Unas cuentas en manos del crecimiento (modesto) del PIB
Las cuentas públicas entregadas ayer por el Gobierno a las Cortes Generales son una confortable prórroga de las vigentes, pero con una mayor predisposición a ceñirse a lo escrito, puesto que el escenario de financiación y de actividad económica está mucho más despejado. Tras dos presupuestos muy duros, más el de 2012 que el de 2013 por la gracia de las autoridades comunitarias, en 2014 el déficit permitido (5,7% del PIB) será de solo siete décimas inferior al de este año, solo 7.000 millones de euros: una cantidad muy asumible si la economía registra, tras dos años largos de recesión ininterrumpida, el modesto crecimiento del 0,7% real recogido en el cuadro macroeconómico.
La previsión de crecimiento del Gobierno se antoja modesta, pese a haberla corregido hace solo una semana desde el 0,5% al 0,7% de avance, si se compara con el consenso general de los analistas y las instituciones internacionales. De hecho, de cuantos institutos de análisis ofrecen en España estimaciones de actividad económica, dos de cada tres estiman que la economía crecerá más del 0,7%, y mayoritariamente se mueven más cerca del 1%. Si la realidad se acercase a tales augurios, tanto ingresos como gastos del presupuesto público se verían desbordados favorablemente, aunque con modestia.
Los ingresos de origen tributario crecerán un 2,4%, con un 1,7% más en IRPF y un 5,4% más en Sociedades. Si el crecimiento de la economía fuese superior al fijado en Presupuestos, las bases imponibles avanzarán más y su desempeño en la recaudación lo hará en la misma proporción.
En cuando a los gastos, los generados por los estabilizadores automáticos lo harán en función de cómo se comporte la economía; pero puede haber ahorros en las prestaciones por desempleo dado que la ocupación se mantendrá estable (cae un 0,2% en Contabilidad Nacional y sube un 0,1% en número de ocupados medidos por la Encuesta de Población Activa). Eso sí: hay que tener en cuenta que la caída de los costes laborales que recompone la competitividad de la economía también debilita las bases imponibles y, por ende, perjudica los ingresos por IRPF y los ingresos por cotizaciones de la Seguridad Social. De hecho, Hacienda prevé un recorte en las cotizaciones y un comportamiento contractivo de las bases.
Las grandes cifras
1. Crecimiento. Se espera avance del PIB del 0,7%, inferior al consenso de los analistas. De cumplirse, las cuentas se ejecutarán con facilidad en ingresos y gastos.
2. Funcionarios y pensiones. Sigue la austeridad, con congelación para funcionarios y aumento mínimo del 0,25% a pensiones. Pueden subir más en el trámite de Cortes.
3. Escenario fiscal. El déficit público debe reducirse desde el 6,5% al 5,7%, solo siete décimas, unos 7.000 millones de euros.
4. Condiciones de financiación. El Tesoro reducirá su presupuesto en 2.000 millones, hasta 36.590, para pagar los intereses de la deuda. Hacienda prevé que el bono a 10 años se emita a una tasa media del 4,3%, a la que ya se hace ahora.
5. Inversión pública. Seguirá cayendo, con descenso general del gasto ministerial del 4,7%.
También parece evidente que habrá ahorro en la factura financiera, en el servicio de la deuda. Hacienda ha estimado que los tipos de interés medios de las emisiones del Tesoro se mantendrán prácticamente tal cual están ya ahora, con el bono a diez años en el 4,3%, cuando lo esperable es que la propia consolidación de este presupuesto empuje hacia abajo esas tasas nominales y reduzca aún más la prima de riesgo. Aun así, la carga financiera se llevará 36.590 millones de euros, un 5,2% menos que este año, pero un 3,49% del PIB.
Hacienda recuerda que la dureza de los dos últimos presupuestos ha logrado recomponer la credibilidad de la economía española y un aceptable grado de solvencia del Estado: “Hemos logrado superar el amenazante año 2012 para España y para la Unión Europea y el euro, con el esfuerzo que el Gobierno le ha pedido a los españoles y con la opción política de estabilidad que eligieron en las últimas elecciones”, asegura el ministro de Hacienda. Tales esfuerzos han devuelto los tipos de interés para la captación de financiación a tasas soportables, aunque aún elevadas, que permiten reducir ya el montante de la factura financiera, pese a que el volumen de deuda pública alcanzará al final de 2014 el 100% del PIB.
El Gobierno considera que ahora ha llegado el momento de practicar una política presupuestaria en la que haya neutralidad tributaria (no habrá subida alguna de impuestos por vez primera en dos años), aunque se debe mantener la austeridad en todos los capítulos de gasto. Austeridad en personal, con la congelación de las nóminas de los funcionarios por cuarto años consecutivo, aunque rescatarán la paga extraordinaria perdida; austeridad en el volumen de las plantillas públicas, en las que solo se repondrá el 10% de las bajas por jubilación, tras una pérdida de 200.000 de empleos públicos en el último año; austeridad en la inversión pública, que sigue cayendo, con una pérdida del 4,7% en el gastos ministerial; austeridad en pensiones, que solo subirán un 0,25%, lo mínimo exigible por la nueva ley; austeridad, en definitiva, en todo el gasto agregado que, una vez más, crece menos que el PIB nominal (1,8% frente a 2,1%), una de las reglas de oro de unas cuentas restrictivas.
Si estas cuentas consolidan la financiación de la economía, permitirán echar raíz al crecimiento, y con él, aunque el empleo se comporte como una variable de evolución retrasada, a la inversión productiva, la variable presupuestaria más castigada desde que comenzó un ajuste que se ha concentrado en los gastos. Pero eso... en 2015 y 2016.