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Columna
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La vida después del rescate a Chipre

Los bonistas no parecen haberse enterado, pero Chipre ha cambiado su mundo. Es algo de celebrar, pero también digno de preocupación.

Lo más positivo que se puede sacar de la crisis chipriota es que los acreedores de los bancos, incluidos los tenedores de bonos sénior, cargan finalmente con el coste del rescate. Hubiera sido mejor si la eurozona hubiese seguido esta línea antes, por ejemplo en 2008, cuando el gobierno irlandés endeudó a la nación para restringir las pérdidas de los proveedores de capital bancario. Pero mejor tarde que nunca. Unos inversores en bonos bancarios más exigentes deberían obligar a los banqueros a ser más disciplinados. Es un paso adelante, pero los prestamistas más débiles sufrirán.

Aunque este “rescate” de los prestamistas es bienvenido, el nuevo mundo post-Chipre tiene algunas cuestiones alarmantes. La salida potencial de Chipre del euro hace que la moneda única parezca menos unida, tal y como lo hace la discusión de los controles de capital en la eurozona.

El norte de Europa puede llevar a una austeridad que fomente la rebelión popular

La voluntad de cuestionar la idea de adhesión irreversible y de la libertad de capitales podría llevar a los inversores al pánico de forma rápida. Además, los políticos del norte de Europa, animados por haber puesto en vereda a Chipre, puede obligar a un grado de austeridad que fomente la rebelión popular.

Para los inversores, el aspecto más preocupante de la crisis de Chipre es la voluntad de las autoridades por cambiar las reglas del juego en medio de la partida. Es difícil saber qué hacer con la primera propuesta de rescate, que invirtió la jerarquía legal de los acreedores, perdonando a los prestamistas sénior mientras se castigaba a los depósitos seguros. Y los inversores deberían preocuparse de la insistencia por que la deuda del gobierno de Chipre deba ser del 100% del PIB en 2020.En qué lugar deja esto a Italia si necesita ayuda?

Chipre es única por el tamaño de sus bancos y las relaciones con Rusia. Pero es como otro miembro de la eurozona a la hora de un rescate: el país y sus acreedores deben ponerse de acuerdo. La próxima vez será diferente, no necesariamente mejor.

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