Una tradición anglosajona con limitado arraigo en España
La historia de los debates electorales cara a cara, tan característicos de las campañas presidenciales de Estados Unidos, tiene un recorrido escaso en España. El primer encuentro se produjo en 1993, entre el entonces presidente del Gobierno, Felipe González, y el pujante líder del PP, José María Aznar, ante las cámaras de Antena 3 Televisión. Confiado por su capacidad oratoria, González descuidó la preparación del cara a cara que Aznar había estudiado con minuciosidad, hasta el punto de que algunas encuestas dieron por vencedor a este.
Una semana más tarde, ante los objetivos de Telecinco, González se llevó la lección aprendida e hizo valer sus dotes de comunicador sobre las acusaciones de corrupción de su contrincante. A la postre, el PSOE logró su cuarta victoria electoral consecutiva con el país sumido en la recesión, si bien González perdió la mayoría absoluta por primera vez.
Escarmentado por los resultados de tres años atrás, Aznar y su equipo de campaña rehuyeron el cara a cara en la confrontación de 1996, en la que el PP partía con una ventaja del entorno de siete puntos en las encuestas. Finalmente, los populares se impusieron en las urnas por solo 1,3 puntos. González declaró después que, para consumar la remontada, al PSOE le había faltado una semana de campaña o un debate.
Tampoco hubo cara a cara en 2000, cuando el PP arrasaba en las encuestas (cuya previsión se confirmó en las urnas), ni en 2004, con los populares todavía claros favoritos ante un Zapatero en ascenso. En esa ocasión, la deficiente gestión informativa del Gobierno ante los atentados del 11-M consumó la remontada socialista y privó del triunfo a Mariano Rajoy.
La niña de Rajoy y la despedida cinematográfica
Ya con Zapatero en el poder, en 2008 se celebraron los otros dos debates de la democracia. El PSOE partía como favorito por escaso margen en las encuestas, con un entorno económico que empezaba a flojear. En el primer debate, celebrado en la Academia de Televisión el 25 de febrero, Rajoy habló de una crisis que Zapatero llamaba "desaceleración", mientras el presidente del Gobierno citaba la creación de tres millones de empleos y la extensión de derechos sociales. Las encuestas dieron como ganador a Zapatero, aunque por un margen menor del que registrarían una semana después.
En el segundo encuentro, celebrado el 3 de marzo, las intervenciones finales de los candidatos inclinaron la balanza al lado socialista. Rajoy se enfrascó en su melosa visión sobre el futuro de una niña que naciese entonces en España (dando pábulo a numerosas chanzas ciudadanas sobre "la niña de Rajoy"), mientras Zapatero utilizaba la cinematográfica línea de despedida de Edward R. Murrow, "Buenas noches, y buena suerte". El PSOE se impuso finalmente en las elecciones por tres puntos y medio. Durante aquella campaña se celebró además el único cara a cara televisado entre los responsables económicos de los dos grandes partidos, por entonces Pedro Solbes y Manuel Pizarro.