Historia y economía: España entre dos troikas
En 1491, Fernando el Católico, el arzobispo de Granada Antequera y el inquisidor Torquemada se opusieron a que la reina Isabel financiase sus planes. Los dos primeros por comprensibles "recortes de gastos", el tercero por pedir prestados a los judíos 30.000 ducados. Fue una primera troika de mero alcance contable, pero la reina tenía visión y carácter y nada menos que la unidad de España y el descubrimiento de América fueron posibles.
Una segunda troika (UE, FMI, BCE), esta vez externa, solicita prácticamente lo mismo: "recorte de gastos" en lugar de "aventuras" de crecimiento. Pero con dos diferencias, la troika del siglo XV se oponía a una verdadera aventura, y además no se tenía dinero; mientras que la actual se opone a un necesario crecimiento como única manera de reducir deudas, y además existe dinero español productivamente ocioso.
Pero parece mucho pedir que gobernantes y asesores, antes y ahora, comprendan que lo que está en juego es el sistema de valores en el que deseamos vivir los ciudadanos (sanidad, poder de compra, seguridad, educación, libertades, redistribución, ecología, prestigio internacional, etc.), o sea, un desarrollo humano que no debería ignorar el mejor equilibrio sistémico entre estos valores.
Y como un caso actual y grave de esta incomprensión descuella en el firmamento mundial el caso español, donde confluyen tres grandes recursos ociosos, confluencia única en el mundo por su escandaloso nivel, y de la que, además, nadie habla. ¿Por qué será? 25% de paro, muchas cosas por hacer y dinero desaprovechado como los 30.000 millones de euros a los parados, por no mencionar impresentables boquetes varios como la fuga de capitales. Confluencia tan grave como absurda ya que estos tres grandes desequilibrios podrían autocompensarse sistémicamente, pero por ignorarlos con terquedad tenemos recesión, paro, precariedad, déficit público, jóvenes desesperados, comercios que cierran, ruinosa prima de riesgo, pensiones en peligro y prestigio internacional por los suelos con asaltos a mercados de alimentos en la prensa mundial. Difícilmente se podría demostrar mayor incuria. Un solo ejemplo es permitir que se produzcan incendios forestales cuando con solo una parte del dinero mal ubicado se podría emplear a dos millones de parados y costear las infraestructuras necesarias (torretas de vigilancia, sistema comunicativo, etc.), con lo que, de una tacada, evitaríamos los incendios, dejaríamos de ser el bochorno internacional en paro, produciríamos PIB y, por tanto, ingresos fiscales y amortización sana del déficit público. Pero mimética y acomplejadamente, el Gobierno solo se preocupa de reducir dicho déficit cueste lo que cueste por la suicida vía de no emplear nuestros recursos ociosos. Y claro está, los llamados mercados pensarán: pero esta gente, ¿cómo piensa pagar las deudas si no producen? Y lógicamente, no la compran salvo que paguemos intereses ruinosos. ¿Podría esperarse otra cosa?.
Pero lo más inaudito es que nos aplaude tanto la élite empresarial que tradicionalmente dice que "vamos en la buena dirección", como la troika internacional, quienes, en lugar de contemplar el sistema de valores en su globalidad, practican una economía axiológicamente roma más propia de contables de manguito que de expertos en manejo de complejos sistemas de valores. Nuestra más reciente incapacidad nacional quedó evidenciada en el discurso de investidura de nuestro presidente Rajoy cuando habló como si no existiera esta triple ociosidad de recursos, haciendo un discurso tan estandarizado que resultaba válido para cualquier lugar y tiempo pero absolutamente insuficiente y fuera de lugar en la España de 2012.
¿Qué se hubiera necesitado? Solo dos cosas: primero un plan global del sistema de valores español en función de los recursos ociosos, cuantificado para tres o cuatro años y presentado en un Power Point numérico, claro, cuadrado y convincente; y segundo, expuesto bajo el principio de sangre, sudor y lágrimas y con la decisión de aplicarlo hasta convencer a propios y extraños de sus posibilidades. Así, sí se saldría de la crisis. Aunando proyecto cuantificado y confianza derivada, ambos perfectamente disponibles y aplicables todavía hoy, pero por desgracia no disponemos de una Isabel la Católica con la visión necesaria. Resultado añadido: Alemania nos presta al 7% y le prestamos al 1%, comprendiéndose así que, de pasada, pretendan dar una lección a los países gastosos.
Francisco Parra Luna. Catedrático emérito de la UCM