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Columna
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El banco central ruso se ‘putiniza’

Elvira Nabiullina tiene los peores antecedentes posibles para dirigir el banco central ruso: es una aliada cerrada de Vladimir Putin. La antigua ministra de economía, actualmente asesora económica jefe del presidente, tomará el cargo en junio. Su nombramiento ha sido recibido con escepticismo.

El Banco Central de la Federación Rusa fue una de las últimas instituciones en permanecer fuera del alcance autoritario de Putin. Ha seguido un rumbo independiente y ha protegido a su moneda durante la crisis de 2008 y en adelante. Ahora, la prudencia parece que se la lleva el viento si la protegida del presidente lleva a cabo una política monetaria más laxa, favoreciendo unos tipos de interés más bajos sobre una moneda estable y una inflación moderada.

Este es el peor de los escenarios. Por ahora, Nabiullina merece el beneficio de la duda. La administración del banco central está decepcionada porque ninguno de los suyos no estará al mando, pero no es razón suficiente para desestimar la seriedad del nombramiento de Putin. Una fuente de preocupación es que la formación económica de Nabiullina se remonta a los días de la Unión Soviética. Uno puede cuestionarse la relevancia de esa formación académica.

Su primer problema será cómo responder a las llamadas, de Putin y de otros, para bajar los tipos de interés para dar vida al ralentizado crecimiento del PIB ruso. El FMI cree que la economía rusa está funcionando cerca de su máxima capacidad, por lo que cualquier estímulo monetario se traduciría en una mayor inflación. Además, es poco probable que el banco central ruso cambie sus planes para pasar a una política inflacionista. Finalmente, una mayor facilidad del dinero podría debilitar a la moneda, e incluso Putin no sería lo suficientemente estúpido como para arriesgarse a una crisis de confianza en el rublo.

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