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Análisis

El mismo botiquín que en 1996 para una operación más grave y sin anestesia

El Partido Popular ha sacado el mismo botiquín que en 1996 para tratar de parar la hemorragia de empleo, mucho más caudalosa ahora que entonces, pero no cuenta con la inestimable ayuda anestésica de entonces, lo que convertirá a la operación en más dura, más larga y, desgraciadamente, con menos posibilidades de éxito. El programa electoral presentado oficialmente esta mañana de Todos los Santos vía digital tiene la calculada ambigüedad de los propósitos políticos, pero no oculta las intenciones reales por las que se moverá la política económica del Partido Popular. Rebajas fiscales a la actividad, facilidades de contratación para movilizar el empleo, estímulos al ahorro y la inversión, y rigor presupuestario para restablecer la confianza de nuestros financiadores y de de la demanda privada, que acumula tres años largos de recesión.

Pero las cosas en el siglo XXI no son como en el XX. El entorno general de la economía no es el mismo; es mucho más complicado por una crisis financiera que ha puesto en la picota al mismísimo proyecto del euro, el que fuese el gran animador de la mayor etapa de crecimiento de la economía española en los tres lustros previos a la crisis. Los instrumentos del paisaje económico en los noventa, que sirvieron de anestésico para la recuperación de la economía entonces no existen ahora, lo que dificultará la recuperación.

Cuando el Partido Popular aplicó su programa de incentivos fiscales, abaratamiento de los costes de despido y ensanchamiento de la actividad privada en los noventa, se encontró con un entorno que ayudaba, y que no volverá. El Gobierno que le dejó paso entonces, socialista también como ahora si Mariano Rajoy gana las elecciones y gobierna, había devaluado cuatro veces la peseta, ¡¡se acuerdan!!, y había recompuesto notablemente la capacidad de competir y exportar de la economía española.

Además, la entrada en el euro, bien es cierto que tras un ejercicio de rigor fiscal muy notable ejecutado por el equipo de Rodrigo Rato, desplomó el precio de la financiación hasta niveles desconocidos para España. Nadie entonces en el país recordaba que pudiese ir al banco y que le diesen crédito al 2%, y había una bolsa de consumidores que explotó cuando encontró financiación a su medida. (Cierto es que en tal posibilidad estaba el germen de la burbuja posterior y crisis actual).

Adornaba también el paisaje económico a favor de España la existencia de un conflicto bélico en Europa, en los Balcanes, que ponía en valor la tradicional oferta turística española, y que logró acumular varios récord de visitantes e ingresos en nos cuantos años, con incontenibles subidas de precios incluso, que ahora la han convertido en un servicio caro, sobre todo para la nueva demanda turística. La crisis ha sometido a revisión los planteamientos de la industria turística española, que deberá adaptarse si quiere competir.

Por otra parte, España gozó en los lustros de bonanza de financiación presupuestaria comunitaria `para equipar sus infraestructuras como ningún otro país europeo, y ahora debe enfrentarse a la crisis sin flujos financiera de la Unión Europa, puesto que con la ampliación al Este ha alcanzado los umbrales de riqueza medios de la Unión.

En definitiva, que la anestesia que supuso la carrera de devaluaciones, la posibilidad de bajar incluso el Impuesto sobre la Renta, el descenso brusco y desconocido del precio de la financiación (tipos de interés), junto con la desgravación indiscriminada a la adquisición de casas, así como el abaratamiento del despido para determinado tipo de contratos, funcionó como una bomba en la demanda interna y logró superar la enfermedad de lo que entonces eran tres millones de parados con una tasa del 24%, y absorber incluso la llegada de casi cinco millones de inmigrantes.

Hoy la musculatura de la economía española es otra. La internacionalización de la empresa española ha dado un vuelco al perfil del país, y su base de asalarización es muy superior a la de entonces (de 12 millones de ocupados a 18,2). Por tanto, las posibilidades en potencia son más elevadas que entonces, aunque la situación fiscal del país es muy delicada, con un déficit no controlado, con la irrupción fiscalmente irresponsable de las comunidades autónomas, y con un entorno financiero muy difícil, en el que los prestamistas dudas de un país que sólo tiene una deuda pública del 70% del PIB (eso sí; la ha elevado un punto al mes en los tres últimos años).

Por tanto, ahora España dependerá más de lo que ocurra fuera, aunque es inevitable para encontrar una alternativa a los cinco millones de parados que ocurra algo dentro, y que no es otra cosa que recuperar la confianza y las expectativas positivas. Las medidas que propone el Partido Popular pueden ser adecuadas, pero no abrirán la espita con la misma facilidad que en los noventa.

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