Menos sindicados, nuevos acuerdos
Varón, de entre 45 y 54 años, con estudios universitarios, empleado público o en una empresa de más de 250 trabajadores. Es el perfil tipo del afiliado sindical en España, o por lo menos el que presenta los porcentajes más altos en cada variable, según los datos de la Encuesta de Calidad de Vida en el Trabajo, del Ministerio de Empleo, que cifra en un 16,4% la proporción de ocupados inscritos en alguna central sindical en 2010 (últimos datos disponibles). La Fundación 1º de Mayo lo eleva hasta el 18,9%, al considerar solo a los asalariados.
En términos absolutos son 2,89 millones de trabajadores, frente a 1,6 millones de 1977, año en el que fueron legalizados los sindicatos libres. No obstante, han perdido 300.000 efectivos desde 2007, cuando marcaron su techo.
“El ciclo afiliativo va en paralelo a la coyuntura económica, de forma que aumenta en fase de crecimiento, pero durante la crisis baja de forma similar a la destrucción de empleo”, señala Pere J. Beneyto, director del Observatorio de Afiliación de la Fundación 1º de Mayo. A ello se suma, por una parte, la estructura empresarial española, en la que el 55% de los empleados trabaja en empresas de menos de 50 trabajadores, donde la acción sindical es más complicada, y por otra, el desigual impacto de la crisis, “que ha afectado más a los sectores más sindicalizados tradicionalmente, como la industria y la construcción”, apunta Ramón de Alós-Moner, profesor de Sociología en la Universidad Autónoma de Barcelona.
Precisamente la industria ha sido el sector en el que sindicatos y empresarios han ensayado las fórmulas más innovadoras de flexibilización interna para mitigar los despidos e incluso fomentar la creación de nuevos empleos.
Además de en la afiliación, la representatividad de los sindicatos también radica legalmente en las elecciones sindicales en las que participan 100.000 empresas con 7,2 millones de trabajadores. Eligen a 320.000 delegados.
El convenio general de químicas fue pionero en los años ochenta. “Es la joya de la corona de la negociación colectiva en España, porque por primera vez se introdujo el cómputo anual de la jornada y el concepto de flexiseguridad”, recuerda Beneyto.
Hoy, sin embargo, son las empresas de automoción las que con mayor éxito han incorporado sistemas de organización del trabajo más flexibles, con la introducción, por ejemplo, del tercer y hasta cuarto turno, o de conceptos nuevos como las bolsas de tiempo. Son factores que junto a las rebajas salariales han permitido atraer nuevas líneas de producción y aumentar plantillas, con planes de contratación de hasta 6.000 personas en los próximos años.
Los afiliados han pasado de 1,6 millones en 1977 a2,9 millones en 2010
Sin embargo, el modelo, según coinciden los expertos, no es fácilmente extrapolable. “Son factorías con tecnología avanzada y un gran volumen de empleo que permiten esa adaptación flexible, mientras que el aparato productivo instalado en otras líneas industriales y mucho menos en los servicios no permite esa disponibilidad”, asegura Beneyto. “En las empresas de automoción hay una fuerza sindical importante que actúa de contrapeso a las políticas empresariales y favorece este tipo de negociaciones”, añade Alós-Moner.
A pesar de todo, se presenta como uno de los retos sindicales para avanzar en el esquema de actuación clásico de las centrales, “que siempre han combinado estrategias de negociación con estrategias de presión”, concluye Beneyto.