préstamos monetarios o del uso de productos como los derivados. Esta modalidad de inversión, según Esma, puede ofrecer una elevada rentabilidad o “multiplicar fácilmente las pérdidas también”.

El supervisor europeo ha reseñado también el riesgo de mercado, vinculado a la posibilidad de registrar pérdidas derivadas de los movimientos en los precios de mercado, ya que “los productos complejos con frecuencia están diseñados para invertir en mercados subyacentes distintos (por ejemplo, en acciones, tipos de interés, tipos de cambio, materias primas).

También ha identificado el riesgo de crédito, relacionado con la probabilidad de que “el emisor del producto o la empresa que lo gestiona no pague e incumpla su obligación contractual de reembolsarle su inversión”.

Además, ha comentado el “coste de complejidad”, derivado de la propia naturaleza de estos productos financieros, de su vínculo a activos subyacentes y a las dificultades para “detectar” los honorarios y comisiones que se cobran por estos productos, que “generalmente se incluyen en la estructura de los productos”.

La Esma ha explicado que los productos “complejos” han surgido en esta época de tipos de interés bajos porque las sociedades de inversión han respondido con una oferta que permitía a los inversores minoristas el acceso a diferentes activos (acciones, obligaciones, materias primas) y estrategias de inversión encaminadas a lograr elevadas rentabilidades, y que antes solo estaban disponibles para profesionales.

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