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El foco
Columna
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¡Es la política!

Las elecciones en Francia y Grecia abren un difícil escenario en Europa. Tras analizar la coyuntura político-económica, el autor recuerda que los excesos siempre han existido y existirán. El reto es amortiguarlos.

Difícil escenario político en Europa tras el resultado durante el fin de semana de las elecciones en Francia y en Grecia. Complicada renegociación de los acuerdos alcanzados a nivel europeo a finales del año pasado, con Alemania rechazando volver a iniciar discusiones de reforma del Pacto del Euro. Y con el BCE enfocando el pacto de crecimiento en reformas estructurales y no tanto en nuevas políticas de gasto (o de inversión). Pero, sin duda, es la difícil situación política griega lo que puede centrar la preocupación del mercado a muy corto plazo. La dificultad para formar un Gobierno sólido ante un Parlamento tan fragmentado anticipa que muchas políticas de ajuste, obligadas en los dos planes de rescate aprobados hasta el momento por el resto de los socios del euro y por el FMI, pueden quedar en cuestión. No es extraño de esta forma que el FMI haya advertido sobre su obligado cumplimiento para mantener la asistencia financiera. Ya no hay mucho más margen de maniobra para la flexibilidad.

Populismo y nacionalismo se entremezclan. Siempre están entre nosotros, aunque afloran con fuerza en situaciones de debilidad económica. Las crisis económicas, y financieras, son claves para estos movimientos que suponen una marcha atrás en una parte importante de los beneficios de la globalización observada en las dos últimas décadas. De todo esto hemos tenido muchos ejemplos en el pasado. Los estamos teniendo también en el presente. Además, la persistencia de la crisis actual, un proceso de desapalancamiento que en la zona euro que coincide con la reforma institucional que precisa para subsistir, suponen un reto para muchos Gobiernos que pueden tener la tentación de sustituir ajustes fiscales y económicos con el incumplimiento de sus pagos e incluso su permanencia en el propio euro. Es cierto que la racionalidad conlleva enfocarse en los tremendos perjuicios a medio y largo plazo de estas decisiones frente a las aparentes ventajas a corto plazo. Pero el ciclo político tiende a primar el corto plazo, en ocasiones hasta llevar a tomar decisiones irracionales a los gobernantes. El ministro de Finanzas alemán lo advertía de forma velada el viernes, a la espera de conocer los resultados de las elecciones en Grecia (sobre las de Francia se limitaba a afirmar que el Pacto del Euro no es negociable) al repetir que la permanencia en el euro es una decisión voluntaria y no impuesta.

La reestructuración de la deuda, privada y/o pública, siempre es una opción. Aunque en la mayoría de las ocasiones no es tan voluntaria: se ve impuesta por las circunstancias. Al final, es un salto al vacío al no existir alternativas viables, o de cualquier tipo, para pagar la deuda. La falta de financiación suele ser su detonante. Bien es cierto que la quiebra puede ser resultado de decisiones erróneas tomadas con anterioridad. De nuevo, el nacionalismo o populismo puede llegar a ser un buen ejemplo de esta irracionalidad económica en el terreno político (aunque muy racional para los Gobiernos que optan por ella… podríamos hablar de racionalidad política) que prima el corto plazo frente al largo. El riesgo es que se convierta en un riesgo sistémico como otros muchos que nos han amenazado (y lo hacen aún) desde la banca, en la crisis de deuda soberana y hasta por la propia dinámica de los mercados que propicia excesos más tarde convertidos en burbujas al explotar. Lamentablemente, tendremos que enfrentarnos a ello como de hecho nos tenemos que enfrentar a una crisis tan persistente en el tiempo como lo es el ajuste de la deuda o la sobredimensión de los mercados financieros que constituyen, en el fondo, su razón de ser.

Pensando en todo esto, quizás un cruce indeseable de ideas, me ha llamado la atención un reciente artículo publicado por el Banco de España que analiza la historia del denominado Club de París: "Una asociación informal de países acreedores que renegocia la deuda de países deudores en dificultades de pago… un foro singular que, por su propia naturaleza, informal, ha sabido adaptarse a los tiempos y mantener un perfil flexible". En el fondo, 19 países, entre ellos España, que renegocian los créditos directos y los asegurados por sus propios Estados miembros, cuyo deudor es otro Estado. Estados, que no bancos centrales, y hasta el momento créditos vinculados a operaciones comerciales frente a créditos financieros puros. Incluyo en este último tipo de operaciones la asistencia financiera a países, hasta el momento canalizado a través del FMI e incluso del Banco Mundial. Pero, como dije al principio, lo que ha caracterizado al Club de París en el pasado es precisamente su flexibilidad y adaptación a las circunstancias en sus más de 60 años de existencia. Como se han adaptado al escenario complejo actual instituciones como el propio FMI, en cuya última cumbre se acordó una ampliación de su potencial de actuación financiera no tanto a través de mayores cuotas de sus miembros como por préstamos bilaterales de ellos (o de bancos centrales).

Siguiendo con la nota del Banco de España, "el Club de París ha ofrecido un foro de negociación voluntaria de la deuda entre países soberanos, evitando consecuencias traumáticas y recesiones más profundas, reduciendo el impacto en países vecinos y promoviendo una salida ordenada a la crisis… el Club de París ha tenido un papel relevante en la solución del sobreendeudamiento estructural de los países más pobres… en la grave coyuntura internacional actual, no se puede descartar que algún día vuelva al primer plano; la historia nos enseña que las suspensiones de pagos de Estados no solo son posibles, sino relativamente frecuentes, más frecuentes de lo deseado". ¿Les invitan a reflexionar estos comentarios?, ¿quién dijo que la historia no se repite? Pero con un reparto de papeles ahora bien diferente entre potenciales deudores y acreedores. De cualquier forma, los excesos han existido y existirán. Las autoridades deben tratar de impedirlos, pero es algo imposible. Mejor sería tratar de amortiguarlos o al menos a anticiparse a que se conviertan en inmanejables. Pero es bueno enfrentarse a estos problemas de forma conjunta y lo más global posible: esta es la verdadera importancia del Club de París. Como lo es el G-20. Como le respondió una vez Alan Greenspan, expresidente de la Fed, a un senador que le espetó que había entendido lo que había dicho ("eso es que no me he explicado bien"), si han encontrado analogías o ejemplos concretos en la realidad de todo lo anterior quizás es que no lo he hecho suficientemente confuso.

Les prometo que la próxima vez lo haré mejor.

José Luis Martínez Campuzano. Estratega de City en España

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