Ayuda pública a la banca, letanía constante de la crisis
España sigue a otros países, aunque con años de retraso y bajo la presión de los mercados.
Las ayudas públicas a la banca han sido una constante desde el inicio de la crisis. La exposición del sector a las hipotecas basura de EE UU, origen de todos los problemas, estuvo a punto en 2008 de hacer saltar por los aires el sistema financiero tal y como lo conocemos hoy, un colapso que se evitó con inyecciones millonarias de capital público. El FMI calcula que el volumen de ayudas asciende a 1,2 billones de euros (1,7 billones de dólares), una cifra descomunal equivalente al 120% del PIB de España. Países como EE UU, Reino Unido, Alemania, Bélgica, Francia o Irlanda se han empleado a fondo para salvar sus sistemas financieros y en algunos casos ya han recuperado parte de su inversión.
España llega tarde y en un momento muy delicado. La banca española, libre de los activos subprime que precipitaron las ayudas a sus rivales, no ha podido sortear el pinchazo inmobiliario y ahora que la situación económica se agrava y que el Gobierno afronta dificultades mucho mayores para su financiación, la ayuda exterior para garantizar la solvencia de algunas entidades ha resultado inevitable. Limpiar los balances cuatro años después que el resto supondrá un coste adicional por la complejidad del momento, con la prima de riesgo al filo de los 500 puntos, y ante la duda aún sin resolver de a cuánto asciende la factura.
En EE UU la limpieza supuso el 5,1% del PIB, en Alemania el 13,2%; en Holanda un 14%, en el Reino Unido el 6,7% y en Irlanda, el 40,6%, según el FMI. A diferencia de Irlanda, Portugal o Grecia, donde la ayuda europea fue concedida al Estado por su dificultad para hacer frente al pago de la deuda, en el caso español, el rescate se concentra en la banca -con la mediación del Gobierno-. El gran desafío es que ese rescate parcial sirva de cortafuegos y proteja a la deuda soberana española.
EE UU
EE UU, origen de una crisis que alcanzó su máxima expresión con la caída de Lehman Brothers, no dudó en ir en contra de sus propios principios para sanear el sector. En el ocaso de la Administración Bush se puso en marcha en 15 días el TARP (Troubled Asset Relief Program), dotado con 700.000 millones de dólares y una duración de 10 años, que fue articulado para permitir también la entrada del Estado en el capital de aquellos bancos en los que fuera necesario. Todas las grandes entidades han obtenido su parte. AIG recibió 54.960 millones de euros; Citi, algo más de 35.400 millones; Bank of America, una cantidad equivalente; JP Morgan y Wells Fargo, unos 19.670 millones cada una; GMAC Financial Services, 12.820 millones de euros; Morgan Stanley y Goldman Sachs, 7.870 millones de euros; PNC Financial Services, 5.965 millones, por citar solo algunos de los principales desembolsos. Con la excepción de AIG y GMAC, ese dinero ha sido devuelto y con importantes réditos. Según los cálculos de Bloomberg, los beneficios obtenidos por el Tesoro de EE UU superan los 40.400 millones de euros.
Alemania
El sistema financiero alemán no ha sido puesto nunca en cuestión. Sin embargo, Berlín se ha tenido que emplear a fondo desde 2007 para salvar a la banca alemana, particularmente la banca regional, similar a las cajas españolas. El banco IKB, una de las primeras víctimas de la crisis, logró 9.000 millones de euros para recapitalizarse. Sachsen, una entidad pública en la que Berlín invirtió 17.000 millones para mantenerla a flote, terminó siendo vendida por 578 millones de euros. Una entidad de las dimensiones de Commerzbank recibió inyecciones de capital de 18.000 millones de euros. Bayern LB, la entidad participada a medias por el Estado federal de Baviera y las cajas de ahorros regionales, obtuvo en noviembre de 2008 unas ayudas de 31.000 millones; 10.000 de ellos en capital directo y el resto en forma de avales.
El Gobierno germano ideó después el SoFFin, el banco malo al estilo alemán, al que Hypo Real Estate, controlado ahora por el Estado, entregó 175.700 millones de activos, mientras que West LB, en plena transformación, transfirió 77.500 millones. El objetivo, a más de 10 años de horizonte, es vender bien esos 252.000 millones de euros de activos tóxicos y que la operación no tenga coste alguno para los contribuyentes. El SoFFin se da de plazo hasta el año 2027.
Reino Unido
El primer aldabonazo fue la caída de Northern Rock, al que Londres entregó 73.480 millones de euros, entre préstamos y avales para emitir deuda, hasta su nacionalización definitiva, en febrero de 2008. Tras cuatro años de venta de activos, el Gobierno cifra ahora las pérdidas de la operación en 2.500 millones de euros. Tras Northern Rock, la crisis fue adquiriendo velocidad y en otoño de ese mismo año, Reino Unido se convertía en el primer accionista de Royal Bank of Scotland; Lloyds y HBOS. La inyección inicial prevista era de 37.000 millones de libras (unos 47.000 millones de euros al cambio de ese momento), pero luego terminó rebasando los 65.000 millones de libras (82.600 millones). Para hacerse una idea, esta ayuda excede la suma de la capitalización actual de Santander y BBVA. Como ejemplo de las complicaciones añadidas, Londres pactó inicialmente quedarse con el 60% de RBS, pero terminó quedándose con el 83%.
Bélgica
El Gobierno belga tuvo que dimitir en pleno en diciembre de 2008, tras el colapso del gigante Fortis, que tuvo que ser desmembrado. Holanda invirtió más de 20.000 millones en quedarse con una parte del negocio, mientras Bélgica y Luxemburgo emplearon unos 7.000 millones en quedarse con el resto. Dexia ha sido el otro gran quebradero de cabeza para el país. La entidad francobelga, que ha tenido que ser rescatada en dos ocasiones, la primera en 2008 y la segunda en 2011, ha subido esta semana en 10.000 millones, hasta los 55.000 millones de euros, la petición de fondos que precisa para atender las necesidades de financiación del grupo.
Irlanda
Dublín creó el banco malo NAMA, que provocó el afloramiento inmediato de enormes pérdidas en la banca. Solo en Anglo Irish Bank (AIB), el Gobierno tuvo que poner en 2010 la cantidad de 29.300 millones de euros, después de haber invertido 22.900 en su nacionalización. AIB recibió unos 6.500 millones. El estallido de la burbuja inmobiliaria en 2007 arrastró a la banca y disparó el déficit público del país al 32% del PIB, una cifra sin precedentes en Europa. Mientras en Irlanda y en EE UU los precios en el sector inmobiliario cayeron con rapidez en España el colapso de la burbuja inmobiliaria se ha agravado en los últimos tiempos por el deterioro económico.