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Columna
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Una solución global para la evasión fiscal

El tema del impuesto de sociedades desapareció de la agenda pública estadounidensecuando el fundador de Apple, Steve Jobs, estaba en la cresta de la ola, y así continuó durante el resto de su vida. Pero ahora el asunto está de vuelta, y Tim Cook, sucesor de Jobs al frente de Apple, tiene un problema de relaciones públicas.

Tras el testimonio de Cook este martes ante un comité del Senado, el caso parece razonable. La tasa impositiva de la compañía, que incluye los impuestos en diferido, fue del 25% en 2012. Es un nivel respetable. No lo es el tipo del 17% que efectivamente pagó. Las controvertidas filiales irlandesas de Apple, que no presentaron declaración alguna a pesar de recibir la mayor parte de los beneficios de la empresa, son perfectamente legales. La empresa tiene la obligación con sus accionistas y clientes de minimizar el pago de impuestos.

Sin embargo, el mundo se ha vuelto más sensible a los barrocos planes fiscales, y las prácticas de Apple, ya no cuelan. Por ejemplo, no convence que la filial internacional de operaciones de Apple ni siquiera presentara una declaración de impuestos, a pesar de recibir un 30% de su ganancia global. Se benefició de una ambigua situación jurídica en la que no es ni irlandesa, ni estadounidense.

El mundo se ha vuelto más sensible a los barrocos planes fiscales y las prácticas de Apple ya no cuelan

Para que estas prácticas fiscales funcionen, las empresas necesitan gobiernos cooperativos. De la memoria del Comité del Senado sobre Apple se desprende que las autoridades fiscales de Estados Unidos son reacias a probar sus poderes.

Cook pedirá una simplificación tributaria en Estados Unidos, pero lo que realmente hace falta es un acuerdo internacional sobre el impuesto de sociedades a las grandes empresas.

Podría funcionar. Los refugios fiscales para particulares ya están bajo presión, y el caso de Apple una señal de que al público no le gustan las artimañas corporativas. El siguiente paso es un acuerdo para gravar los beneficios donde realmente, y no donde legalmente, se ganan, y para limitar los alicientes fiscales a las empresas. El libre comercio ha sido una bendición global. Unos impuestos justos también lo serían.

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