¿Qué hago con mis participaciones preferentes?
La falta de transparencia, escasa liquidez y el carácter eterno de las participaciones preferentes salvo que el emisor quiera rescatarlas han puesto este producto en el punto de mira y han despertado la alarma de los inversores. Pero no todas las preferentes son iguales.
Antes de adentrarse en el mundo de las participaciones preferentes hay que hacer una diferenciación. Hay dos clases de instrumentos de este tipo: los de los bancos y el resto. Hecha esta salvedad, las características de esas emisiones que cotizan en mercados desconocidos para el inversor de a pie y que dejan al comprador a expensas del vendedor en muchos frentes tienen unas características comunes básicas.
La primera es que se trata de emisiones de carácter perpetuo, lo que significa que el banco o la empresa emisora no tienen la obligación de rescatarlas en ningún momento prefijado. Es decir, el inversor presta su dinero a cambio de un dividendo anual, pero no tiene claro cuándo recuperará el principal. De ahí que cobre importancia el mercado donde cotizan las participaciones. Es el AIAF, el mercado español de referencia para la deuda corporativa o renta fija privada integrado en Bolsas y Mercados Españoles (BME), un parqué muy distinto del bursátil donde la abundancia de liquidez brilla por su ausencia y el acceso no es igual de transparente que otras Bolsas.
La segunda peculiaridad es la remuneración. Aunque se fija en forma de rentabilidad y suele estar referenciada al euríbor con un diferencial añadido, lo que se cobra es un dividendo, con todas sus ventajas e inconvenientes. ¿Cuál es el peligro? Que los dividendos están sujetos a la obtención de beneficio, así que si una entidad entra en pérdidas, tiene derecho a cancelar la retribución. En general, solo tendrá que pagar dividendo si también lo hace con las acciones.
Y una tercera consideración es que la mayoría de las emisiones de preferentes cotiza con pérdidas en el mercado de renta fija, así que el inversor que quiera recuperar su dinero de manera unilateral tendrá que asumir que conseguirá menos de lo que dio.
Si el mal está hecho
Con estas salvaguardas, varios analistas y expertos recomiendan huir de las preferentes, pero en caso de que la recomendación llegue tarde, decidir qué hacer con ellas dependerá de la situación concreta del inversor y de su necesidad de efectivo. Pero también de si es dueño de deuda de una entidad financiera o de una empresa.
Coincidiendo con el estallido de la crisis, bancos y cajas españoles lanzaron una avalancha de preferentes, que colocaron masivamente entre los pequeños inversores, gracias a sus poderosas redes comerciales. Con estas participaciones, reforzaron sus recursos propios básicos (Tier 1) sin necesidad de ampliar capital.
Al aluvión contribuyeron las grandes entidades, como BBVA, Santander, Popular o Sabadell, y la mayoría de las cajas de ahorros. Entidades que han recibido ayudas públicas, como Caixa Galicia, Caixanova o Caja Madrid, e incluso algunas intervenidas, como CAM, colocaron deuda ultrasubordinada en oficinas.
La mala noticia es que el precio de un gran abanico de activos de deuda se ha desplomado en los últimos tiempos. Entre ellos, los bonos emitidos por entidades financieras, especialmente de bancos y cajas españoles cuestionados por el mercado.
Las minusvalías de las preferentes destinadas a pequeños inversores, sin embargo, han comenzado a aflorar en los últimos meses. Hasta el momento, la práctica habitual de las entidades consistía en revender a terceros las preferentes que los compradores originales deseaban convertir en liquidez: era un mercado interno del que solo tenían conocimiento los comerciales de las oficinas
La CNMV advirtió en el verano de 2010 que las emisiones de renta fija vendidas mayoritariamente a minoritarios deben cotizar en alguna plataforma como AIAF, con el objetivo de que su precio sea lo más justo y transparente posible. Pero recientemente ha vuelto a apretar las tuercas a la banca, exigiéndole que informe de los precios reales de las preferentes a sus clientes.
Pérdidas
Ejemplos hay muchos pero uno de los más significativos es el de las preferentes de Caja Madrid, hoy en el balance de Banco Financiero y de Ahorros (BFA), vendidas en el verano de 2009 que cotizan con unas pérdidas superiores al 45%, según los datos de Bloomberg.
Las de La Caixa y Santander también cotizan por debajo del precio de colocación, aunque estas dos entidades han planteado propuestas de canje. La caja de ahorros catalana ha ofrecido bonos obligatoriamente convertibles o deuda subordinada, según la emisión de preferentes, y la entidad que preside Emilio Botín, acciones. Sabadell y BBVAhan tomado medidas similares e, igualmente, Bankia y Banca Cívica estudian fórmulas para reciclar una parte de sus emisiones de preferentes.
La conversión de las preferentes por acciones permite a los inversores obtener liquidez y recuperar su inversión inicial, pues los títulos se valoran al 100% del nominal. Al menos así lo han hecho todas las entidades que han planteado propuestas de conversión. En cualquier caso, las mayores beneficiadas de los canjes son las propias entidades, que refuerzan el ratio de capital más valioso en los últimos tiempos, el Core Tier 1, precisamente el que tiene en cuenta la Autoridad Bancaria Europea (ABE).
La mala noticia es que las cajas de ahorros que no cotizan en Bolsa no tienen acciones con las que canjear sus preferentes. La única forma de la que disponen para mejorar sus ratios de capital es comprar los títulos por debajo de su valor nominal, como ha propuesto Ibercaja. Eso sí, estas preferentes se colocaron entre grandes inversores conocedores de los riesgos del producto.
Las minusvalías de los inversores son plusvalías para la entidad que pueden ser destinadas a reforzar los fondos propios. No es una fórmula nueva, ya la utilizaron masivamente en 2009. Eso sí, las ofertas -con descuentos de hasta el 60% sobre el precio de colocación- se dirigieron exclusivamente a inversores institucionales.
Opciones
La rentabilidad de las últimas emisiones de preferentes se sitúa claramente por encima de lo que paga la deuda pública; las de Caja Madrid, por ejemplo, abonan el 7% anual hasta julio de 2014. Pero las vendidas con anterioridad ofrecen rendimientos mucho más exiguos, como las emitidas por Bancaja y Sabadell en marzo de 1999, que ofrecen el euríbor a 12 meses más 20 puntos básicos, o las de julio de 1999 de La Caixa, que dan el euríbor a tres meses más 6 puntos básicos.
Los expertos recomiendan acudir a los canjes de preferentes por acciones. Los inversores obtienen liquidez y no se vincularán a la evolución en Bolsa de la entidad si venden las acciones en el acto. De hecho, los canjes planteados por Santander, Sabadell, Caixabank y BBVA han sido aceptados de forma abrumadora. La oferta de Caixabank, dirigida a 4.897 millones de euros en preferentes, ha sido aceptada por el 99,5% de los inversores en estos títulos.
En caso de tener preferentes de entidades que no planteen canjes, los tenedores que necesiten la liquidez deben ir a negociar directamente con la entidad que las vendió. La entidad podría llegar a un acuerdo privado de recompra con el cliente o buscar una fórmula alternativa para darle liquidez, como un préstamo al 0% de interés.
En todo caso, los expertos advierten que estos instrumentos están condenados a desaparecer. Ya no es solo que no computen como recursos de capital según los criterios de la ABE, sino que perderán peso en los fondos propios a partir del próximo año y serán considerados deuda normal y corriente en 2022. Así, es de esperar que tarde o temprano amorticen las emisiones, y para que así sea deben pagar el 100% del nominal.
Las empresas son distintas
Las preferentes de las empresas son algo distintas. Ahí están las que lanzó Sol Meliá en 2002, que rentan un 7,8% al año. Y es que las empresas no tienen la red comercial de la banca, con contacto directo y diario con cientos de inversores a los que colocar casi cualquier cosa. Por supuesto, las compañías contrataron a los bancos para vender esta deuda, pero, simplemente, no es lo mismo.
Por eso las condiciones de sus preferentes son mejores, en reglas generales, que las de bancos y cajas. La diferencia se nota sobre todo en dos aspectos. Primero está el rendimiento anual, sustancialmente superior. Y luego está el hecho de que a partir del décimo año todas las compañías no financieras que tienen preferentes (Telefónica, Repsol, Endesa, Fenosa, Meliá y Sos) se comprometen a pagar más, lo que supone una forma de penalización si no las rescatan en ese momento y un acicate para que lo hagan.
Pero esa era la teoría cuando se lanzaron las preferentes. Luego llegó la actual crisis, arrasó todo lo que se le puso por delante, encareció la financiación e incluso cerró el acceso a ella en muchos casos. ¿Resultado? Compañías que estaban convencidas de que recomprarían las preferentes y devolverían el dinero a los inversores pasados los 10 años, se plantean ahora mantener la emisión aunque tengan que pagar más.
Más de diez años
Así lo ha reconocido Telefónica, que se plantea prorrogar sus 2.000 millones de euros en preferentes más allá de diciembre de este año, cuando cumplen diez años. ¿El coste? Ahora paga un dividendo del 4,25% anual, que subirá al entorno del 5,1% el año que viene, a los precios actuales del euríbor a tres meses, que sirve de referencia. También lo ha hecho Repsol, con las dos emisiones de 2001, aunque su penalización es algo inferior a la de Telefónica.
Las siguientes emisiones en pasar el listón de los diez años son las de 2003 de Fenosa y Endesa (las pocas que le quedan, tras la oferta de compra que hizo esta última compañía el año pasado), que rentan cerca de un 4% y pasarán al entorno del 5% cuando eso suceda.
Y luego están las preferentes de la antigua Sos Cuétara, de las que es mejor escapar. Eso sí, las vías de evacuación son complicadas. La compañía hizo una oferta de compra, pero a un precio inferior a lo pagado por los inversores en su día. El dividendo tampoco es el más atractivo del mercado y encima ha dejado de pagarlo varios años, porque ha tenido pérdidas. Pero cuando se mira la cotización en AIAF se ve el problema real: se paga solo el 41% de lo invertido, así que las pérdidas son cuantiosas: por cada 100 euros pagados, se recuperarán 41.
¿Qué hacer con el resto de las preferentes de las empresas? Si no se necesita dinero de inmediato, lo mejor es mantenerlas y cobrar el dividendo, más generoso que la mayoría de los superdepósitos y más si tienen más de diez años de antigüedad. Todo ello, a la espera de que la compañía decida recomprar un día la emisión, confiar en que lo haga al precio nominal y no por debajo, como han hecho Ibercaja o la antigua Sos Cuétara, y recuperar entonces el dinero. Eso sí, las empresas tienen derecho a posponer ese momento todo lo que quieran: es el riesgo que se asumió cuando se compraron las preferentes.
Lo peor es que el inversor necesite efectivo de forma acuciante. Eso es un problema porque, en estos momentos, ninguna emisión cotiza por encima o al mismo precio del nominal. Pero si no queda más remedio y se está dispuesto a asumir las pérdidas, no queda otra que dar la orden al banco de vender. Con quien menos se perderá es con Meliá, que se paga al 98% de lo invertido, según los precios registrados en AIAF. Cerca está Telefónica, que cruzó la última operación por encima del 97%. Las dos emisiones de Repsol están en el 90%, Endesa ronda el 82% y Fenosa, el 78%.