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Columna
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Es precipitado aclamar a Lisboa

Mientras Portugal se tambalea hacia el final de su programa de rescate de 78.000 millones de euros, el panorama económico sigue siendo incierto. La palmadita en la espalda de sus prestamistas en su última revisión es una buena noticia, y viene con la mejora de las previsiones de crecimiento para este año y el próximo. Pero los inversores cautelosos y fatiga de las reformas podrían comprometer la vuelta del país al mercado, prevista para mediados de 2014.

La diligencia con la austeridad prescrita por los prestatarios ha mejorado la competitividad de Portugal. Pero también ha elevado la tasa de desempleo al 17%. La economía está en su tercer año de recesión. El crecimiento se está recuperando lentamente, pero aún se espera que el producto interior bruto se contraiga un 1.8% este año, según las previsiones de la troika.

Las grietas en el riguroso relato fiscal están empezando a aparecer. Las elecciones locales demostraron que los votantes están rechazando con decisión austeridad, lo que debilita a los conservadores, que están en el poder.

Los inversores están inquietos. La rentabilidad de los bonos a 10 años alcanzó el 7,5% en julio, cuando la incertidumbre política se disparó. Desde entonces ha caído hasta alrededor del 6,5%. Las necesidades de financiación del país están cubiertas para 2013, pero es poco probable que sea capaz de financiarse por completo cuando el programa termine oficialmente.

La zona euro tendría que decidir entonces qué hacer. En un escenario ideal, los acreedores estarían de acuerdo en llevar a cabo una reestructuración de la deuda, con una línea de crédito preventivo para actuar como un amortiguador. Pero eso podría requerir un doloroso recorte en el sector privado. Un segundo plan de rescate podría ser una opción más viable, pero incluiría mayores condiciones y unos niveles de deuda superiores. Con Irlanda en vías de recuperación y Grecia atendida por el momento, Portugal podría convertirse en el principal problema de la zona euro en 2014.

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