¿Es probable que Guindos presida el Eurogrupo?
Luis de Guindos, nombrado presidente del Eurogrupo (consejo de ministros de Economía y Finanzas de la zona euro). ¿Es probable ese titular? A corto plazo, parece que no. Pero la candidatura de un español gana enteros si la respuesta es menos inmediata. Veamos por qué.
Durante ocho años, la presidencia del Eurogrupo ha sido un objeto de deseo inalcanzable. La perenne presencia de Jean-Claude Juncker al frente del grupo hacía que ningún colega del luxemburgués se plantease su relevo. Solo la Francia de Nicolas Sarkozy intentó moverle la silla a finales de 2009, aprovechando la entrada en vigor del Tratado de Lisboa. Pero sin éxito. Juncker sobrevivió. Y los demás esperaron, como en la canción de Silvio Rodríguez, a que algo le "borre de pronto, para no verle tanto, para no verle siempre".
Quienes querían perderle de vista colmarán por fin su deseo el 21 de enero, fecha señalada por el propio Juncker para que el Eurogrupo nombre a su sucesor. Y en la carrera por elegir al segundo presidente estable en la historia del Eurogrupo (antes de Juncker, los ministros rotaban cada seis meses), ha entrado, nada a su pesar, el titular español de Economía, Luis de Guindos. De ahí que surja una pregunta, al menos en España: ¿tiene posibilidades Guindos de ocupar la presidencia del Eurogrupo?
La respuesta difiere en función del plazo que se fije para responderla. Si es a corto, parece que Guindos no tiene muchas posibilidades. En Bruselas se da casi por seguro el nombramiento del holandés, Jeroen Dijsselbloem. Un socialista en medio de ministros conservadores, pero que se auparía a la presidencia del Eurogrupo gracias a la triple A de su país y, sobre todo, al apoyo de Berlín.
Esas dos bazas parecen pesar más que los inconvenientes de Dijsselbloem, que representa a uno de los países más reacios a la integración de la zona euro. Holanda no ha ratificado todavía el Tratado de Estabilidad del Euro, no participa en la iniciativa para crear un impuesto sobre las transacciones financieras en la zona euro y ha contribuido a frenar y aguar, en línea con Alemania, el proyecto de unión bancaria.
Esos credenciales euroreticentes ya han levantado suspicacias en el Parlamento Europeo, así como la anunciada intención de Dijsselbloem de compaginar la presidencia del Eurogrupo con su puesto como ministro. El propio Juncker advirtió la semana pasada que la carga de trabajo del presidente es enorme, pues incluye incesantes contactos previos a la reunión de cada mes. Y si un ministro de un país de 400.000 habitantes como Luxemburgo ha encontrado difícil la conciliación, cabe imaginar el desafío para el de una potencia económica como Holanda. Juncker ya ha advertido que si su sucesor no tiene tiempo para escuchar a todos los ministros "en seis meses, se verá el desastre".
Ese fracaso, de consumarse, impulsará sin duda el debate sobre la reconversión del Eurogrupo en una estructura más estable con presidente a tiempo completo. Sobre todo ahora que Alemania ha retirado su tradicional oposición a convertir el Eurogrupo en un verdadero contrapeso político de la autoridad monetaria del Banco Central Europeo.
En esta segunda hipótesis, la candidatura de un español, sea Guindos u otra persona, gana mucho más sentido. Y el empeño del entorno del ministro español por mantener vivas sus aspiraciones podría jugar a su favor para la elección del primer presidente exclusivo del Eurogrupo.
Primero, porque España siempre ha defendido el fortalecimiento del Eurogrupo y está en la vanguardia de los países dispuestos a ceder soberanía en términos de control presupuestario y macroeconómico. Y segundo, porque la cuarta economía de la zona euro y quinta de la UE está claramente infrarrepresentada en todos los órganos de dirección económica del club comunitario.
Un finlandés ocupa la comisaria europea de Asuntos Económicos; los italianos copan la presidencia del Banco Central Europeo, de la autoridad Bancaria Europea y la dirección general de Economía de la Comisión; un alemán dirige el fondo de rescate; un holandés, la Autoridad europea de Mercados y Valores; un portugués, la Autoridad Europea de Seguros; un austriaco, el grupo técnico que prepara las reuniones del Eurogrupo; una británica, la Comisión de Economía del Parlamento Europeo... Y antes siquiera de estrenarse el nuevo Mecanismo de Supervisión Financiera, que controlará a casi todos los bancos españoles, los pasillos comunitarios ya dan por seguro que Francia se hará con la presidencia.
España, en cambio, ha desaparecido en dos años del organigrama económico de la UE, después de una década ininterrumpida de ocupar el puesto de Comisario europeo de Economía (con Pedro Solbes y Joaquín Almunia). Desde mayo de 2011, ni siquiera se sienta en el Comité Ejecutivo del BCE, donde, salvo imprevistos, no volverá a producirse una vacante hasta dentro de cinco años.
El flagrante desequilibrio geográfico contradice el principio que suele regir los nombramientos comunitarios, en los que el pasaporte de cada candidato no es el elemento decisivo, pero sí uno de los que debe tomarse en consideración. De modo que Guindos tiene razones para reivindicar el puesto de Juncker. O para suceder al sucesor del luxemburgués. Y la oportunidad podría no tardar, a la vista de la escasa longevidad política de los gobiernos holandeses.