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Suspender en los pupitres

La carencia de formación económica del ahorrador le hace vulnerable a abusos financieros por lo que es necesaria la llamada "alfabetización financiera"

Hay miles de españoles que estos días concilian mal el sueño. Una única pregunta les ronda los pensamientos durante esas largas noches de duermevela. ¿Si hubiera tenido más cultura financiera, habría evitado invertir buena parte de mis ahorros en preferentes, obligaciones subordinadas o swaps, entre otros productos de riesgo? Una decisión con la que muchos de ellos han comprometido su futuro y parte de su vida.

Con la perspectiva que da el tiempo, parece fácil contestar que sí, pero esto también sería tratar a los afectados como culpables y resultaría una enorme injusticia. Porque es imposible trazar un análisis profundo del valor de lo que los anglosajones llaman "alfabetización financiera" sin hacernos más preguntas. Algunas, de complicada y dolorosa respuesta. ¿Hasta qué punto son responsables las entidades financieras de formar a sus clientes?

"Hasta ninguno". Esta es la contestación a quemarropa de Víctor Alvargonzález, director de inversiones de la agencia de valores Tressis. "No son una academia ni una universidad, ni tampoco un máster". ¿Entonces? "Son", añade, "responsables de ofrecer a sus clientes productos adecuados a su situación personal y patrimonial, que es precisamente lo que no se hace cuando vendes acciones preferentes a alguien que lo más que ha hecho en su vida financiera es contratar un depósito a plazo".

Los consumidores creen que cada día "hay más fraudes y más engaños"

Muchos inversores desconocen que un fondo se puede cambiar sin tributar

Sin conocerse, este experto parece que estuviera hablando con precisión de relojero suizo de Jesús Ros. Su historia resume la de muchos otros. Su voz suena como la de otras mil. Sin embargo, el sueño, estos días, tarda en llegar. A sus 57 años se reconoce un "inversor de depósitos. Nunca me ha interesado la Bolsa, porque no la entiendo y no soy un especulador, ni tampoco tengo ningún sentido de la avaricia", narra. Lo que sí tenía era un depósito de 50.000 euros contratado con la antigua Caja Madrid. Cuando venció, una responsable de su oficina, a la que conocía desde hacía 11 años, le ofreció participaciones preferentes. Dio igual que el test de idoneidad (obligatorio) mostrara que no cumplía el perfil para ese instrumento.

?Esto es un formalismo. No vale para nada ?recuerda Jesús Ros que le dijo su asesora. Ros invirtió los 50.000 euros. Hoy litiga para recuperar su dinero.

"Desde luego que me falta cultura financiera, pero tampoco sé de física cuántica; la diferencia es que de ello no depende mi futuro. ¿Necesito tener formación financiera para que el banco no abuse de mi confianza?", se pregunta este afectado.

Como primera consecuencia de esa interrogación, esa confianza, un axioma vital en este negocio, ha saltado por los aires entre algunas entidades y muchos clientes. A este desafío, bancos y cajas han contestado exigiendo más. "No pedimos que nuestros ahorradores sean expertos en finanzas; no es su obligación, pero sí deben entender conceptos básicos como que rentabilidad y riesgo siempre van de la mano", reflexiona Santiago García, responsable de productos de inversión de Citibank España.

Junto a esta enseñanza, David Cano, socio de Analistas Financieros Internacionales (AFI) y profesor de Economía, deja otra en el encerado. "¡Ojo!, tener educación financiera no significa saber cuándo hay que comprar acciones", aclara. "Pero sí supone tener algunos conocimientos que te ayudarán con tu fiscalidad o los recibos del banco. Además, y esta es la clave, estas habilidades son fáciles de aprender".

Pese a todo, algunos expertos tienen la sensación de verse envueltos en una desigual batalla. Uno de ellos es Manuel Pardos, presidente de la asociación de usuarios de banca Adicae. "¿Cómo vamos a responsabilizar al ahorrador?", se cuestiona con un tono de indignación. "Estamos aplastados por la publicidad convencional y la práctica financiera. Es como un tsunami. Resulta muy difícil y poco eficiente atacar a la publicidad engañosa". Lo asegura alguien que recibe en sus oficinas a unos cien afectados diarios solo por las preferentes. "Cada día hay más fraudes, más litigios y más engaños", zanja.

La enorme, como vemos, gravedad del problema reivindica a su vez la importancia de la formación financiera. Entre otras razones, para evitar que las entidades nos vendan lo mismo, pero de distinta forma. Por ejemplo, las cláusulas suelo de las hipotecas se han vuelto tan impopulares que algunos bancos las han cambiado por unos diferenciales superiores al 2%. Por tanto, si los niveles de suelo estándar eran del 3%, con esos diferenciales se pagan los mismos intereses que antes, advierte Elisa Morillo, directora de expansión de Foro Consultores.

En el fondo, bastantes entidades han faltado a su deber de informar de forma veraz y correcta a sus ahorradores. Tanto es así que algunas se olvidaron de que deben advertir de los riesgos que se corren al contratar un producto, y no hablamos solo de perder el dinero, sino, y esto a veces no se recuerda, de ganar menos de lo previsto, como ha sucedido con muchos productos garantizados. Lo que demandan los clientes es una rentabilidad acorde con su perfil de riesgo. "Es como quien va al médico; quieres que te cuide la salud, no aprender medicina", describe Víctor Alvargonzález.

Sea como fuere, vivimos, como decía, jugando con el nombre de su propia cabecera, una reciente publicidad del periódico Financial Times, "tiempos financieros", y hay algunos deberes que el ahorrador no puede dejar en manos de nadie. Primero, por carencias históricas. "Existen países que tienen una larga tradición de ahorro. En España, esta cultura está menos arraigada, por lo que la necesidad de formación ha sido mayor", avanza Francisco Uría, socio responsable del sector financiero de KPMG. Y segundo, al haber también menos ahorro, las entidades se han visto obligadas a lanzar campañas más agresivas para captarlo. De ahí buena parte de los problemas vividos. Moraleja: si conoces las reglas, es más complicado llevarse sorpresas.

Está claro, pues, que los consumidores tienen que hacer sus propios deberes, porque hay carencias evidentes. Un trabajo de septiembre pasado de Inverco (patronal de fondos y planes de pensiones) revela que solo tres de cada 10 partícipes en fondos aseguran haber leído con detalle el folleto que describe las características y la política de inversión del mismo. Y únicamente cuatro de cada 10 entrevistados saben que pueden traspasar o cambiar su inversión de un fondo a otro sin tributar. Algo básico.

Este desinterés se aprecia incluso cuando aparecen las reclamaciones. "Los consumidores solo acuden a las asociaciones cuando tienen el problema planteado", señala Manuel Prados, de Adicae. Esto debe cambiar si el inversor quiere superar sus manías y dejar de cometer errores. Santiago Daniel, responsable de inversiones de Deutsche Bank, ha recogido algunos de estos fallos a lo largo de su práctica profesional. He aquí un puñado. "Se mantienen las posiciones que arrojan pérdidas y se venden aquellas con ganancias; se compra en base a rentabilidades pasadas; se miden las pérdidas en euros, no en porcentaje, y se olvidan de algunos postulados básicos: una buena empresa no tiene por qué ser una buena inversión o no es inteligente intentar predecir el movimiento a corto plazo del mercado".

Y a medio camino entre la formación individual y confiar ciegamente en bancos y cajas de ahorros residen los asesores financieros independientes (no venden producto propio), que ayudan al cliente a tomar decisiones. En ese papel de tutela sí puede haber un cierto grado de enseñanza, y esto es algo positivo, porque el cliente adquiere seguridad al saber en qué invierte de la mano de alguien que trabaja para él, no para la entidad financiera que fabrica el producto.

Sin embargo, hay otras miradas que van más allá del asesoramiento y reivindican un cambio de enfoque que fusione formación financiera y una manera diferente de plantear la relación con las entidades. Es el paradigma ético. Lo defiende Joan Antoni Melé, subdirector general de Triodos Bank. "Lo que falta es cultura financiera ética. Conocer qué está haciendo la entidad con mis fondos. ¿Adónde van? ¿Para qué se usan?", se cuestiona el responsable del banco. "Cultura financiera es saber que el dinero siempre está activo en el mundo generando una realidad u otra. Entonces debes preguntarte: ¿Cuál es la que quiero ayudar a construir?".

Vivimos una época, lo estamos viendo, que acumula muchas preguntas bajo el dintel de la puerta. Lo interesante es que la formación financiera ayuda a encontrar algunas respuestas. O al menos esa es la idea de portales como Finanzas para Todos (desarrollado por la CNMV) o Portal Educativo (Banco de España), que pretenden acercar esos conocimientos al ahorrador de a pie. Y muy especialmente a los adolescentes, que son quienes, por tiempo vital, deben dar contestación a muchas de las cuestiones formuladas hasta ahora. El problema de estos portales públicos ?bien diseñados y con contenidos interesantes? es que solo acceden a ellos quienes los buscan, o sea, quien tiene el propósito de formarse, y por tanto no llegan a la gran masa de usuarios. Sucede lo mismo con los comparadores.

Por tanto, urge llevar la formación a las aulas. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) estableció hace tiempo una red internacional de educación financiera sobre la argumentación de que una población con mayores conocimientos es más propensa al ahorro y menos a sufrir problemas como los que hemos visto aquí. Por su parte, la Unión Europea planteó su contrarréplica y así llegó a España el Plan Nacional de Educación Financiera. De poco ha servido. "Nuestro país está a la cola de Europa en este tipo de formación", sentencia Josep Soler, director del Instituto de Estudios Financieros (IEF). Ante esto, ¿qué estrategia plantea? Su enfoque, y así lo están haciendo, es utilizar voluntarios (sobre todo prejubilados del mundo de la banca) para que enseñen esos rudimentos financieros a los chavales. "En Cataluña vamos a formar a 6.500 estudiantes de 4º de ESO [el último curso del ciclo], que es casi el 10% del total de los alumnos de ese grado matriculados en la comunidad", avanza Josep Soler.

El gran problema, una vez más, es que la crisis lo enreda todo. Esto se refleja en la falta de presupuestos para este tipo de enseñanzas. En este paisaje, las propuestas gratuitas que lleva a los pupitres el Instituto de Estudios Bursátiles (IEB) parecen una respuesta mientras esperamos que la recesión baje con menos caudal. El IEB imparte clases sobre Bolsa y mercados financieros en más de 300 colegios al año. Son conferencias dirigidas a los estudiantes de bachillerato que no superan la hora y media de duración, pero que intentan hacer cantera y transmitir percepciones nuevas. "Queremos que entiendan que la Bolsa no es un juego. No se trata de dar a un clic y ganar dinero. Intentamos comunicar la cultura del esfuerzo", dice David Felipe, coordinador de doble titulación del IEB.

Como vemos, las finanzas, pese a todo, pueden ser un medio excelente para transmitir valores con V mayúscula. Si así fuera, seguro que las preferentes dejarían de ser una de las preguntas más recurrentes, según David Felipe, que hacen los estudiantes en sus clases. En ese momento, los bancos y cajas aprenderían que una clientela con más formación es mejor clientela. Y al mismo tiempo, en un movimiento de cascada, el ahorrador se sentiría más protegido frente a unas "entidades financieras que se han dedicado a colocar de todo a todos sin valorar las necesidades del cliente ni sus conocimientos", sentencia Víctor Alvargonzález.

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