Desgobierno europeo
La semana pasada vivimos momentos de tensión en los mercados globales que no se recordaban desde 2009. El origen del huracán fue la crisis de la deuda europea y la volatilidad del Euro Stoxx 50, principal índice de referencia bursátil de la Eurozona, alcanzaba el 60%, niveles que indican máximo riesgo de colapso financiero. La desconfianza se contagiaba a Francia y su CDS cotizaba próximo a 200, el doble que hace un mes y el mismo nivel que tenía el español en junio de 2010 en medio de la vorágine de la crisis griega.
Sarkozy, proactivo como siempre, convocó a su Gobierno de urgencia, anunció que aceleraba la consolidación presupuestaria y marcó la reunión de ayer con Merkel en el Elíseo como un nuevo impulso a la gobernanza europea. Por esta razón, todo el mundo esperaba medidas que ayudarán a relajar las dudas de los mercados. Los inversores tienen poca memoria pero algo más que los políticos. En 2009, tras una cumbre bilateral en Berlín, Merkel anunció que se habían acabado los estímulos fiscales y Alemania comenzaba la consolidación. Mintió ya que, a pesar de la fuerte recuperación, Alemania apenas ha reducido el déficit público desde entonces. Pero aquella decisión fue el inicio de una cadena de despropósitos en la política económica europea que tienen mucho que ver con la crisis actual. En noviembre del pasado año, en otra cumbre bilateral, Sarkozy fue consentidor del mayor error de Alemania en la crisis de la deuda; anunciar la participación del sector privado sin una hoja de ruta para evitar la incertidumbre. Tras esa reunión Irlanda sufrió una fuga de capitales y tuvo que pedir ayuda financiera.
Ayer al menos no han propuesto nada descabellado. Más y mejor gobierno europeo, armonización del impuesto de sociedades, etcétera. Pero cuando todo el mundo estaba esperando medidas concretas para apagar el incendio financiero en el que estamos inmersos, los dos principales líderes europeos se presentan ante la opinión pública en medio de las vacaciones hablando de la estructura del edificio y de medidas para 2013. Pues para esto era mucho mejor que se hubieran quedado tranquilamente en la playa.
Los inversores hace tiempo que han perdido la confianza en la capacidad del Eurogrupo para acabar con la crisis de la deuda. Podremos prohibir las ventas en corto y poner transacciones a las operaciones financieras pero no acabaremos con la crisis financiera. Los europeos, por méritos propios, hemos convertido a Europa en el lugar más arriesgado del mundo para un inversor de bonos. Hasta que no cambie esa percepción no conseguiremos que vuelvan a comprar nuestra deuda.
En la Cumbre extraordinaria de julio la respuesta fue contundente y la hoja de ruta adecuada pero quedaron temas por concretar. ¿Qué significa un Plan Marshall para Grecia? ¿Cómo se activará la intervención del EFSF preventiva? Etcétera. Desde entonces, el contagio ha llegado a Francia y los bancos europeos han caído un 25% en Bolsa y las economías francesa y alemana se han estancado. Hasta un inversor con el cociente intelectual de Forrest Gump se preguntará en que planeta viven los líderes europeos que no tratan estos temas cuando se reúnen.
En los dos últimos años hemos aprendido que no hay que hacer mucho caso de lo que dicen, especialmente en el caso de Angela Merkel, ya que al final acaban cambiando sus principios inquebrantables. Por lo tanto, anticipemos lo que van a hacer en los próximos meses. La semántica sobre los eurobonos es absurda. El fondo de ayuda, EFSF, ya emite con bandera europea y todo el mundo en el mercado lo considera ya un eurobono por eso cotiza sin apenas diferencial con el bono alemán. Lo que tendrán que hacer es dar más capacidad ejecutiva para actuar de urgencia sin la unanimidad de todos los socios. Además ambos países tendrán que volver a recapitalizar sus sistemas bancarios y Alemania tendrá que aprovechar su rol de activo refugio para anunciar una bajada de impuestos y más inversión pública que podrá financiar a diez años al 2%.
España no tiene vencimientos de bonos hasta octubre pero Italia tiene que refinanciar 70.000 millones en el mes de septiembre y puede ser el Lehman Brothers II. El BCE debe acelerar las compras de bonos y rebajar aún más los diferenciales y los gobiernos deben aprobar cuanto antes los cambios en el EFSF. En Europa las cosas siempre son igual y al final acabarán por hacer lo que deben, sobre todo ahora que Francia ha entrado en el grupo de los países sospechosos.
José Carlos Díez. Economista jefe de Intermoney