Cualquier tiempo pasado fue distinto
Dice el dicho que cualquier tiempo pasado fue mejor, y sin entrar en disquisiciones, lo que sí parece cierto es que cualquier tiempo pasado fue distinto…
No son poco frecuentes las veces que economistas y profesionales de las finanzas utilizan datos históricos como fuente de soluciones para el futuro. Pero, ¿es el pasado un reflejo fiable de lo que puede acontecer?
Usado con buen juicio, el pasado puede proporcionar información muy útil. Por ejemplo, la historia nos muestra cómo países con niveles de deuda superiores al 90% tienden a crecer de forma más lenta. Sin embargo, eso no debe llevarnos a inferir, sin más, hechos y circunstancias del pasado en el momento actual, porque corremos el riesgo de omitir factores ahora decisivos y distintos, o conclusiones sesgadas por efectos como el lookback bias (resultados del análisis afectados por circunstancias solo aplicables a ese periodo anterior) o el data mining (búsqueda de patrones que pueden ser espurios a partir de grandes cantidades de datos).
Podemos aprender del pasado con el fin de evitar errores, pero sin olvidar jamás que cada momento en el tiempo y las circunstancias que lo presiden tienen su propio lenguaje.
Con el objetivo de construir proyecciones, los economistas suelen utilizar series temporales de indicadores económicos y financieros que se someten a análisis utilizando regresiones matemáticas. El objetivo final es encontrar tendencias en el tiempo determinando los factores subyacentes (por ejemplo, tipos de interés, inflación…) que expliquen –predigan– los cambios de la variables económicas y financieras. Este proceso podría ser, por su naturaleza, reduccionista, y además cabe recordar que cualquier modelo factorial incorpora un factor de error que aglutina todo lo que no se puede explicar por los factores utilizados en el análisis.
Con frecuencia, los valores actuales de mercado son muy sensibles a tendencias pasadas, dando una falsa sensación de precisión del modelo. Quizás, añadiendo racionalidad, el escenario actual no se adaptará con tanta facilidad al modelo, porque el futuro será distinto por definición. La crisis actual nos da un buen ejemplo de ello; es realmente difícil encontrar referentes pasados en cuanto a la magnitud, duración y globalidad que está suponiendo el periodo de crisis económica que nos ha tocado vivir.
En consecuencia, las tendencias en los datos económicos no deberían ser solo analizadas desde el punto de vista de las series temporales y los modelos estadísticos.
Dar un paso hacia lo actual y abstracto, analizando a su vez las fuerzas subyacentes presentes que nos rodean (cambios políticos, sociales, tecnológicos, el comportamiento de los inversores ante los cambios…) nos podrían aportar el equilibrio perfecto entre el análisis del pasado y el presente.
Un buen ejemplo de este equilibrio lo encontramos en un reciente estudio de los economistas Chambers, Elroy y Foo que evaluaba la habilidad inversora de John Maynard Keynes, economista y gestor del fondo del King College desde el año 1921 a 1946 y considerado como uno de los fundadores de la macroeconomía moderna.
¿El resultado? John Maynard Keynes fue un ejemplo de inversor flexible y con una alta capacidad de adaptación a un entorno que estuvo sometido a profundos cambios. En los albores de la década de los treinta del pasado siglo, Keynes cambió su estilo inversor: incrementando el peso de su cartera hacia lo que, en aquel momento, era una nueva clase de activo: acciones de compañías. Este, sin duda, fue su mayor éxito inversor y le proporcionó grandes réditos. Ilustra cómo de importante es la flexibilidad (la capacidad de adaptación al cambio y análisis del entorno actual) y la propia experiencia del inversor (el pasado aún es informativo, aunque con limitaciones) para obtener éxito de la inversiones.
Sí, a veces podemos mirar hacia atrás y aprender de aquello que sucedió en el pasado…
Mark Harrison / Gemma Hurtado. Director de publicaciones de CFA Institute / Miembro de CFA Society Spain.