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Nuevo régimen político

Desafíos económicos de una Escocia independiente

En 2014 los escoceses decidirán si quieren seguir dentro del Reino Unido La economía del nuevo Estado no será la misma con la libra o el euro

Thinstock

Falta poco más de año y medio para que los escoceses decidan, por fin, con papeletas y sin medias tintas, si quieren estar dentro o fuera de Reino Unido. In or out. Simple y, sobre todo, vinculante. Unos cinco millones de escoceses tendrán derecho a opinar. El ministro principal de Escocia, Alex Salmond, y el primer ministro británico, David Cameron, firmaron en octubre en el histórico Acuerdo de Edimburgo que el resultado será acatado por ambos gobiernos sea cual sea. Así que en otoño de 2014 se pondrá punto seguido (o final) a una unión que comenzó en 1707 cuando el Parlamento escocés ratificó el Tratado de la Unión.

El cómo y cuándo se llevará a cabo ha sido fijado en una ley llamada Scotland Act, que da autoridad total al Parlamento escocés para poner en marcha el referéndum y los independentistas sueñan ya con una nueva hechura para su país.

El ministro de economía del parlamento escocés, John Swinney, dice que la Escocia independiente podría convertirse en la sexta potencia económica del mundo. El petróleo del mar del norte sería su mayor recurso para escalar tan alto en el podio, “un fuel del que Reino Unido se ha estado beneficiando demasiado tiempo", afirma. Para Swinney, "Escocia contribuye más a las arcas de Reino Unido en impuestos de lo que obtiene en inversiones públicas".

¿Es realista la ambición del ministro o, al contrario, se convertiría en un estado soberano más pequeño y vulnerable?

Owen Kelly, consejero delegado de la Scottish Financial Enterprise, que representa la potente industria de servicios financieros escoceses, identifica los cinco grandes caballos de batalla que tendrán que establecerse antes de decidir cuán poderosa sería la economía del nuevo país. “¿Qué moneda tendría? (¿libra? euro? ¿una nueva divisa escocesa?), ¿Qué política monetaria se formularía? ¿Cuáles serían los términos de la relación de Escocia con la Unión Europea? ¿Cómo sería la regulación fiscal? ¿Qué supondría la independencia escocesa para el mercado único de Reino Unido y para los servicios financieros?”, son solo algunas. Si se conocieran las respuestas concretas a estas preguntas, las compañías radicadas en Escocia podrían evaluar cuál sería el impacto de votar sí a la independencia. Uno de los miedos financieros más palpables es que los costes de los préstamos bancarios serían más altos, por su tamaño y por las incertidumbres que genera el nacimiento de la economía de un nuevo país.

Aunque el referéndum sucederá en 2014, el traspaso de poderes se retrasará aproximadamente a mayo de 2016, para cuando están previstas las próximas elecciones al parlamento escocés. A más de tres años vista Alex Salmond, el ministro principal, ya está comenzando a preparar la Constitución del país. Tener una Carta Magna escrita será otro de los elementos que distinguirá a Escocia de Reino Unido.

El SNP (Scotish National Party) ha creado también una visión de cómo funcionarán y cómo el futuro Gobierno apoyará a los negocios y al sector financiero. El servicio de asesoría financiera del Ejecutivo escocés (FiSAB en sus siglas en inglés) basa su estrategia en tres pilares:

Fortalecer la masa laboral del país, mejorar la imagen de Escocia como localización estratégica para hacer inversiones y asegurar una “sólida red de apoyo a los negocios". En un estudio publicado en septiembre de 2011, el Gobierno escocés aseguró que recortaría las tasas a las empresas hasta el 20% (cuatro puntos porcentuales más baja que la actual en Reino Unido y tres puntos menos que el tipo que el Gobierno de Cameron quiere imponer para 2014/2015). Aseguran que el beneficio a los servicios financieros sería considerable, pero los economistas se cuestionan si una Escocia independiente podría permitirse bajar los impuestos.

¿Una divisa escocesa?

La moneda es quizá el mayor misterio de la nueva Escocia. Alex Salmond ha asegurado que Escocia mantendrá la libra inmediatamente después de la independencia, pero que unirse al euro es una posibilidad a largo plazo, "aunque debería ser aprobado por el pueblo", añade. El ministro de Economía de Reino Unido, George Osborne, ha declarado que los detalles de una unión monetaria entre los dos estados no han sido considerados por el SNP. "La independencia significaría una tasa de interés más alta en Escocia". Es decir, con la libra, Escocia no tendría independencia monetaria ni fiscal.

La creación de una moneda independiente escocesa generaría otros problemas. Los servicios financieros escoceses cuentan ahora con el apoyo indispensable de la City, cambiar de moneda sería igual a construir un muro entre la economía escocesa y la prosperidad que actualmente obtienen de ese centro financiero.

Pocas opciones de victoria del 'sí'

El sí tiene muy pocas opciones de ganar, según la fuentes consultadas por CincoDías. Los sondeos llevados a cabo varían mucho sus resultados. La única institución que ha hecho una pregunta similar a la del referéndum a lo largo del tiempo ha sido The British Social Attitudes, que viene preguntando lo mismo a los escoceses desde la fundación del Parlamento Escocés en 1999. Sus datos conceden un apoyo a la independencia de entre un cuarto y un tercio del electorado. Sus encuestas más recientes le dan apenas un 32% de respaldo al sí.

El partido en el poder en Escocia, el SNP (Scotish National Party) ha utilizado como argumento de esperanza su abrumadora mayoría en las elecciones del 2011, pero hay que diferenciar entre quienes quieren una Escocia con más poderes y los que estarían dispuestos a desvincularse por completo del poder de Westminister.

El ministro principal, Alex Salmond, defiende que ha adquirido la buena costumbre de no meterse en los asuntos de otros estados independentistas del mundo y asegura no sentir presión ante la atenta mirada de territorios con idénticas aspiraciones como Cataluña, País Vasco o la vecina Irlanda del Norte. La realidad es que muchas regiones independentistas observan cada uno de sus pasos con atención. “Hay muchos otros precedentes internacionales, especialmente el establecimiento de la República Checa y Eslovaca y la reunificación alemana", aseguró Salmond a mediados de enero en la Asociación de la Prensa Extranjera.

Otro ejemplo es el del referéndum de independencia de Quebec, en octubre de 1995, cuyos ciudadanos votaron a favor de seguir formando parte de Canadá con un 50,58% de votos contrarios a la secesión. La participación fue de un 94,5% de la población.

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