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Columna
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Más planificación central en China

Hace unas semanas, Li Keqiang dijo a los hombres de negocios del sur de China que quería hacer “el mercado más vigoroso”. El viernes, la visión del primer ministro chino tomó la forma de una gran dosis de planificación central. El Ministerio de Industria y Tecnología de la Información ordenó a 1.400 empresas básicas a reducir su capacidad –con plantas paradas en septiembre, y definitivamente cerradas a final del año.

El exceso de producción fue resultado del mercado libre en el trabajo. Como los empresarios y los entusiastas gobiernos locales explotan las oportunidades, la producción se expandió ampliamente en las industrias básicas como el acero, el vidrio y el cemento. Ahora la oferta es mayor que la demanda y las solícitas autoridades locales y los baratos préstamos de los complacientes bancos controlados por el estado han hecho retroceder a las fuerzas del mercado. Aún existen instalaciones ineficientes. Los resultados son precios bajos, grandes inventarios, bienes de capital infrautilizados y un gasto insuficiente en seguridad y en reducir la contaminación.

Si el PIB chino siguiera creciendo rápidamente, este exceso de capacidad subvencionada sería solo un problema temporal. Pero Li quiere un crecimiento más lento y de mayor calidad. Las antiguas fábricas no encajan con esa visión.

En China, el imperio de la ley y el dominio de los mercados siguen estando subdesarrollados, así que el gobierno está recurriendo a la técnica tradicional de los planificadores centrales: una micro-gestión autoritaria.

Por ahora, la dedicación del gobierno a su ideología del pragmatismo no es un problema. Por el contrario, si puede prevalecer sobre los recalcitrantes –y a menudo astutos– líderes locales, China podría alcanzar los objetivos de Li y del presidente Xi Jinping.

Sin embargo, las órdenes del gobierno socavan su mayor objetivo, que es el de construir unas instituciones fuertes. El último movimiento es una señal de lo mucho que le queda a China por andar.

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