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Columna
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El coste del déficit educativo

El comienzo del curso escolar está siendo muy convulso para toda la comunidad educativa. La aplicación de recortes en profesorado, en presupuestos y en recursos amenaza seriamente la máxima constitucional de acceso en igualdad de oportunidades a la educación en su fase obligatoria. Más peligroso, aún, es el proceso de descalificación social del personal docente y la apuesta en algunas comunidades por la segregación y segmentación del alumnado, cuando no la desviación de fondos hacia la enseñanza privada pura, con la ruptura del principio básico de equidad.

Este clima no es el más propicio para intentar salir de una crisis económica muy profunda y mucho menos para poder cambiar un patrón de crecimiento que nos propicie un drástico cambio de perspectivas. Existe una realidad social, pero también económica, que añade aún más incertidumbre sobre las posibilidades de la economía española. Los últimos datos del INE muestran que en España existe un porcentaje relativamente elevado de personas que se consideran analfabetas, casi un 22%. Este drama, fruto de la herencia de la dictadura, es una barrera casi infranqueable para la posible empleabilidad de un segmento de la población que, salvo que se haga un gran esfuerzo, se mantendrá en el desempleo o la inactividad, lo cual restará capacidad potencial a la economía.

Comenzando por las carencias, un elemento que tiene un gran impacto económico es la ausencia de una red universal, pública y gratuita de centros de 0-3 años. Esto condiciona la tasa de actividad femenina fundamentalmente, desgraciadamente el cuidado de menores y mayores recae todavía en la mujer, lo cual reduce las posibilidades de acceso al empleo y se deja notar en las expectativas de crecimiento de la natalidad. En un reciente estudio realizado por mí mismo, se evaluó cuánto cuesta la ausencia de este tipo de red y su impacto en la tasa de actividad femenina, así como en la reducción de renta disponible. En el caso de la mujer, cada punto porcentual de aumento o reducción de la tasa de actividad femenina supone un 0,3% de incremento/reducción de PIB potencial. Asimismo, el coste medio de una escuela infantil privada drena un 20% de la renta disponible de los hogares, lo cual dificulta seriamente la escolarización de una buena parte de los alumnos de 0-3 años. En este campo, el déficit de actividad femenina y la diferencia de tasa de fertilidad entre España y la UE se puede evaluar económicamente en casi 4 puntos de PIB potencial a largo plazo, lo cual añade más dificultades al proceso de convergencia.

En el campo de la educación primaria y en parte secundaria, la dicotomía entre educación pública y concertada también supone un sesgo económico que segrega a una buena parte del alumnado y genera distorsiones en la asignación óptima de los recursos educativos. Esta ausencia de equidad en el acceso real a la igualdad de oportunidades también se traduce en una reducción del crecimiento potencial a medio y largo plazo. Este conjunto de carencias y la segmentación educativa reduce el PIB potencial en un 0,4% por cada punto porcentual de fracaso escolar y reducción de la capacidad de empleabilidad de un ciudadano.

En el campo universitario el problema es algo distinto. Aquí el exceso de demanda no existe, sino el contrario. La proliferación de malas universidades, tanto públicas como privadas, genera una inflación de universitarios que hace caer el salario inicial de un recién licenciado, y supone que el rendimiento adicional de un año más de educación universitaria en España, en términos monetarios, sea de los más bajos en toda la OCDE. Esto también viene determinado por las carencias que arrastran una buena parte del alumnado de la educación primaria y secundaria, como son los idiomas, la capacidad de comunicación oral y escrita, la facilidad de búsqueda de información, entre otras. El resultado es que el rendimiento monetario de la educación superior en España es del 10%-15% entre un universitario y un no universitario, cuando en otros países llega hasta el 30% o 40%. En suma, la realidad española es que tenemos un serio déficit educativo, de habilidades fundamentales, que merman la empleabilidad de una buena parte de la población activa. Asimismo, el modelo educativo elegido segrega y segmenta a la población y hace más vulnerables a un grupo significativo de la población. Con todo, el coste total del déficit educativo y de habilidades se puede acercar a 5-6 puntos de PIB potencial a largo plazo.

Alejandro Inurrieta. Director ejecutivo de Inurrieta Consultoría Integral

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