Cómo saldrá de la crisis el negocio de la obra civil
Las estrecheces presupuestarias, las dificultades para atraer inversión privada y las serias restricciones de crédito financiero son elementos que atenazan a los Gobiernos de medio mundo y conviven con la necesidad de crear nuevas infraestructuras y renovar las ya existentes en busca de la competitividad. El negocio de la ingeniería y construcción está en plena evolución. Nick Chism, responsable global del área de infraestructuras de KPMG, James Stewart, presidente de las misma división, y Stephen Beatty, jefe del área para América, firman un informe sobre diez tendencias que van a dar la vuelta en los próximos cinco años al modelo de desarrollo conocido en las dos últimas décadas, así como a las prioridades de los Gobiernos y grandes empresas privadas que siguen demandando ingeniería.
Los tres expertos hablan de la dificultad de casar planificación a largo plazo en infraestructuras con el cortoplacismo electoral, así como de un mayor foco en inversiones con claro retorno económico, en detrimento del rendimiento social. Estas son las palancas que van a mover a un sector liderado por las constructoras y concesionarias españolas.
1. Los costes se trasladan a los usuarios. El pago por uso se impone en todo el mundo ante la falta de liquidez de los Gobiernos para atender el mantenimiento de las grandes obras. En numerosas ocasiones se opta por la instauración de tarifas o por recuperar los costes por la vía impositiva. “No cabe duda de que se tratará de una cuestión política”, dice el informe de KPMG refiriéndose también a la subida de precios en la energía o en el agua. Desde su punto de vista se trata de la respuesta inevitable para la financiación de infraestructuras. “Establecer precios realistas en los servicios sufragados por los ciudadanos servirá para que estos tengan más clara la relación entre precio y consumo, reduciéndose la necesidad de mayores inversiones en el futuro, y permitirá a los Gobiernos canalizar los fondos a proyectos de máxima prioridad”.
En España existe un fuerte debate sobre el coste real de llevar el agua hasta los hogares, la tarificación de las autovías o las ayudas al desarrollo de las energías renovables. “En nuestro país ya apreciamos esta tendencia en las subidas del precio de billete del Metro de Madrid, en mayores tasas aeroportuarias o en los peajes de autopistas. El sistema de pago por uso requiere la máxima transparencia para que el ciudadano sea consciente de lo que paga, y es deseable que los fondos captados repercutan en el mantenimiento y mejora del propio servicio”, reflexiona Ramón Poch, Socio de KPMG.
La patronal del sector de las concesionarias de autopistas calcula que el Estado podría ingresar más de 8.000 millones anuales imponiendo peajes en los más de 15.500 kilómetros de autovías del país. La implantación de sistemas de control de tráfico y gestión de cobros rondaría los 2.000 millones de euros. Quienes defienden esta apuesta hablan de una solución para la factura del mantenimiento de las carreteras y un mayor equilibrio entre la red de autopistas de peaje y las autovías de libre circulación.
2. Mayor protagonismo de los gobiernos. El mundo de las infraestructuras es global y los países compiten por la inversión ofreciendo seguridad jurídica y garantías de rendimiento. Los Estados buscan vías indirectas para no comprometer el presupuesto en grandes obras, pero quieren seguir influyendo en su definición. En algunos casos se está haciendo hincapié en la mejora de las condiciones crediticias y en la reducción de riesgos para captar inversión privada. Brasil con la intervención del BNDES en la financiación de infraestructuras, EE UU con sus fondos Tifia, o Chile garantizando ingresos mínimos en las autopistas, allanan el camino a las empresas que optan por invertir en sus planes de obra civil. Desde KPMG se resalta el auge de la financiación multilateral en los países en vías de desarrollo y los esfuerzos de las Administraciones por adaptar la regulación al nuevo entorno de colaboración público-privada.
“Replantear los pliegos de los concursos o alargar la vida de las concesiones a cambio de inversión” son vías para fomentar el apoyo privado, explican Ramón Poch y Fernando Vizoso desde KPMG España.
3. A la espera de una reactivación de la cartera de proyectos. “Los políticos están obcecados con un horizonte a corto plazo, los mercados financieros están en horas bajas y los presupuestos para el desarrollo también se han reducido”, explica KPMG en su informe sobre tendencias en infraestructuras. La cartera global de proyectos sumó escasas novedades en 2012, salvo en mercados de compleja entrada como el chino. Sin embargo, hay planes anunciados años atrás a la espera de un mejor entorno económico. “Los planificadores de los proyectos han estado trabajando activamente el año pasado replanteándose sus programas a la espera de que surjan las condiciones económicas, financieras, políticas y sociales adecuados”. De un mayor periodo de maduración durante la fase de planificación deberían resultar, a juicio de la consultora, concursos mejor planteados y con posibilidades de éxito. También se extiende la tendencia que cede al sector privado la responsabilidad en la planificación a través de las ofertas no solicitadas.
KPMG augura un repunte en proyectos de infraestructuras en EE UU, Brasil, Colombia, Uruguay, Chile, Sudáfrica, China e India. Fernando Vizoso recuerda que constructoras medianas españolas están descubriendo interesantes mercados en Asia o África, hasta ahora no contemplados por el sector español de la construcción.
4. El centro de atención se traslada a las ciudades. Las grandes urbes acogen a la mitad de la población mundial, son responsables del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero y consumen el 80% de la energía. Además, impulsan la mayor parte de la producción mundial y miden su competitividad en base a la funcionalidad de sus infraestructuras.
Los expertos de KPMG advierten cómo los dirigentes de las mayores ciudades marcan la agenda de desarrollo de sus regiones e incluso de sus países. Otra clara tendencia es la de la vinculación de la inversión en infraestructuras al crecimiento económico. El área metropolitana de Greater Manchester, con la mejora de las conexiones con la periferia y la revitalización del casco urbano es un caso de éxito en el que el desarrollo de infraestructuras ha impulsado la actividad económica y motiva mayor recaudación tributaria.
Ramón Poch va más allá de la construcción y recuerda que el concepto de smart city también engloba a los servicios, donde se está dando una fuerte competencia por una oferta multisectorial que aporte ahorros a la Administración.
5. Aprovechar al máximo los activos existentes. Durante los últimos 20 años han surgido innumerables proyectos de nueva construcción que durante la próxima década se tratarán de poner en valor. “En algunos casos, los responsables de las infraestructuras tratan de ampliar el ciclo de vida muy por encima del previsto en el diseño original”, un hecho que obliga a intensificar el mantenimiento. Otros nichos de negocio crecientes son el de la incorporación de tecnología para dar valor a las infraestructuras, su ampliación y mejora para garantizar la resistencia.
En tiempos de restricciones presupuestarias y consolidación fiscal, los Gobiernos también intentan exprimir el valor de los activos mediante su venta. Es el caso de Aena en España, del alargamiento de concesiones en autopistas francesas a cambio de inversión privada o de la concesión de los aeropuertos brasileños.
6. La capacidad de respuesta, clave competitiva. El terremoto de Japón de marzo de 2011, que motivó en el incidente nuclear de Fukushima, o el huracán Sandy que azotó la costa Este de Estados Unidos el pasado octubre son catástrofes de impacto prácticamente global. “Las infraestructuras modernas son mucho más susceptibles a estos riesgos incluso en los mercados más sólidos”, recuerdan desde KPMG, refiriéndose a la interconexión de todo tipo de infraestructuras y a la necesidad de proteger activos valiosos del impacto de catástrofes para asegurar la estabilidad económica y política, así como para reducir el tiempo de recuperación.
Además de las catástrofes naturales, empresas y Administración muestran preocupación ante posibles ciberataques que pongan en jaque las redes de seguridad, aprovisionamiento energético e infraestructuras de transporte.
7. Surgen nuevos modelos de infraestructuras. Los desarrolladores se plantean cómo recuperar el coste de mantenimiento y operación; de qué modo repartir los riesgos entre licitadores, contratistas y financiadores, o cómo proyectar el impacto del crecimiento económico y la protección del medioambiente. La necesidad de una mayor rentabilidad operativa también es un catalizador del cambio en los planes de infraestructuras, donde toman fuerza los enfoques comerciales.
8. Se acelera el pulso tecnológico. La última década ha estado marcada por el progreso tecnológico en busca de eficiencia y de nuevos campos de negocio, como las energías renovables. La gestión de infraestructuras está motivando infinita cantidad de datos en tiempo real, pero la capacidad para analizarlos y aplicarlos a una mejor toma de decisiones sigue siendo limitada. Ciudades como Río de Janeiro o Londres utilizan ya estos sistemas para anticipar problemas, agilizar las operaciones e incluso distribuir partidas presupuestarias.
9. La reducción de costes pasa a primer plano. El deseo de invertir supera la capacidad de hacerlo. Los Gobiernos apuestan por obras asequibles y el control de costes va ser una máxima en los próximos años. En España las ingenierías demandan un mayor papel en la elaboración de los proyectos para garantizar una correcta ejecución presupuestaria.
10. Se recrudece la guerra por el talento. “Uno de los obstáculos mayores y menos tenidos en cuenta para la capacidad global de hacer frente a los retos en infraestructuras es la falta de personal cualificado y con talento”, cita el informe. Además de profesionales sobre el terreno se está poniendo de manifiesto un déficit en cuadros directivos.
La construcción española, tras proyectos por un billón anual
En medio mundo se reconoce a la construcción española por su capacidad para competir en precios, lo que motiva tensiones con los Gobiernos cuando toca renegociar el presupuesto de las obras. Sin embargo, el principal aval de los ACS, Ferrovial, FCC, Acciona, Sacyr, OHL o San José, entre otras, es su experiencia, la cualificación de sus ingenieros e incluso la capacidad de atraer capital para financiar grandes proyectos.
A lo largo de 2011, según datos recogidos por Deloitte en su informe European Power of Construction, las 50 primeras constructoras europeas facturaron algo más de 300.000 millones de euros. Siete de ellas son las españolas citadas anteriormente. Su crecimiento en plena crisis de la obra civil en España se debe a la salida fuera del mercado doméstico.
Lejos de este país compiten por los 200.000 millones en inversión anual que se mueve en Norteamérica (42.000 millones en infraestructuras de transportes); los 230.000 millones que se ponen en juego en Latinoamérica (32.000 millones en infraestructuras de transporte), y algunas, como ACS, pugnan por las obras promovidas en Asia y Oceanía, por un total de 491.000 millones al año.
Europa sigue generando inversiones por cerca de 300.000 millones anuales y en África comienza a florecer un mercado de 60.000 millones anuales, el 40% dedicado al mundo de los transportes.