Pesca artesanal 'a la española' contra los tsunamis
José Parajuá dirige un proyecto de la FAO para ayudar a los pescadores del sudeste asiático a diversificar su economía
El tsunami que arrasó la costa del sudeste asiático en la Navidad de 2004 y dejó 229.000 muertos devastó las ya de por sí escasas opciones de subsistencia de los países de la zona. Cuando han pasado ocho años del desastre, las costas de Tailandia, Indonesia, Sri Lanka, India, Timor, Filipinas, Vietnam y Camboya han recuperado su estructura y el paisaje, pero siguen siendo zonas muy vulnerables a las sacudidas del clima. "Nos acordamos del tsunami porque lo arrasó todo, pero la vulnerabilidad de estos países es endémica por los tifones, huracanes y movimientos de tierra, que amenazan constantemente su única actividad de subsistencia, que es la pesca", según José Parajuá, director del proyecto que la FAO arrancó hace cuatro años para recuperar las pesquerías artesanales y promover la diversificación económica de algunos de estos países.
España es el primer país contribuyente en el proyecto, con una partida de 16 millones de dólares (12 millones de euros). Estaba previsto destinar 19 millones de dólares, pero la crisis económica se cruzó. La experiencia de Parajuá en estas comunidades le hace relativizar la merma de la inversión. "Lo nuestro será coyuntural, habrá una salida, pero ellos están mal desde hace muchos años y estarán mal muchos años más".
Por el momento, y tras tres años de andadura, la iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura (FAO) en estos países ha logrado implicar a 60 comunidades pesqueras y a 9.000 pescadores. En total, el programa beneficiará a unas 35.000 personas cuya única actividad es, de forma directa o indirecta, la pesca de subsistencia.
Una de las prioridades del programa ha sido crear santuarios de pesca para proteger las principales especies comerciales, cuyo mercado es sobre todo local, a base de patrullas que controlen el tráfico de pesca ilegal en aquellas aguas e impidan cuanto sea posible la pesca de arrastre, muy agresiva porque a su paso se lleva el fondo marino. La tarea no resulta fácil en países con legislaciones y Administraciones débiles, donde resulta complicado que la ley se cumpla. "Ahí es donde la FAO tiene un gran papel de asesoramiento para po_ner en vigor normativas en colaboración con los Gobiernos locales y las cooperativas pesqueras", prosigue Parajuá.
Por ejemplo, los controles de las aguas para evitar la pesca ilegal: el seguimiento y la gestión del dispositivo se está llevando a cabo junto a las propias comunidades de pescadores, un reto porque muchos de ellos son analfabetos. De hecho, el programa de la FAO en esta zona persigue ayudar a la diversificación de las capacidades y de la actividad de las comunidades pesqueras ante los desastres climáticos que amenazan sus costas en permanencia. "La gran proyección pesquera de estos países empuja a la gente hacia la costa, que está superpoblada, porque la pesca sustenta cada vez a más personas. En Europa se destinan fondos para la reconversión de algunas actividades, pero aquí no existe nada de eso. Es delicado hablar de reducción de empleo sin ofrecer opciones alternativas", explica Parajuá.
Como ha sucedido en España, donde la costa se ha ido llenando de cemento para obtener ingresos del turismo de sol y playa, el sudeste asiático ha recortado inmensas zonas de manglares para abrir el litoral a la pesca. El problema es que estos ecosistemas funcionan como barrera de protección ante tifones y huracanes. Así que al final la creación de fuentes de ingresos alternativas a la actividad pesquera es una garantía de futuro. "Aquí las lluvias torrenciales y las frecuentes inundaciones se lo llevan todo por delante, por ello estamos intentando la replantación de manglares en zonas que habían quedado devastadas por el tsunami".
Al igual que Tailandia, donde el turismo se ha recuperado por completo desde 2004 -ya no quedan prácticamente hoteles libres para el periodo navideño-, la FAO tiene entre sus líneas de trabajo la promoción turística de las áreas más pobres, "que son preciosas y pueden ser otra fuente más de ingresos", concluyen desde este organismo.
La tradción, más eficaz que las leyes
Antes de poner en marcha este proyecto en el sudeste asiático, la FAO recurrió a un equipo de antropólogos para acercarse a la cultura de estos países y estudiar la forma más adecuada de proponer iniciativas, "sin imponer el punto de vista europeo". El resultado ha sido que tanto la organización como la Administración local se han servido de la ley ancestral del tarabandu para proteger la pesca de las capturas ilegales.Según esta ley tradicional no escrita, cada comunidad dicta sus propias normas, colgando de un árbol una serie de amuletos que avisan de la nueva medida que ha sido tomada, en este caso la prohibición de la pesca en aguas ilegales. "Todo el mundo lo cumple y ha sido mucho más efectivo que imponer prohibiciones oficiales que nadie entiende", explican desde la FAO, además de que hubieran supuesto mayores inversiones en inspectores y medios de control para los cuales no hay medios.En Timor, uno de los países donde trabaja esta organización de Naciones Unidas, el tarabandu está en pleno proceso para convertirse en ley oficial, una prueba de que "el conocimiento cultural es muy importante, así hemos podido trabajar de abajo hacia arriba, en colaboración".