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Columna
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Productividad y exportaciones

Carlos Sebastián

Recientemente se ha puesto en cuestión que la productividad de la economía española sea inferior a la de otros países europeos. Se aportan algunos datos y se utiliza como prueba el comportamiento de las exportaciones españolas. Me van a permitir discrepar fuertemente de la afirmación sobre la productividad y cualificar seriamente la valoración sobre la evolución de las exportaciones.

De la base de datos del proyecto Universidad de Groningen-Conference Board, la más prestigiosa de las que estiman el crecimiento económico global, se puede calcular la productividad relativa de España respecto a Europa y su evolución durante el periodo de expansión. El PIB por empleado era en España en 1995 el mismo que en la UE-15 pero bajó en 2007 al 84,4% del europeo, reflejando la fuerte divergencia que se ha producido. Por otra parte, el PIB por hora trabajada era en 1995 el 89,5% del europeo y pasó a ser el 77,6% en 2007. El motivo de las diferencias entre las dos magnitudes relativas es que en España se trabaja más horas que en la media europea, aunque la brecha del número de horas se ha reducido algo a lo largo de los años.

En definitiva: primero, en 2007 la productividad por empleado era en España un 15% menor que en la UE-15 y las diferencias en el producto por hora trabajada eran aún mayores; segundo, la productividad española ha divergido notablemente desde 1995. La aparente reducción de la distancia a Europa en los años de la actual recesión no cambia esa imagen.

Una consecuencia inmediata de esta diferencia son los menores salarios reales que reciben los empleados españoles de casi todos los niveles de cualificación, a pesar de tener jornadas laborales más largas. Este hecho es una corroboración indirecta de las diferencias en productividad.

Centrémonos ahora en las exportaciones de manufacturas. Utilizando la amplia base de datos de la ONU Comtrade y adoptando la metodología propuesta por Hausmann y Rodrik en 2006, hemos estimado el nivel de destreza productiva para producir y exportar cada una de 4.614 manufacturas. Hemos ordenado esos bienes por su sofisticación y creado 10 categorías de menor a mayor destreza correspondientes a los deciles de esa ordenación.

Refiriéndonos a 2007, estimamos para países europeos qué porcentaje de sus exportaciones de manufacturas consiste en bienes de sofisticación alta o que implican una destreza productiva alta. Utilizamos dos formas distintas de medir la sofisticación alta: las exportaciones de bienes en el decil 10 (categoría 10 de sofisticación) y las que se encuentran en los tres últimos deciles (categoría 8 a 10 de sofisticación). En la tabla 2 se presentan los resultados para 10 países europeos, entre ellos España.

Según ambos criterios, España se encuentra en la última posición entre los 10 países considerados. Menos del 7% de sus exportaciones de manufacturas son productos que se encuentran en la categoría máxima, en el decil de productos más sofisticados, una proporción lejos de la de los otros países. También España es la última en el segundo criterio: el 35% de sus exportaciones son manufacturas que se encuentran en las categorías 8 a 10 (es decir el 65% son de sofisticación media o baja).

Las exportaciones del sector de automóviles (coches y sus componentes) representaron en 2007 el 24,4% del total de las exportaciones de manufacturas. Y resulta que el 40,1% de las exportaciones de este sector se encuentran en las tres categorías de mayor sofisticación. Esto significa que del 35,1% de las exportaciones de manufacturas de más sofisticación 10 puntos se deben a las exportaciones del sector automovilístico. Exportaciones concentradas en pocas empresas cuyo mantenimiento depende de decisiones de un número reducido de multinacionales (la industria de componentes no se mantendría sin las multinacionales del automóvil).

Es cierto que la sofisticación de las exportaciones españolas ha aumentado a lo largo de los últimos años, pero también lo ha hecho en el resto de los países y en la mayoría de ellos con mayor intensidad. Respecto a la posibilidad, esgrimida por algunos, de que España haya aumentado su peso en el comercio mundial de manufacturas, los datos no lo confirman, ni en las más sofisticadas ni en las menos. Aunque es cierto que tampoco han perdido peso. En 2007 las exportaciones españolas tienen un peso en el comercio mundial de las tres categorías más sofisticadas muy inferior al de Francia, y también inferior al de la decadente Italia.

La conclusión parece ser que aunque España ha avanzado en la destreza productiva lo ha hecho menos que otros países europeos, lo cual es coherente con la evolución de la productividad, y sigue atrasada con respecto a esos países. Los países europeos necesitan ser capaces de especializarse en productos más sofisticados que puedan colocar en los mercados internacionales a pesar de ser producidos con salarios mayores. España no parece ser uno de los países europeos mejor situados para ese proceso.

La buena noticia del sector exterior español en los últimos años la ha constituido la evolución de las exportaciones de servicios no turísticos. Crecieron a una tasa anual del 15,7% entre 1995 y 2000 y del 9% en los primeros 7 años del siglo. Representan ya un 19,5% del total de exportaciones de bienes y servicios, cuando los turísticos suponen un 15,5%. Una consecuencia de esta evolución es que el saldo de la balanza de servicios no turísticos, tradicionalmente deficitaria, se ha equilibrado.

En la fase expansiva entre 1995 y 2008 España ha aumentado su cuota de exportación en el comercio de servicios no turísticos hasta un 3,1% en 2008 (desde un 1,8% en 1995). Cuota bastante superior a la que mantiene en el comercio de manufacturas. Las exportaciones de servicios que más han crecido han sido las de servicios a empresas que ya representan el 40% del total.

No deja de resultar sorprendente que un sector servicios tan ineficiente, cuya productividad media no ha aumentado desde 1995, albergue unas empresas suficientemente dinámicas como para ir ganado cuota en el mercado mundial.

Carlos Sebastián. Catedrático de Fundamentos del Análisis Económico de la Universidad Complutense

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