_
_
_
_
_
Tribuna
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

'Venture capital' en España

Se pierden en el tiempo los diversos esfuerzos públicos y también privados para poder crear y potenciar la creación de empresas innovadoras y tecnológicas, piedra angular de cualquier economía desarrollada. Pero si se analizan con detenimiento los informes de referencia en relación con la creación de empresas de base tecnológica emitidos por diversas instituciones nacionales e internacionales, la realidad empresarial de nuestro país y las bienintencionadas pero por lo general mal dirigidas iniciativas de todo tipo encaminadas a la creación de empresas tecnológicas o innovadoras, es fácil darse cuenta de que en España se carece de una estrategia definida y eficaz en relación con la creación de dicho tipo de empresas.

A la luz de todos los elementos anteriores, es esencial tener claro que una herramienta fundamental sin la cual será taxativamente imposible la creación de empresas tecnológicas en nuestro país es la existencia de un ecosistema de fondos de capital riesgo en el sentido de venture capital y no de private equity. Lo segundo es lo que abunda en nuestro país y que lo primero brilla por su ausencia, tanto que ni siquiera se hace una distinción terminológica en castellano entre cada uno de estos dos tipos de modalidades de inversión. Venture capital es una actividad que tiene la asunción de riesgos como elemento definidor mientras que el private equity carece de dicho elemento como parte de su esencia. ¿Por qué es imprescindible el venture capital? Porque la innovación lleva asociada un mayor riesgo empresarial que el habitual en sectores tradicionales y es necesario la existencia de equipos especializados en asumir riesgos de manera profesionalizada, que vivan desde una óptica de normalidad y aprendizaje con el fracaso de parte de los proyectos en los que inviertan y que además tengan capacidad de análisis desde el punto de vista tecnológico. Difícilmente podrán desarrollarse esas habilidades empresariales tomando como punto de partida paradigmas más conservadores de la empresa tradicional. Fijémonos en los países con mayor número de empresas tecnológicas como por ejemplo EEUU, Corea, Reino Unido e Israel. En todos ha jugado un papel esencial la existencia de un sector consolidado de fondos de venture capital profesionales y muy especializados.

Una de las consecuencias directas de la existencia de fondos de venture capital especializados es la incorporación de gestión empresarial profesional a nuevos proyectos en los que invierten dichos fondos. Un porcentaje muy elevado los emprendedores tecnológicos en nuestro país no tienen experiencia empresarial de gestión en puestos directivos de responsabilidad, lo cual creo que no es suficientemente tenido en cuenta en España por las instituciones públicas financiadoras de proyectos innovadores empresariales. En mi experiencia es habitual ver mucha materia gris en proyectos emprendedores con cientos de miles de euros en ayudas públicas, avalados por instituciones de prestigio que viven durante años al borde del precipicio por no gestionar de manera profesional sus proyectos desde el punto de vista empresarial. Las ayudas públicas deberían contemplar seriamente este escenario y poner en el mismo plano de importancia la estrategia empresarial generadora de ingresos que a la innovación pura ya que es necesario el desarrollo de empresas tecnológicas y no tanto el desarrollo de la tecnología o de la ciencia, aunque parezca contradictorio. Por otro lado, es imprescindible que personas con una formación y carrera científica o técnica estén tomando decisiones sobre en qué proyectos hay que invertir, lo cual es bastante excepcional en España. Por una mera cuestión de formación, es imposible que un financiero, un economista o un abogado entiendan en profundidad conceptos científico técnicos. Esto parece una cuestión baladí pero es crucial porque la lógica empresarial lleva a invertir en aquellos proyectos que comprendemos mejor, y lo normal es que personas sin el bagaje adecuado a la hora de la verdad se muestren reticentes cuando tengan que tomar la decisión de invertir en proyectos que en el fondo no comprenden.

En España se dan las circunstancias, sobre todo el capital humano, para desarrollar proyectos tecnológico empresariales de relevancia mundial y eso es algo que todos deberíamos tener claro y empezar a asumir responsabilidades para que dichos proyectos puedan salir adelante. A modo de ejemplo, España es un país líder a nivel mundial en cuanto a producción científica de base en uno de los sectores clave de la economía mundial, la biotecnología y más en concreto en el campo de la biotecnología aplicada a la medicina, un sector que está experimentando en estos instantes un cambio de paradigma que abre un enorme rosario de oportunidades para crear nuevas ideas y por lo tanto nuevas empresas. Si somos capaces de gestionar desde la perspectiva del venture capital el flujo de nuevos proyectos que va produciendo nuestra comunidad investigadora, nos llevaríamos una agradable sorpresa y entraríamos sin duda en el reducido grupo de naciones que van diseñando el mundo del mañana a través del conocimiento.

Alberto Díaz González es socio de Hernández-Echevarría Abogados

Archivado En

_
_