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Tribuna
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Especulación a bocajarro

Agosto no está dando tregua a los mercados. El desbarajuste de los mercados financieros internacionales esta semana lo demuestra. La crisis de la deuda se ha agudizado y la prima de riesgo de España e Italia se ha acercado a la línea roja. Se echa en falta una vez más -ya van demasiadas- una acción suficientemente contundente de las autoridades europeas y ese ha sido el motivo del castigo que ha sufrido la prima de riesgo en estos últimos días. No se trata de pedir cheques en blanco ni rescates, no es esa la cuestión ahora. Lo que se precisa es entablar de una vez por todas una verdadera batalla contra los grandes especuladores, que están aprovechando a manos llenas la baja intensidad de este mes junto a la insuficiente respuesta política a escala europea. Hay recursos para ello antes de que sea demasiado tarde. Ya han sido demasiadas las llamadas desde muchos frentes y escasas las respuestas de las instituciones europeas.

Estos desajustes se reflejan en la prima de riesgo de España, que es excesiva y no refleja ni la situación real de su solvencia, ni de su deuda pública, ni los esfuerzos que se están realizando en materia de reformas y austeridad, que, en todo caso, hay que seguir manteniendo. Probablemente los esfuerzos españoles inmediatos deben pasar por un más decidido saneamiento y reforzamiento de los niveles de capital del sector bancario y una mayor transparencia fiscal de las comunidades autónomas con el objetivo de cumplir con el objetivo agregado de déficit público. Sin duda que la falta de una recuperación sólida y la necesidad de más reformas -que deben apoyar el crecimiento, además de reequilibrar financieramente al país, objetivos no fácilmente reconciliables- están reflejadas en la prima de riesgo española, pero también hay una parte importante del diferencial del bono que es atribuible exclusivamente a un componente de especulación a bocajarro y corresponde a las autoridades europeas ponerle freno.

La confusión del jueves sobre lo que iba a hacer el BCE en materia de compra de deuda pública es un ejemplo de las dudas existentes. Resulta difícil de entender por qué la respuesta no es más contundente y rápida y cómo se permite a los especuladores jugar con la posibilidad de llevar a dos de las mayores economías europeas a situaciones límite. Existen sobradas declaraciones de apoyo político, pero la batalla de los mercados no se dirime solo en las intenciones y las opiniones, sino en la realidad de las compras y ventas de los títulos de deuda. Es en ese campo de batalla en el que hay que combatir. A los especuladores solo se les puede vencer con operaciones que contrarresten sus apuestas o con un montante de garantías colaterales que frenen su objetivo final: acabar de resquebrajar la estabilidad monetaria de los países de la eurozona. Por eso, por una parte, en el corto plazo parece necesaria una acción más contundente del BCE mientras, por otra, la UE debe deshojar de una vez por todas la margarita de cómo afrontar la crisis del riesgo soberano de un modo convincente. La facilidad de estabilidad financiera europea carece de suficiente soporte cuantitativo. Hay que ampliar las garantías para cubrir riesgos más allá de Grecia, Irlanda y Portugal. Si realmente se estima que Italia y España cuentan con suficiente solvencia para responder a su deuda, no debería haber problema alguno -al menos, llegados a esta desesperante situación- para que los mecanismos de garantía europeos respondan por esa deuda. Eso sí, para entender también lo que está sucediendo es preciso señalar que Italia comienza a enfrentarse a sus fantasmas sin haber realizado apenas reformas ni cambios, una situación que no es comparable a la española y que explica que el diferencial de deuda italiano ya haya superado al español.

En medio de esta confusión en nuestro continente, EE UU también pretende echar balones fuera e intenta situar el foco de la inestabilidad económica internacional en Europa. Más bien al contrario, la posible recaída en recesión de la economía norteamericana y el preocupante y nada gratificante espectáculo político de las últimas semanas en el debate del techo de la deuda pública se están revelando como uno de los más temidos trasfondos de la situación de los mercados financieros. Mientras tanto, los especuladores aprovechan esta crisis, tan política ya como financiera, en Europa para realizar sus apuestas con mucha más celeridad que la lenta burocracia política. Aún queda margen antes de llegar a un punto de no retorno, pero se nos puede acabar si no se actúa pronto.

Santiago Carbó. Catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Granada

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