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Columna
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Pagan justos por pecadores

Joaquin Maudos

Del déficit de capital estimado por la Autoridad Bancaria Europea (EBA), la banca española es, después de la griega, la peor parada ya que necesita 26.161 millones de euros, muy cerca de los 30.000 millones que se le pide a Grecia. Paradójicamente, a Alemania y Francia solo se les exigen 5.184 y 8.884 millones de euros, respectivamente, siendo que son los sectores bancarios más expuestos a la deuda pública griega.

¿Y por qué salimos tan mal parados? Porque la EBA ha valorado a precios de mercado la deuda pública de los países europeos, incluyendo la cartera de negociación y a vencimiento. Y por la elevada cuantía de deuda pública española y crédito a las Administraciones públicas que nuestros bancos tienen en sus balances.

En concreto, con datos de agosto de 2011, la banca española tiene 166.052 y 86.670 millones de euros de deuda y crédito a las Administraciones públicas, respectivamente, lo que arroja un total de 252.722 millones de euros. La valoración a precios de mercado de la deuda de los cinco bancos evaluados por la EBA supone una pérdida de 6.290 millones de euros.

El hecho de haber sido señalados como el segundo sector bancario europeo con mayores necesidades de capital puede retrasar aún más la deseada recuperación económica por dos motivos: porque se puede encarecer la financiación de la banca española en los mercados mayoristas y trasladarse ese mayor coste al crédito a empresas y familias; y porque las mayores exigencias de capital incentivan la sustitución de créditos arriesgados por activos con menor riesgo.

Adicionalmente, la penalización que supone prestar al sector público al reconocer implícitamente que ya no es un activo libre de riesgo desincentivará la compra de deuda pública y la concesión de créditos bancarios a las Administraciones, lo que obligará a una mayor austeridad al sector público.

El mero hecho de tener que asumir un recorte en la valoración de la deuda pública española ya me parece una mala noticia, ya que deja en el aire la sospecha de que no es un activo libre de riesgo. Además, lo que no es comprensible, al menos para mí, es que la cartera a vencimiento se valore a precios de mercado y que se contemple una pérdida en el crédito a las Administraciones públicas.

También deteriora la imagen de nuestro sector bancario no haber computado en primera instancia los bonos convertibles en acciones, con independencia de que posteriormente sean considerados capital de calidad.

Y lo que también me parece negativo, pero ya es una batalla perdida, es no considerar en la definición de capital las provisiones genéricas, siendo que están disponibles para hacer frente al deterioro del activo. No tiene ningún sentido alabar el caso español incluyendo un buffer contracíclico en los nuevos acuerdos de Basilea III y no tenerlo en cuenta en la definición del capital de calidad.

Tanto el Gobierno como el Banco de España se han dado mucha prisa, como es lógico, en afirmar que nuestros bancos no necesitarán ayuda pública y que conseguirán por sí mismos ese capital. En algunos casos no dudo que así sea, pero en otros no lo van a tener nada fácil.

En ese caso no tendrían más remedio que acudir a la ayuda del FROB o del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera. Sea como fuere, salir al mercado en el actual contexto macroeconómico no es nada fácil, como se ha demostrado en varias veces este mismo año.

La estrategia elegida de recapitalización ha sido exigir con carácter generar un nivel de solvencia muy elevado a los bancos sistémicos, lo que me parece injusto. Si el problema de fondo es la reestructuración de la deuda griega y el peligro de contagio a la de otros países, lo lógico hubiera sido resolver ese problema para así asegurar que la deuda pública siga siendo un activo libre de riesgo, en cuyo caso no es necesario exigir más capital por su tenencia. Pero una vez más, me temo que pagan justos por pegadores, ya que para salvar la imagen de alemanes y franceses ha habido que sacrificar a otros países.

La lectura positiva que voy a sacar de las exigencias de más capital a la banca española es que al aumentar su solvencia, estará en mejores condiciones para afrontar un problema de mayor importancia como son las pérdidas que seguro van a seguir aflorando en su exposición al sector inmobiliario. Pero nuevamente pagan justos por pecadores, ya que el mayor capital solo se ha exigido a cinco bancos españoles (los más grandes), y algunos de ellos no son precisamente los que más problemas tienen con el ladrillo.

Joaquín Maudos. Catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Valencia e investigador del IVIE

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