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Análisis

El Tratado de la UE: ¿inútil o contraproducente?

La mayoría de los firmantes del Pacto Fiscal de la UE lo consideran que el texto es inútil desde el punto de vista legal y peligroso o contraproducente desde el punto de vista político e institucional. Sin embargo, ha cumplido su función principal: calmar a Alemania y ganarla para la causa de la estabilización de la zona euro.

La canciller alemana, Angela Merkel
La canciller alemana, Angela MerkelEfe

Berlín se ha salido con la suya. Uno tras otro, los líderes europeos (con la excepción del primer ministro británico y del checo) han suscrito hoy en Bruselas un Tratado intergubernamental para garantizar el equilibrio de las cuentas públicas. La mayoría de los firmantes consdieran que el texto es inútil desde el punto de vista legal (sus preceptos están recogidos en el Pacto de Estabiidad desde 1998) y peligroso o contraproducente desde el punto de vista político e institucional. Pero lo consideran una cesión inevitable para que la canciller Angela Merkel, que afronta su reelección el año que viene, pueda justificar ante su opiníón pública el rescate con fondos comunes de Grecia, Irlanda y Portugal o el apuntalamiento de España e Italia a través del Banco Central Europeo.

Ni el presidente del Eurogrrupo, Jean-Claude Juncker, ni el de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, han ocultado su disgusto con la iniciativa, aunque el portugués celebraba esta semana que, al menos, se han suprimido los ángulos más peligrosos, como la creación de una Comisión y Parlamento en paralelo a las actuales instituciones comunitarias.

La principal novedad del nuevo Tratado estriba en que los países firmante deberán elevar a rango constitucional o similar el llamado freno de la deuda, que exige limitar el déficit estructural de cada Estado al 0,5% del PIB. La norma imita la adoptada hace dos años por Alemania y replicada en España en el verano de 2010 después de que el BCE tuviera que empezar comprar deuda española para contener una prima de riesgo desbocada.

La aplicación de ese límite, sin embargo, no deja de ser un brindis al sol alemán. Primero, porque cada país podrá decidir el margen de maniobra que se autoconcede.Y si Alemania no lo encuentra satisfactorio, tendrá que presentar una denuncia ante el Tribunal de Justicia Europeo, lo que abriría un contencioso políticamente surrrealista (un país cuestionando la Constitución de otro) y judicialmente interminable.

Pero incluso si la norma se aplica con rigor, el plazo para alcanzar el 0,5% de déficit estructural se prolonga hasta final de esta década o principios de la próxima. Y la cuenta atrás se puede suspender siempre que las condiciones económicas lo requieran.

Y queda, además, la incertidumbre sobre la entrada en vigor del Tratado, que requiere la ratificación de al menos 12 Estados miembros firmantes. Irlanda ya ha anunciado que lo someterá a referéndum. Y Francia, verdadera clave de bóveda, ha dejado su ratificación para después de las elecciones presidenciales de mayo. En función de quién sea el inquilino del Elíseo después de esa votación (Nicolas Sarkozy, François Hollande o Marine Le Pen) podremos ver si el Tratado ha nacido muerto o no. De momento, sin embargo, ha cumplido su función principal. Calmar a Alemania y ganarla para la causa de la estabilización de la zona euro.

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