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Los tres máximos representantes de la Unión Europea reciben en Oslo el premio Nobel de la Paz

Premio a la reconciliación y acicate para salir de la crisis

La solemne ceremonia que tuvo lugar ayer en el Ayuntamiento de Oslo para entregar a la Unión Europea el premio Nobel de la Paz tenía una misión casi imposible: desviar la atención de la actual crisis económica que vive la zona hacia un debate más histórico y de rememoración sobre el final de los enfrentamientos bélicos.

CINCO DÍAS

De hecho, todos estuvieron de acuerdo en que hoy el reto que encara Europa es casi tan complicado como el de hace seis décadas. Si en los años sesenta se trataba de evitar un choque entre el bloque capitalista y el socialista, el peligro ahora es que la depresión de gran parte del sur del Viejo Continente acabe con la moneda común y, por extensión, con el proyecto que nació de las cenizas de la II Guerra Mundial.

Los analistas políticos estuvieron de acuerdo en que es precisamente la austeridad impuesta por Berlín y Bruselas a países como Grecia, Portugal, Irlanda y España uno de los motivos por los que gran parte de la sociedad noruega -incluidos miembros de la coalición de centroizquierda que gobierna el país- haya recibido de uñas el Nobel de la Paz de este año.

La ceremonia fue ensayada al milímetro para no herir las susceptibilidades -y los egos- de los presidentes de las tres principales instituciones comunitarias (Consejo europeo, Comisión y Parlamento). Por ello, fueron los líderes de los países quienes entraron primero en el salón donde se celebró el acto, entre ellos la canciller alemana, Angel Merkel, el presidente francés, François Hollande, el recién dimitido primer ministro italiano Mario Monti y el español Mariano Rajoy.

Después de los tres dirigentes que recogieron el premio, Herman Van Rompuy por el Consejo, José Manuel Durao Barroso por la Comisión y Martin Schulz por el Parlamento, hicieron su entrada los Reyes de Noruega y los príncipes herederos.

En un discurso cargado de historia con referencias a su propia familia, Van Rompuy quiso rendir homenaje a los europeos que "soñaron con un continente en paz y a todos aquellos que día a día hacen realidad ese sueño".

No obstante, Van Rompuy quiso trasladar su discurso también al duro momento económico por el que atraviesa Europa y reconoció que ensalzar la paz no convencerá a "los padres que luchan por llegar a fin de mes, a los trabajadores que acaban de ser despedidos o a los estudiantes con miedo a no encontrar su primer empleo por mucho que se esfuercen". "Cuando la prosperidad y el empleo están en riesgo es normal ver que los intereses de todos se estrechan, incluso volviendo a viejos estereotipos. Esa prueba que está afrontando la UE ahora es real", afirmó Van Rompuy convencido de que "la presencia de tantos líderes europeos subraya la convicción de que saldremos de esta crisis juntos y más fuertes". Estas palabras fueron interpretadas como un elegante toque de atención al primer ministro británico, David Cameron, quien rechazó acudir a la ceremonia.

Después, fue el turno del presidente de la Comisión, el portugués José Manuel Durao Barroso, quien a diferencia de Van Rompuy escribió su propio discurso, más institucional que el de su antecesor y también centrado en la conquista de la paz y el espíritu conciliador.

De todas formas, Barroso consideró que la paz no puede depender tan solo de la buena voluntad de las personas, sino que es necesario un entramado legal, unos intereses compartidos y un sentido profundo de una unidad de destino.

"Un continente que ha sufrido la devastación se ha convertido en una de las economías más fuertes del mundo, con los sistemas sociales más progresivos, el mayor donante de ayuda internacional. Tenemos una responsabilidad especial hacia millones de personas con necesidad", concluyó Barroso. Pese a lo emotivo de los discursos, el mayor aplauso lo propiciaron dos asistentes que no pronunciaron palabra: Merkel y Hollande, como símbolo de la paz entre Alemania y Francia. El presidente del Comité del Premio Nobel, Thorbjørn Jagland, recordó que "la presencia de Merkel y Hollande hace aún más simbólico este momento".

Menciones al nacionalismo y las protestas

Uno de los discursos más aclamados fue el del presidente del Comité del Premio Nobel, Thorbjørn Jagland, quien recordó a los galardonados que "el marco político europeo es más importante que nunca en la crisis financiera que está afectando a tanta gente inocente".De lo contrario, advirtió, "el nacionalismo y el populismo será el precio que pague Europa si es la gente de la calle la que paga la factura de una crisis originada por otros".Jagland rememoró que "la UE ha guiado un proceso de reconciliación que ha continuado hasta ahora. En España, Grecia y Portugal este proyecto ayudó a consolidar la democracia", dijo el dirigente noruego, quien además animó a continuar con el proceso de ampliación y a resolver los problemas que aún existen en algunos puntos de Europa, como Kosovo y Bosnia.También instó a los líderes europeos a actuar con "compromiso y moderación" para resolver la crisis desde una perspectiva europea: "Las manifestaciones son parte de la democracia. La responsabilidad de los políticos europeos es transformar las protestas en acciones concretas", aseguró.Tras los discursos, los asistentes a la ceremonia, entre los que se encontraba el presidente del BCE, Mario Draghi, participaron en un banquete ofrecido por la familia real noruega donde a buen seguro que se habló más de futuro que de los 67 años de paz.

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