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El Foco
Columna
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China 2060: auge y caída

El gigante asiático no tardará en ser la primera potencia económica mundial, aunque a costa del poder adquisitivo de sus ciudadanos. El autor opina que el modelo chino tiene poco recorrido.

Reviso las previsiones económicas, para el mundo, de la OCDE y del FMI. Las contrasto con las de los principales bancos mundiales: Goldman, Morgan Stanley, Santander, La Caixa, Banco Sabadell.

Llama la atención que, cada vez más y con mayor intensidad, las predicciones económicas usan mucha econometría. Es lo necesario para anticiparse y predecir el futuro económico, empresarial y de la vida de las familias e individuos. Salta a la vista que las estimaciones tienen vocación de muy largo plazo. Esto es sensato: ya sabemos que la próxima década (2013-2023), para Occidente y, particularmente, para España, va a ser mala: decrecimientos del PIB, primero, y estancamiento, después. Aumento del desempleo, hasta niveles insostenibles. Veremos hasta cuándo quiere el Gobierno mantener la percepción de que España no necesita un rescate.

OCDE, FMI y los servicios de estudios de los principales bancos del mundo coinciden -con variaciones- en que la economía mundial crecerá un 3% hasta 2060. Aunque habrá desequilibrios en el crecimiento entre regiones. China e India, aunque están desacelerando su crecimiento, seguirán creciendo por encima del 5%-6%. En cambio, la Unión Europea, durante muchos años, se mantendrá en el 1,5%-1,7%. Estados Unidos continuará la tendencia actual, y subiendo: del 2,2%-2,5% aumentará, progresivamente, hasta el 3%-3,5%. Con esos niveles de crecimiento, que coincidirán, en una primera fase, con el segundo mandato de Obama, el desempleo se reducirá en otros cinco millones de puestos, creados durante los próximos cuatro años. En total, cuando Obama deje la Casa Blanca se habrán generado diez millones de empleos privados: seis millones y medio más de los que fueron creados en los dos mandatos de Bush. Esto, cara a las elecciones presidenciales de 2016, favorecerá al candidato demócrata a la Casa Blanca. Máxime si Hillary Clinton se presenta a las primarias de su partido.

En China, donde no hay elecciones libres y acaban de realizar su particular y exclusiva forma de cambio de liderazgo, las predicciones económicas dibujan un escenario donde es necesario hacer explicaciones, entrar en matices y adoptar diversos puntos de vista. Resumiendo: en 2060, China será la primera potencia económica de la Tierra, seguida por Estados Unidos. En términos de producto interior bruto (PIB). Pero no en poder adquisitivo de sus ciudadanos: en este parámetro, China todavía no alcanzará la paridad ni con Estados Unidos ni con la OCDE ni con la Unión Europea.

Para los dirigentes chinos, ser la primera potencia económica de la Tierra será una buena noticia. Doblarán en tamaño a las economías japonesa, a toda la Unión Europea y a la OCDE. Incluir a India -con crecimientos del 5%-6% en PIB para los próximos decenios- en la ecuación supone ponerla junto a China: ambos países formarán, cada vez más, un bloque comercial y económico muy fuerte. También crearán de nuevo un bloque los países anglosajones de la Commonwealth y antiguo Imperio Británico. Casi ningún país anglosajón -excepto Estados Unidos, desde agosto de 2007 a junio de 2009; y Reino Unido, con altibajos- ha caído en la recesión en los últimos años. En cambio, la Unión Europea ha sufrido mucho la crisis y su importancia se desdibujará en los próximos decenios.

El problema demográfico aquejará enormemente a China, la Unión Europea y algunos países anglosajones. Con la política de solo un hijo de Mao, China entrará en barrena en 2060: entonces, un trabajador mantendrá dos pensionistas. Con razón, los chinos, poco o nada gastadores de por sí, ahorran pensando en su vejez. Sin redes sociales ni familiares que les mantengan en la vejez, los chinos tienen mucho miedo al futuro. Esta realidad afectará de lleno a la economía china, de manera negativa.

En los últimos diez años, siendo Hu Jintao su máximo líder, China tenía que haber conseguido el objetivo de crecimiento armónico. No lo ha conseguido y la economía y la sociedad chinas están llenas de desequilibrios y contradicciones: mucho ahorro y exiguo consumo; muchas exportaciones a terceros países (Estados Unidos, Unión Europea) y poco gasto en el interior. Enorme esfuerzo de los trabajadores que trabajan muchas horas a cambio de poco salario: aun así, son poco productivos y China está paulatinamente dejando de ser competitiva. Es el precio de no saber inventar, sino copiar: Apple volvió en la primera semana de diciembre de 2012 a fabricar rentablemente en Estados Unidos. La moneda china se mantiene artificialmente devaluada, para no perder el ritmo de las exportaciones. Pero es irreal y cortoplacista.

El Partido Comunista es la vanguardia del proletariado (Lenin, para qué). Y en China se cumple al dictado: los miembros del partido -despreciados y odiados, en muchos casos, por el pueblo al que supuestamente deben proteger, debido a la corrupción rampante- son los primeros en hacer negocios, vestir bien, conducir coches de gran cilindrada, tener posesiones que solo disponen los milmillonarios rusos y americanos.

El nuevo primer espada de China, Xi Jinping, ha prometido a un pueblo que no le ha elegido democráticamente que su principal labor es conseguir la prosperidad para todos. Arreglar los desequilibrios. Mantener la senda del crecimiento de los tres decenios previos y hacer que la riqueza no se quede en el partido, sino que llegue a la gran mayoría de la población. Para conseguirlo, el Ejército de Liberación cumple, y cumplirá, una labor esencial, que no es la que dice Kaplan (Foreign Affairs, junio 2010), de enfrentarse con Estados Unidos en algún momento del futuro inmediato, sino mantener a toda costa el orden social interno.

China se mirará cada vez más a sí misma para recomponer su puzle económico y social. Estados Unidos tiene una prioridad absoluta, que no es solucionar los problemas de medio mundo, sino los propios. Obama aumentará exportaciones, multiplicándolas por dos, y creará cinco millones de empleos en el camino. Los hispanos serán -más pronto que tarde- legalizados y dotarán a Norteamérica de la mano de obra que necesita y del recambio generacional que asegure el futuro. El modelo chino, por contraste, tiene poco recorrido y fecha de caducidad: 2060, o el canto del cisne, cuando se produzca su momento de máximo esplendor.

Jorge Díaz-Cardiel es Socio Director de ADVICE. Autor de 'Obama y el liderazgo pragmático', 'La reinvención de Obama' y 'æpermil;xito con o sin crisis'

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