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Ciencia & Salud. Investigación

El mapa del tesoro sin descifrar para la industria farmacéutica

Diez años después de la secuenciación del genoma humano, el traslado de los avances a la salud es más lento de lo esperado.

La ciencia avanza muy rápido, pero tal vez no tan velozmente como pacientes e industria farmacéutica desearían. Un buen ejemplo es el conocimiento sobre el genoma humano (el mapa genético). Si bien existe un consenso de los expertos sobre que este proyecto cambiará la medicina del futuro, en el presente las aplicaciones son más escasas de lo previsto hace 10 años.

En 2001 se publicó en Nature y en Science la primera secuenciación del genoma humano y en 2003 se presentó uno completo, con más de 20.000 genes. Empezaba la carrera por conocer un mapa desconocido, para lo que se necesitaba acumular la información genética de cuantos más individuos mejor. La primera secuenciación costó 3.000 millones de dólares, pero el proceso se ha ido abaratando hasta los 48.000 dólares en 2009. Se prevé que al final de este año se hayan recopilado más de 30.000 nuevos genomas en todo el mundo, sobre todo en EE UU, Asia y Europa. "El análisis está siendo más complejo de lo esperado. Aunque nadie auguraba que hoy se pudiera hacer lo que se está haciendo, ocurre que el conocimiento no ha sido tan trasladable a la salud", asegura Luis Pérez Jurado, catedrático de genética de la Universidad Pompeu Fabra. Este profesor fue uno de los expertos que reunió el Instituto Roche el pasado fin de semana en la jornada El proyecto genoma humano 10 años después: mitos y realidades.

Reconocer 20.000 genes no implica que se conozcan sus funciones y cómo influyen en la salud. La gran mayoría de las enfermedades afectan a varios genes a la vez, en muchos casos por factores ambientales desconocidos, y en cada persona las mutaciones pueden ser distintas. El mapa no es sencillo, con miles de combinaciones probabilísticas para las diferentes patologías, lo que potenciará irremediablemente la bioinformática y la agrupación en bases de datos del genoma de miles de pacientes.

La farmaco-genómica permitirá saber quién responderá a un tratamiento

El profesor Pérez Jurado tiene optimismo en que dos nuevos proyectos paralelos al del genoma aporten nueva información. El primero, el del microbioma humano, "ya que nueve de cada diez de nuestras células son microbios, que pesan en conjunto entre 1,5 y dos kilogramos" en el cuerpo. El otro programa es el del epigenoma, sobre cómo los factores ambientales (dieta, toxinas, actividad física o estrés) marcan el ADN. Se podría así comenzar a descifrar cómo el genoma es condicionado por el exterior.

Pero el reto para las farmacéuticas se encuentra en cómo desarrollar nuevos fármacos con toda esta información, por ejemplo, para patologías oncológicas, psiquiátricas o neurológicas.

El objetivo final es acercarse a lo que se ha denominado medicina personalizada. En oncología, conocer los biomarcadores (niveles de una sustancia en el cuerpo que alertan sobre un cáncer) y secuenciar, además, los genes del tumor es el futuro cercano. Así, los medicamentos pueden teledirigirse contra dianas concretas, en lugar de utilizar la quimioterapia convencional, terriblemente tóxica para el cuerpo.

Agustí Barnadas, jefe de oncología médica del Hospital San Pau de Barcelona, explica que en la actualidad ya existen una veintena de estos fármacos que actúan hacia una diana para cáncer de mama, pulmón o de cérvix. El más conocido quizá sea el Herceptin de Roche. "La incorporación de estos fármacos va a ser muy lenta, aunque es cierto que las farmacéuticas están apostando por este campo", cree. También reconoce que no solo los grandes laboratorios tienen oportunidades para hallar nuevos fármacos, también las pequeñas empresas aportan sus propias moléculas, sobre todo en el caso de patologías poco frecuentes.

Otro de los pequeños avances para la industria es el desarrollo de instrumentos que permitan predecir cuál va a ser la respuesta del paciente al tratamiento. "Las compañías disponen de 10 o 20 moléculas que ya vienen con sus marcadores. El otro modelo, de buscar una molécula buena entre muchas, era ineficiente y quedó obsoleto", destaca Jaime del Barrio, director general del Instituto Roche.

"Antes se daba el tratamiento a todo el mundo, aunque no respondiera. La farmacogenómica nos permitirá más claramente ver qué pacientes van a responder y cuáles no", aclara Adolfo López de Munain, jefe clínico de neurología del Hospital de Donostia, lo que también primará en racionalizar el coste por beneficio en la sanidad.

El genoma permitirá, según Jurado, la medicina de "las cuatro P": predictiva (con más datos probabilísticos), preventiva (con recomendaciones individuales), personalizada (variaciones genéticas) y participativa (que los pacientes conozcan las opciones médicas). Aunque conocer el cuándo es otro reto.

Diagnóstico entre fraude y mito

Algunas empresas y clínicas privadas ofrecen pruebas genéticas personalizadas. ¿Su utilidad? Escasa, porque la genética solo explica la probabilidad de sufrir alguna enfermedad, pero los factores externos también influyen. "Hay que advertir al ciudadano para qué puede servir, poniendo en su sitio la información que tenemos actualmente", señala López de Munain.Pero más dudoso es si con esos test se pretende ofrecer un diagnóstico temprano. "Lo que se comercializa sencillamente es un fraude. Me parece una tomadura de pelo", denuncia Julio Sanjuán, profesor de psiquiatría de la Universidad de Valencia. "Me preocupa que la gente tome actuaciones terapéuticas después del test", advierte a su vez Juan Cruz Cigudosa, jefe de citogenética molecular del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas.Sin embargo, estas pruebas resultan un gran avance para la farmacogenómica -en el caso de saber cómo responderá un paciente a un tratamiento-, y también en los ejemplos de mutaciones genéticas que puedan afectar a la descendencia.

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