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Una economía en depresión no es el mejor pagador

Si usted es un inversor, y suponemos que mira las cifras del PIB de España (que es mucho suponer), ¿qué opinaría? ¿Que el país está haciendo los deberes y se encamina a una senda de equilibrio presupuestario? ¿O que la economía está en depresión y quién sabe cómo podrá pagar sus deudas?

El consumo de los hogares cae el 2,2%, y la demanda nacional el 3,9%. Solo la fuerte caída de las importaciones y el pulso, aun debilitado, de las exportaciones, maquilla la contracción económica hasta un 1,3%. La inversión se desploma a tasas del 10%; un 6,9% en el caso de los bienes de equipo (sin contar la construcción ni los activos inmateriales).

Las rentas salariales caen al 3,9%, en un mercado de trabajo que ha perdido en 12 meses al 5,1% de sus asalariados. La reforma laboral, pensada (o eso decían) para aumentar la flexibilidad del mercado laboral no ha tenido ese efecto. Se sigue recortando el coste salarial por la vía del despido (que, además, ahora es más barato) y no por la contención o reducción salarial. Los sueldos han crecido el 1,3%, dos décimas menos que en marzo y un ritmo que casi duplica el del año pasado.

Llamarlo recaída sería un eufemismo. Es algo más profundo, y se parece más a una depresión. El hundimiento del consumo refleja, además de los cinco millones y pico de parados, una gran desconfianza en los hogares, y la recaída de la inversión similares temores en el plano empresarial, si bien las rentas empresariales consiguen crecer a un ritmo del 3,4%.

El PIB nominal ha caído a un ritmo del 1%, algo inferior al 1,3% del PIB real. Estamos en lo que algunos economistas llaman "balance sheet recession", es decir, deflación de la hoja de balance. No fluye el crédito, y particulares y empresas (incluso los bancos) se sefuerzan por recortar su endeudamiento. Como la deuda está contraída con extranjeros, el resultado es la conocida fuga de capitales. Es más, hay quien puede ahorrar y también saca el dinero de España.

Además, como la economía se contrae, en realidad el endeudamiento en relación al PIB no se reduce o lo hace en menor medida, pues aunque caiga el numerador (la deuda), el denominador (el PIB) también baja. En otras palabras, por mucho que nos apretemos el cinturón y mucho que nos instruyan sobre las virtudes del ahorro y no gastar más de lo que se gana, la capacidad de España para pagar las deudas apenas mejora.

Pocas novedades, en fin. Que con austeridad no se sale de la crisis es algo que ya hemos visto en otros países. Que los rígidos objetivos de déficit impuestos desde Bruselas son un contrasentido económico tampoco es nuevo: como solo importa cuadrar la cifra impuesta en un Power Point, da bastante lo mismo en qué se recorta o cuáles son los efectos de los recortes en el crecimiento largo plazo. Cuando se trata de atacar un problema de déficit público, lo relevante no es el déficit este año o al que viene, sino que a medio plazo y largo plazo la economía sea capaz de estabilizar su deuda y ésta no se convierta en una bola de nieve imparable.

Pero nada de eso importa. Como en la Unión Soviética, solo importan los objetivos de producción, no cómo se llega a ellos ni qué pasa después. Parece irrelevante qué modelo económico tenga España dentro de 10 años. Con qué puestos de trabajo, con qué empresas, con qué impuestos se pagarán las deudas que se contraen ahora.

Hace un tiempo comparé a la España de 2012 con la Alemania de 1930. Si entonces el patrón oro era una fuerza deflacionista, hoy lo es el patrón euro. Forzar la cuadratura del déficit para intentar evitar una fuga de capitales que se producía por otros motivos (concretamente, por la desconfianza en el sistema monetario y financiero) agrava la crisis, de modo que el eventual ahorro que se obtiene por un lado queda en un segundo plano. Una economía en depresión no es el mejor pagador.

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