El ritmo en peligro de extinción
La de Bob Sands es la única 'big band' estable en España y no encuentra locales para actuar con regularidad.
Hay sonidos que invocan instantáneamente la felicidad. Ritmos contagiosos que despiertan imágenes de una era alegre y más sencilla. Basta escuchar cuatro compases de una buena big band para proyectarse en el tiempo hacia una época más sencilla y tal vez más intensa, para sentirse rodeado de bailarines llevando a cabo cabriolas enloquecidas, inmersos en el poder de la sección de viento y la energía de la sección rítmica.
En la actualidad solo hay una big band totalmente activa en España, la que capitanea el neoyorquino Bob Sands. Un veterano que llegó a tocar con históricos como Dizzy Gillespie en el seno de la big band del vibrafonista Lionel Hampton. "Cuando ya tenía algo de experiencia, pensé en pasar un año en París para ampliar mi formación con otro tipo de influencias. Pero tenía un amigo en Madrid, y pensé en pasar unos días antes aquí. Eso fue hace veinte años, así que podemos decir que la cosa se ha alargado un poco", dice con una sonrisa.
Cuando ya llevaba diez años en Madrid, un grupo de amigos se reunió por su cumpleaños para regalarle su propia big band. La experiencia fue tan divertida para todos que decidieron continuar pese a la falta de contratos. Y desde entonces, siguen en activo: se reúnen semanalmente al menos una vez para ensayar, y van acudiendo a las actuaciones que les surgen. A pesar de que, desde hace más de dos años, no tienen un local estable para tocar.
"Las autoridades en Madrid parecen no darse cuenta de que la noche ha sido uno de sus grandes atractivos para el turismo internacional, y están dispuestas a matar ese valor. Apenas quedan locales para directo en la ciudad y la cosa va a ir a peor", explica Sands. Durante un tiempo, tocaron semanalmente en un par de locales, pero ahora no tienen residencia fija "ni a cambio de un pellizco para cada uno de la banda, lo que nos costaría la cena y el taxi para volver a casa", señala el veterano trompeta Antonio Ximénez, que lleva en el grupo desde su nacimiento.
En el horizonte, este año solo tienen contratada una actuación, en el verano. Otros años han llegado a hacer siete u ocho bolos en provincias, con frecuencia con la presencia de un vocalista, por ejemplo, con un programa de homenaje a Frank Sinatra.
Ahora, sus expectativas se centran en publicar su primer disco, para el que Sands está componiendo temas que combinará con algún clásico de Count Basie de los que cuentan en su repertorio. Según Sands, "la idea del disco no es vender, sino ofrecer una muestra de nuestro trabajo para conseguir actuaciones en Europa". La experiencia que acumularon en Francia hace un par de años fue satisfactoria, tanto en críticas como en recepción del público.
Y es que asistir a un ensayo de la banda es encontrarse con el swing, esa idea de ritmo que dominó la escena musical en los años veinte y treinta. Con una formación tradicional de 17 músicos divididos en las secciones de metal -trompetas, saxofón y trombones-, madera -clarinete- y rítmica -piano, bajo y batería-, la banda descarga olas de sonido en perfecta sincronización.
La misión de Sands es la de conseguir que el grupo funcione, además, según los cánones del género, sin saltar al bop que practican en sus otras facetas. Todos sus integrantes son músicos profesionales con otras actividades: por un lado, de manera cotidiana, la enseñanza, también en ocasiones el trabajo de estudio para grabaciones, pero por otro, el cultivo del jazz en grupos más pequeños. Es el caso del quinteto con el que el propio Sands tocará este mes varias noches en Madrid o el trío que Antonio Ximénez lidera semanalmente en jam sessions.
Historia
Las big bands surgieron en Nueva York a finales de los veinte, como una versión comercial del jazz que venía creciendo en Nueva Orleans. Fletcher Henderson les dio forma, aunque Duke Ellington, Count Basie, Benny Goodman o Glen Miller las llevaron a la cima.