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Detrás de la indignación

En la escena final de Too Big to Fail, la película de la HBO sobre la crisis financiera, el gabinete de Hank Paulson (William Hurt) celebra que ha logrado el apoyo de los congresistas para el rescate de la banca. “Ahora que les hemos inyectado dinero, ellos lo podrán prestar”, pregunta un asesor a Paulson. “Lo prestarán, ¿verdad?”.

La película acaba con un gesto serio de Paulson, ex de Goldman Sachs, mirando por la ventana, dando a entender que él en ese momento ya sabe que el dinero con el que ha salvado el sistema financiero solo servirá para mantener viva la máquina.

El caso de UBS es muy gráfico. En octubre de 2008 el Estado suizo asumió 60.000 millones de activos ilíquidos (eufemismo de morralla) de este banco y tomó el 9,3% del capital. Nombró un nuevo equipo ejecutivo y, apenas dos años después, la entidad publica que un trader ha perdido unos cuantos miles de millones en la Bolsa.

No es solo una cuestión moral o de cierta justicia. La pregunta a Hank Paulson, “prestarán el dinero, ¿verdad?” es mucho más trascendente de lo que parece. La crisis de 2008 era la oportunidad de arreglar las disfunciones del modelo económico occidental, pero éstas han aumentado. El peso de la crisis recae sobre las clases bajas y medias mientras el Estado se ocupa de salvar los muebles de la elite financiera. Y eso no puede durar mucho.

Una serie de tres estudios publicados por el FMI arroja tres conclusiones de sentido común y que no solo son coherentes entre sí, sino que se corresponden con la realidad. A saber, la mayor desigualdad está asociada con un mayor endeudamiento (medido en términos de aumento del déficit por cuenta corriente). Además, en los últimos 25 años la desigualdad de rentas ha aumentado en las grandes economías, y Brasil es el único país donde se ha cumplido la teoría de que tras crecer en las primeras fases del desarrollo, la desigualdad tiende después a moderarse. En paralelo, mayores niveles de desigualdad en términos de renta implican que el crecimiento económico es menos sostenible.

Los ejemplos son aplicables a España, donde la desigualdad en términos de índice de Gini solo está por detrás, en la UE de 27 miembros, de Letonia, Lituania, Portugal, Rumanía, Grecia y Portugal, sino que ha crecido en la última década. En este plazo hemos experimentado un crecimiento económico que se ha demostrado insostenible y nos hemos endeudado hasta las cejas.

Respecto a Estados Unidos, nada mejor que trastear con este siguiente gráfico interactivo. Entre 1917 y 1981 el 10% de los estadounidenses más ricos acumuló el 30% del aumento de la renta disponible. Entre 1982 y 2008 el 10% de más ricos se hizo con el 96% del aumento de la renta.

Con datos de la oficina presupuestaria del congreso analizados aquí, la conclusión es parecida. De 1979 a 2005, el 1% más rico duplicó su participación en la renta nacional, del 7,5% al 15%. El siguiente 9% de la población aumentó del 20% al 22%. El siguiente 10% se mantuvo en el 15% y el 80% restante vio reducirse su participación en la riqueza del 58% al 48%, siendo la parte más perjudicada el 40% más pobre, que apenas llega al 14% de la renta.

A las puertas de un nuevo rescate bancario en Europa, que probablemente no exija ninguna contrapartida concreta al sector bancario pero sí obligue a apretarnos más el cinturón, la pregunta es una vez más pertinente. Lo prestarán, ¿verdad? En 2008 nos pilló de nuevas. Hoy, ya no. Por eso Mario Draghi, también ex de Goldman, dice que entiende a los indignados. Él mejor que nadie.

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