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Columna
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Ucrania, con Europa y Rusia

La política ucraniana no puede cambiar la geografía. El país forma parte de Europa, y tiene una amplia frontera con Rusia. Los manifestantes que exigen la renuncia del presidente Viktor Yanukovich insisten en ello. Él era consciente de esto último cuando dio la espalda a un acuerdo que habría acercado a Ucrania a la Unión Europea. Pero el país no puede negar ni su naturaleza europea ni a su vecino ruso.

La UE hace bien en intentar atraer a Ucrania, pero ignorando las preocupaciones de Rusia se saltó una lección básica de la diplomacia. Fiel a su visión paranoica del mundo, el presidente ruso, Vladimir Putin, intimidó y chantajeó a su manera en las conversaciones entre Ucrania y la UE, amenazando con imponer sanciones comerciales y prometiendo precios más bajos para el gas si Kiev elegía el camino de la sabiduría.

La perspectiva de alivio a corto plazo, en comparación con la promesa de beneficios a largo plazo de la oferta europea, pudo haber decantado la decisión de Yanukovich del lado de Moscú, pero este no hará nada para sacar a Ucrania de su declive. La economía apenas evitará la recesión este año, y la política de tipo de cambio fijo ha agotado las reservas extranjeras por valor de unos dos meses de importaciones. El déficit por cuenta corriente alcanzará el 8% del PIB, mientras que el déficit fiscal se sitúa en el 4,5%.

Un gas ruso más barato puede ayudar a corto plazo, pero no servirá de nada a un sector energético en ruinas y fuertemente subvencionado. Y Rusia, que se enfrenta a sus propios problemas, no tiene capacidad para rescatar a su vecino.

La historia de Ucrania y la Unión Europea no ha terminado. La puerta no se ha cerrado para siempre. Sin embargo, Rusia, Ucrania y Europa tienen que empezar una conversación adulta.

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