España recupera cotización política en la Unión Europea
Nadal, Martínez Castro, Méndez de Vigo, Moragas... El equipo de Mariano Rajoy pasea y charla alrededor del castillo de Bouchout (en Meise, Bélgica) donde la emperatriz Charlotte, viuda de Maximiliano, gimió hasta el final de sus días por la ejecución del primer y último emperador de México.
Los ecos de aquel dolor de enamorada no se perciben este caluroso otoño de 2013 en un recinto que acoge la reunión de líderes del Partido Popular Europeo previa a la cumbre europea del pasado jueves y viernes. Ninguna sombra parece nublar tampoco el ánimo de la delegación que acompaña al presidente del Gobierno español a ambas citas.
“¡Qué diferencia con la reunión de hace un año!”, susurra uno de los hombres del presidente, como si evocara una tragedia digna de ser recogida también en un cuadro de Manet.
Entonces era el Gobierno español quien se enfrentaba a un pelotón encabezado por Angela Merkel y dispuesto a condenar a España a un rescate casi tan doloroso como el de Grecia, Portugal o Irlanda. “En la cumbre de octubre de 2012 no nos preguntaban si íbamos a pedir el rescate, sino cuándo y por cuánto dinero”, recuerda una de las personas que compartió con Rajoy una pesadilla que ahora parece lejana, pero de la que solo han transcurrido 12 meses.
Otro miembro de la delegación rememora el angustioso dilema de hacerse ver o pasar desapercibidos. “Se llegó a plantear una reunión a cuatro, con Rajoy, Merkel, Hollande y Monti. Pero tuvimos que descartarla porque vimos que sería interpretada como la señal de una inminente intervención de la economía española”.
Un año después, Rajoy y los suyos se pasean con mucha más comodidad por Bruselas y alrededores. Y ni siquiera el encuentro bilateral del presidente con la canciller alemana el pasado jueves dispara las alarmas, a pesar de que la economía española sigue en un estado muy delicado. El cambio de actitud es tan claro que, según fuentes europeas, Rajoy intervino en la última cumbre europea con más frecuencia y duración que de costumbre.
España, por tanto, ha logrado apartarse del epicentro de la crisis, coinciden fuentes españolas y europeas. El Gobierno, por supuesto, atribuye la mayor parte del mérito a su gestión y su compromiso con los ajustes y las reformas.
En Bruselas no se niega el valor de la renovada credibilidad de España. Pero se recuerda que otros factores también han contribuido a alejar el país del abismo.
El primero, y más evidente, el préstamo, a través del fondo de rescate, de 41.000 millones de euros para sanear y reestructurar la banca española.
El segundo, la amenazante presencia de un Banco Central Europeo dispuesto a intervenir de manera ilimitada en los mercados de deuda si la prima de riesgo alcanza niveles insoportables. Aunque esa intervención está supeditada a condiciones, la mera posibilidad, según el BCE, redujo a la mitad los tipos de interés pagados por España, que pasaron del 6% al 3% menos de un año después del anuncio de Fráncfort en septiembre de 2012.
La mejoría ha despejado incluso el horizonte de los próximos meses, dándose prácticamente por seguro la conclusión del rescate bancario, que podría confirmarse el próximo 14 de noviembre. Y salvo que se produzca algún percance grave, nadie parece plantearse ya la intervención completa que sobrevaloró la economía española en 2011 y 2012.
La revalorización del activo “España”, sin embargo, no puede darse por definitiva. Ni está garantizado que se traduzca en frutos políticos duraderos a nivel europeo.
“Tenemos un doble problema de deuda”, señala Manuel Sanchís, profesor de Economía de la Universidad de Valencia, en su obra recién publicada The Economics of the Monetary Union and the Eurozone Crisis. “Una deuda externa, equivalente al 177% del PIB, y una deuda privada, equivalente al 299%”. Y Sanchís pronostica que, cuando llegue la recuperación y la inevitable subida de tipos de interés, España afrontará un peso mayor que sus vecinos porque el 90% de sus hipotecas son variables frente al 50% de media en la zona euro.
A esa sombra se une la desconfianza de Berlín, que no se ha disipado. En la cumbre europea, la canciller en funciones, Angela Merkel, volvió a la carga con su idea de obligar a los países del euro a suscribir contratos vinculantes que blinden el equilibrio presupuestario y el cumplimento de las reformas pendientes. La propuesta no logró el consenso necesario, por la resistencia de España, entre otros países. Pero Merkel no se ha rendido. Y su influencia cotiza muy por encima de la española.
A contraluz
El decano de los pasillos comunitarios se marcha
Jean-Claude Juncker (1954) asistió la semana pasada a la que podría ser su última cumbre europea como primer ministro de Luxemburgo. El veterano político cederá el cargo a un nuevo Gobierno de coalición surgido de las elecciones del 20 de octubre. Deja una jefatura que ha ocupado de manera ininterrumpida desde 1995. Un puesto desde el que ha logrado una gran influencia en la política europea a pesar de (o gracias a) la escasa población de su país (400.000 habitantes). Presidió el Eurogrupo, ha asistido a más de 120 cumbres. Y aunque él lo niega, en su partido, el PPE, no se descarta que se reenganche de algún modo en Bruselas.
El presidente de Murcia se aficiona a Bruselas
“La salida a la crisis pasa por más Europa”, aseguró Ramón Luis Valcárcel (1954) en julio de 2012 al asumir la presidencia del Comité de las Regiones, la institución de la UE que agrupa a las autoridades regionales. Y parece que la carrera política del presidente de la Región de Murcia también pasa por “más Bruselas”. Algunas fuentes le ven ya como uno de los candidatos del Partido Popular al Parlamento Europeo en mayo de 2014. Una lista cada vez más reñida dada la previsible reducción de los escaños que sufrirán, según los pronósticos, tanto el PP como el PSOE, que ahora suman 25 y 23 eurodiputados, respectivamente.
La influencia de Madrid no se traduce en cargos
España está recuperando la credibilidad e influencia perdidas como consecuencia de la crisis de la deuda soberana, que estuvo a punto de provocar el rescate del país. Fuentes diplomáticas reconocen, sin embargo, que esa revalorización no se ha traducido de momento en resultados tangibles, que en Bruselas suele medirse en forma de cargos con máxima responsabilidad. En la capital europea ya han comenzado los codazos para hacerse con alguno de los muchos puestos que quedarán libres en 2014. Y la colonia española echa de menos una mayor beligerancia del Gobierno de Rajoy para reivindicar la cuota de poder acorde al peso económico y demográfico de su país.